En un video que circuló por las redes sociales así terminó una discusión sobre el aumento de las tarifas de la universidad entre estudiantes y una autoridad del centro académico. Parafraseando el acalorado debate y mejorando el discurso del frustrado académico aquí va este rollo:

”Ustedes eligieron una universidad privada donde el precio por crédito es uno que las partes transan libremente al inicio de la carrera y que, obviamente, puede aumentar si las condiciones en que se ofrece el servicio cambian, como ha ocurrido en años recientes".

Está pasando con los créditos educativos en universidades privadas lo mismo que con la gasolina, el plato del día, el pan, el papel de inodoro, el pasaje y las sardinas en latas.  Todas las ofertas de precio de mercado de estos bienes en un momento dado incorporan estimaciones futuras de costos para evitar estar cambiando con frecuencia los precios al consumidor final. Por eso no son frecuentes escenas como esta de estar protestando por un aumento de precio al pagar el almuerzo a la cajera o entrar en tirijala con el chofer del carro de concho desde el asiento trasero.

No todo aumento ni toda rebaja de un componente del costo de producción se traslada al precio final, se modifica este cuando la realidad queda por encima de las predicciones para el empresario y hay que volver a plantearse cuál será el rango de precio al que se podrá mantener la operación si el consumidor lo valida con sus decisiones de compra. El valor de las cosas reside en la mente de las personas, no en lo que cuesta producirlo objetivamente, algo que para el consumidor es un detalle sin importancia. Para el emprendedor sí es vital conocer el costo monetario de producir las cosas porque esa es la métrica más importante para ver si tiene sentido seguir en una actividad que consideró mejor que todas las alternativas.

Las universidades privadas no son la excepción. Privada quiere decir que el mantenimiento del valor real del patrimonio de la entidad educativa es responsabilidad de personas que responden a una junta de accionistas o representantes de quienes aportaron originalmente los fondos.  Si un grupo X reunió 100 millones para una universidad la intención es que la inversión permita generar un flujo de ingresos para ofrecer un servicio educativo de calidad continuo, sin importar que la entidad se identifique como de naturaleza religiosa o atea.

La historia es para escribirla mucho más allá del cuarto año en que se logra graduar a los primeros licenciados. Ese año el patrimonio tiene que ser mayor para sostener una universidad en crecimiento con ingresos netos positivos por matrícula y los nuevos aportes que atraen unas finanzas sanas. Dinero privado no se tira a barril sin fondo. Ningún rector privado puede darse el lujo de estar mostrando en sus memorias una ejecución deficitaria que requiere aumentar los aportes y líneas de crédito. Obviamente, ninguno ha llegado a esa posición por el “voto popular de los profesores y personal administrativo” porque el espectáculo de elecciones populares cada tres años es uno posible solo cuando los fondos provienen del presupuesto público.

Como se tolera ese desparpajo de un “baño democrático” cada tres años que cuesta millones, con mucha más razón se proyecta un flujo negativo de ingresos por matrícula en todas las carreras universitarias de la UASD.  Ahí puede estudiar una carrera completa a un precio exageradamente económico y garantizado. Con lo que en una privada paga en un cuatrimestre es probable que le cubra allá la mitad de la carrera. También puede almorzar, desayunar y cenar en el Comedor Económico por un gasto total en tres comidas inferior a un desayuno o un plato del día de cualquier negocio de comida rápida.  Añada a todos esos beneficios facilidades de transporte por donaciones de autobuses a estudiantes de ciertos pueblos o ensanches cerca de la capital y que no hay baja estudiantil ni tampoco la “odiosa” práctica de universidades privadas que si que te quemas dos veces en una materia clave de una carrera no te puedes graduar. Es decir, en la UASD te puedes quemar cinco veces en mecánica de suelo o resistencia de materiales y tener la posibilidad de construir una gran torre de lujo frente al mar.

Pero, señores estudiantes, les quiero pedir mil perdones, lo de que se vayan a la UASD es un exabrupto y pido disculpas. Ustedes nos eligieron por encima de esa opción y, ciertamente, los datos del Banco Central muestran que el servicio de educación terciaria creció en la canasta básica anterior mucho más que el IPC general. En la gráfica de la izquierda, el IPC general del costo de las universidades terminó en 185 y el del IPC General en 139, situación que llevó a que ocupara el lugar número cuatro en la lista de los bienes que más incidencia o importancia tienen para explicar la inflación acumulada del período de 39.4%.  En la nueva canasta está por debajo del IPC General, pero con la misma tendencia alcista.

¿Qué hacer? Hay opciones de crédito educativo, como FUNDAPEC, donde personas con buen buró y un garante le aprueban línea crédito para lo que resta de carrera en dos días. La universidad los apoyará en todos esos trámites a la vez que buscaremos formas de aliviar el peso al grupo de estudiantes más vulnerables.  Vamos a buscar la solución de manera civilizada. Perdón de nuevo por la rabieta, bájenle ustedes también dos a su estridencia en estar haciendo reclamos como si tuvieran un derecho natural a que alguien les provea en los términos que ustedes decidan una educación universitaria a la que se dedicarán con fines de lucro.  Y, precisamente, como el motivo es generar ganancias futuras vean en eso la llave para lograr "una combinación de pague ahora una parte y la otra después que le permita terminar de manera exitosa sus estudios”.