“Las convicciones políticas son como la virginidad: una vez perdidas, no vuelven a recobrarse”. Francisco Pi y Margall
En el esquema de nuestra fantasía mental existió en algún momento la posibilidad de que la involución que ha estado experimentado nuestra sociedad política y económica desde hace muchas décadas había llegado a su fin. Al despertar de nuestro sueño a la cruda realidad nos encontramos con una sociedad totalmente desfasada y divorciada de todos los preceptos y cánones de una sociedad justa y humanitaria, de la forma en que la concibieron Juan Pablo Duarte y demás forjadores de nuestra nacionalidad. Una sociedad muy evolucionada tecnológicamente pero muy inmadura políticamente, muy injusta económicamente y sobre todo muy deshumanizada
En los últimos años se han visto un extraordinario avance científico y tecnológico, pero también han sido de grandes pérdidas de los valores morales tradicionales de nuestra sociedad. Se han producido grandes daños a la naturaleza y al medioambiente, algunos irreparables, a nivel mundial, pero de manera más acentuada en nuestra pequeña geografía insular, de este lado de la frontera, y mucho más del otro lado, donde nuestros vecinos han depredado sus bosques de una manera inconsciente y brutal. Es vergonzosa la corrupción que desde los estamentos del poder nos ha venido azotando desde hace muchos años.
Más que una crisis económica, podríamos decir, que la gran crisis que nos arropa es una crisis moral, que nos ha permeado hasta los tuétanos.
Nos asombra el conformismo con que parte de la sociedad lo contempla a manera de espectador, como si se tratara de una fea pesadilla de la que en algún momento deberemos despertar, contemplando la fantasía de que en algún momento despertaremos viendo todos, que nos salvarán aquellos que nos han conducido al abismo.
Para que podamos vivir como Dios manda es perentorio que recuperemos los valores morales y los valores de una verdadera democracia que han sido sustituidos por la ambición y la avidez del dinero y del poder. Ellos, que piensan que todo tiene un precio y que todo se puede comprar y vender.
Acabamos de presenciar otro espectáculo dantesco que retrata de cuerpo entero cómo la corrupción había diseñado un entramado para agredir nuestro medioambiente extrayendo materiales de construcción de los ríos. Orlando Jorge, sabiendo la importancia del agua que se produce en los ríos, tuvo el valor de enfrentar esos depredadores y, desgraciadamente, cumpliendo con el deber de actuar según lo ameritaba el cargo que desempeñaba, tuvo que pagar con su propia vida, el fin propuesto.
Es necesario que restauremos esos valores perdidos en el inconsciente colectivo para que nuestros descendientes puedan tener un futuro más cierto y más promisorio.
Quizás el camino correcto sea un tanto desconocido y esté un poco perdido en la oscuridad, pero sí conocemos el camino que no debemos trillar nuevamente.
Mientras tanto, que los gritos de la angustia y la injusticia no nos vuelvan sordos y que los escuchemos constantemente hasta que sea acogido por todas las almas que habitan en este terruño paradisíaco.