Toda universidad católica debe ser fiel a tres elementos esenciales: a) fidelidad al Evangelio, b) rigor científico y c) apertura creativa a las diversas formas de enseñanza.

Del Evangelio emanan las propuestas de humanismo cristiano que sin demandar la Fe establece valores y principios que promueven la dignidad humana y el bien común como objetivo de la economía y la política. Toda universidad católica en sus programas académicos, sus líneas de investigación, su responsabilidad social y su gestión institucional debe estar centrada la promoción de la dignidad de todos los seres humanos, de manera muy especial los más pobres, marginados y discriminados.

Al dar la bienvenida a los participantes de la XIX Asamblea General Ordinaria de la ODUCAL (Organización de Universidades Católicas de América Latina y el Caribe), el rector de la Universidad de Atemajac y presidente de la ODUCAL, el padre Francisco Ramírez Yáñez, pidió “escuchar no solo las realidades sociales e institucionales, sino también, las realidades vecinas y globales “. Afirma el P. Ramírez que: “…nuestras universidades no tienen fronteras, porque en nuestras universidades la escucha no solo nos dispone a la comunicación y al diálogo, también nos impulsa al reconocimiento del otro y de su realidad que nos interpela; es decir, nos retorna al principio bíblico del encuentro y discernimiento”

La universidad católica, por su raíz primordial que se el Evangelio, no puede ser un negocio, ni una torre de marfil, debe estar constantemente abierta al dialogo con la sociedad y sus problemas, privilegiando a los hombres y mujeres en situación más vulnerable.

En el mismo acto El cardenal José Francisco Robles, arzobispo de Guadalajara, hizo énfasis en la necesidad de la interinstitucionalidad, que requiere de los diferentes actores y organismos de diversos contextos latinoamericanos para que interactúen y compartan iniciativas y proyectos que busquen “el bien común y desarrollo de nuestra sociedad en los países que representamos. La interinstitucionalidad es una alternativa frente a modelos auto-centrados e individuales”. Manifestó su preocupación e interés por recuperar la centralidad de la persona en la educación, así como el compromiso en la búsqueda e implementación de nuevos modelos de progreso, que quieran salvaguardar y cultivar la dignidad humana, el valor de la familia y el cuidado de nuestra casa común.

El segundo aspecto es el del compromiso con la investigación científica. No puede existir una universidad católica sin comprometerse con la solución científica de los problemas que aquejan a su sociedad y la humanidad. Es común que miembros de la Iglesia deseen pertenecer a una institución universitaria católica en base a su fidelidad eclesial, su beatería o vínculos con eclesiásticos, pero sin solidez en su formación científica o carentes de capacidades pedagógicas disciplinares. Como muchos rectores de universidades católicas dicen a menudo que la universidad no es una sacristía. Por supuesto que un docente católico con sólida formación disciplinar es ideal, pero un profesor o profesora no creyente, respetuoso de la identidad católica de la institución, y con capacidades disciplinares y pedagógicas es una buena opción para ser parte de la institución.

Cuando algunas personas me han preguntado por este criterio siempre señalo un ejemplo maravilloso. Stephen Hawking, que siempre afirmó su condición de ateo, fue parte de la Pontificia Academia de las Ciencias –que incluye a 80 de los científicos más brillantes del mundo– hasta su muerte.

El tercer elemento es la apertura a diversos modelos y técnicas de enseñanzas. Las antropologías que surgen de las diversas tendencias de humanismo cristiano reconocen la diversidad de formas de aprendizaje de los seres humanos, prácticamente una por cada persona. No se justifica que una universidad católica se cierre a un solo modelo pedagógico, respondiendo a ideologías políticas o empresariales que buscan forjar individuos dóciles u operarios obedientes.

Luis Fernando Klein S.J. explica cuál es la visión de la escuela de Francisco: “…examinando sus encíclicas, sus exhortaciones apostólicas y varios discursos y mensajes Francisco aparece ideando la escuela más allá de sus límites geográficos, de sus muros y sus paredes, la escuela no se permite reducir a estas limitaciones, ella nos rebasa para una realidad circundante, para el mundo, ofrece una propuesta educativa vitalicia, una visión más abarcadora de la escuela” La educación católica no puede ser chovinista, ni machista, ni cerrada al diálogo con el mundo, sobre todo con los que no piensan como nosotros los católicos.

Si la universidad católica abandona cualquiera de esas tres raíces deja de ser la lámpara que Jesús utiliza en sus parábolas para alumbrar al mundo.