Bienvenidos al momento único de la imaginación.

En veces aparece por la esquina de tu vida un libro que te zumba el merequetén y del cual te alegras porque lo mejor que le puede ocurrir a un lector es que una escritora que admiras te demuestre que es posible superarse a sí misma. Tal es el caso de Kianny Antigua y su libro Bestezuelas, editado por Isla Negra para arrancar con este año. De los epígrafes que inauguran el texto me enternece el de la poeta Olga Tokarczuk que dice “Al mundo se le han caído los pétalos”, que suena a un dejo de belleza y nostalgia, lo que le va excelentemente a la colección de textos. De ahí viene rápido “Flash”, el primer cuento de la selección, que replantea la violencia en un paralelo temporal, ya que se menciona al principio la Guerra de Vietnam para de ahí pasar a comentar la rudeza de los barrios que el protagonista de el cuento, un chico llamado Tito, recorre a mil gracias a la velocidad de sus piernas. Dije que el chamaco corre rápido, pero la vaina del cuento, el quid del mismo, es que no puede escapar a su maldito destino de sangre y jugarreta. La fluidez de la voz narrativa del cuento, cargada de gran valor poético, prefigura las formas líricas que poblarán los textos siguientes. Reitero que este cuento es una gran manera de arrancar, ya que el mismo contiene los elementos que estarán presentes a lo largo de la colección. Un ejemplo de la validez poética de las formas de narrar de Kianny sobresale en una línea de este cuento “Flash” que me encanta. Dice ella que el Tito corría “como si la gravedad no tuviera ningún poder sobre su materia”. En fin, este cuento también me hace recordar que un otoño en Boston yo le robé besos a una mujer hermosa llamada Katia que se reía con el cuerpo entero mientras compartíamos traguitos de whisky bebiéndonos las lágrimas de la brevedad de un poema que yo recitaba y el poema como tal decía que yo, sí, éste que está aquí, esperaba una bala que estaba destinada a mi espinazo en alguna calle de Roxburry solamente por el simple hecho de ser latino, caribeño, prieto y dispensable.

Sigamos con los cuentos de Antigua y dejemos mis mamonerías a un lado. “Mudanza”, coño, qué tronco de cuento. Aquí se combina claramente lo fantástico con lo pedestre en un movimiento que Manuel Matos Moquete ha definido en la técnica cuentística como “transiciones inteligentes”. El cuento, para ser bueno, tiene que estar jugando una carta mientras te lo va metiendo frío y tituá, te deja tieso. En “Mudanza” se describe una historia que va de lo pedestre a lo fantástico, cuando una hoarder pinta unos lienzos mágicos que le permiten escapar de la realidad. En “Apóstata”, Antigua se acerca al cuento social, cuando de forma creativa conforma un cuento-documental, ya que valga la redundancia el cuento es un documento en donde se pone de manifiesto el poder de la literatura para opinar sobre las injusticias sociales. Este cuento cuenta con la gracia expuesta ya por Kianny para contar con poesía pero es, a la vez, un triste catálogo del fracaso y la bajeza humana. Leí este texto entre lágrimas de rabia y pensé en Biutiful de Iñarritu.

Mi cuento favorito de la serie es “Expulsados del paraíso”. Leer este cuento significa entrar a un habitáculo en donde los amantes hacen un inventario de la cálida vejez de su amor secreto. Lo bueno que hace la autora es que nos pone a brechar las incidencias de un cuerno y de cómo, a pesar del frío del norte y la vejez del amor, estos amantes encuentran maneras fantasiosas para reinventar el calor. El cuento es buenísimo, da para un corto, para una obra de teatro, para una canción desesperada. Un gran momento del cuento es este: “Después de escuchar la gárgara del escusado, lo vi acercarse, transformado en otro hombre. Se quitó los espejuelos y los depositó en la mesita de noche, junto a su celular y su anillo de bodas. Siempre que nos vemos se lo quita, imagino que por respeto, pero lo deja sobre la mesita de noche, imagino que también por respeto. Se metió por debajo del edredón y empezó a besarme los pies. Con dedos y lengua me mostró el lado oscuro del sol; luego, me penetró”.

Y no doy para más, vayan ustedes como locas y busquen este libro, cómprenlo o róbenlo a un amigo. Este libro, lo digo ahora, es una ilusión que no pasará de moda y se inscribe ya entre los grandes gestos literarios de la cuentística caribeña. Kianny nos muestra cómo la poesía, a través de lo narrado, busca la manera de colarse en la cotidianidad como un elemento alienígena. Será en otra ocasión en donde yo les cuente a ustedes (sí, a ustedes, sé que están ahí… siento que están) la historia de dos amantes platónicos que se escriben cartas de terror a través del tiempo, los madriles, los trenes, los cuentos y los besos que no te di.