La Alianza por el Derecho a la Salud (ADESA) ha publicado un estudio, reseñado en este mismo periódico, donde se describen los problemas y desafíos del II Nivel de Atención en la Salud de República Dominicana. (https://acento.com.do/editorial/el-precario-sistema-de-salud-y-sus-condiciones-deplorables-9047925.html?msclkid=a0dbc985ba8011eca6b879935cd3e26c).
El segundo nivel de atención es el que ofrece servicios como: hospitalización, laboratorio o consultas con expertos.
El estudio, llevado a cabo en los hospitales generales de municipios y provincias el país, arroja unos resultados escalofriantes a pesar de que nos hablan de una realidad que no es novedosa:
A pesar de que existen 122 hospitales en todo el país, la concentración de una especialidad tan crucial y demandada como la cardiología se concentra en el Distrito Nacional, Santiago, Santo Domingo y Monte Plata; el 66% de los hospitales carece de cardiólogos; la carestía aumenta de modo significativo para otras especialidades; más del 90% de los hospitales carece de ambulancia.
Como sabemos por experiencia, el segmento poblacional que más demanda los servicios hospitalarios son los de bajos ingresos y de género femenino. Es decir, la población más vulnerable se encuentra desprotegida ante un sistema de salud ineficiente.
Las consecuencias son conocidas: la atención en los centros de salud pública depende de la suerte de encontrarte con un buen samaritano, alguien con la sensibilidad para socorrer al necesitado esforzándose más allá de lo que le permiten los medios materiales del hospital, las circunstancias del momento o los procesos burocráticos institucionalizados.
Pero los buenos samaritanos no son tan comunes o quedan asfixiados porque el sistema de salud opera como una maquinaria agresora y alienante sobre los servidores de salud, quienes, agobiados por la precariedad y el contacto cotidiano con la tragedia, se van desensibilizando para convivir con el dolor de los demás.
Lo que vemos en el sistema de salud dominicano es extensible al resto del sistema de servicios públicos de nuestro país. Dependemos de un profesor buen samaritano, de un servidor público buen samaritano, de un funcionario buen samaritano. Cuando el déficit de atención o de cuidado es institucional, el funcionamiento de la maquinaria de servicios se personaliza haciéndola depender de la actitud, la disposición y los intereses del servidor de turno. La probabilidad de sesgo, corrupción o apatía aumenta de modo significativo.
El mayor agravio en la normativización de la referida maquinaria es que la ciudadanía deja de ser sujeto de derechos para convertirse en objeto de clemencia. El estudio de ADESA no solo vuelve a arrojar unos resultados preocupantes sobre la salud en la sociedad dominicana, sino, además, constituye un documento que denuncia la injusticia social institucionalizada y las violaciones de los derechos humanos.