Diversas conceptualizaciones teóricas certifican la necesidad profesional de establecer un mecanismo que impulse de manera permanente la implementación de un diálogo multidisciplinario entre los cineastas y los profesionales nacionales de otras áreas creativas, económicas, científicas y técnicas, que en determinadas propuestas audiovisuales podrían ser necesarios como talentos, asesores y consultores en calidad de expertos de áreas argumentales, sean estas primarias o secundarias en un proyecto cinematográfico determinado.

Esta vinculación entre profesionales de la expresión visual y de otras áreas artísticas, científicas, técnicas y artesanales, es lo que ha propiciado la creación sistemática de obras cinematográficas de calidad en el mundo. Sin discutirlo públicamente, las grandes industrias cinematográficas han ido incluyendo de manera sistemática, y de acuerdo a sus necesidades creativas, los conocimientos científicos, creativos, técnicos y artesanales de un amplio conjunto de expertos y especialistas, que de una forma u otra, han contribuido a elevar y consolidar la calidad expresiva de las películas.

Como sabemos, nuestra profesión inicia sus pasos el 28 de diciembre de 1895, en París, Francia. De inmediato recibe la intervención de la fotografía, de la música y el teatro para convencer y consolidarse ante el público de aquellos tiempos en la gran urbe europea. Antes de que el cine recibiera en su estructura creativa la incidencia de la música y el teatro, había logrado su existencia a partir de la invención de la fotografía fija, y los experimentos que ya se habían adelantado para implementar la fotografía en movimiento. De modo que cuando se realiza la presentación al público del aparato inventado por los Hermanos Lumiére el 28 de diciembre de 1895, en el salón Indio del Gran Café de Les Capuchines, en París, Francia, el cine hace sus primeras dos inclusiones creativas a sus posibilidades expresivas, con la fotografía fija, y la música. Inmediatamente después de ese primer contacto público social, recibe también la incidencia contundente del Teatro, pues uno de los espectadores en la sala es el ya reconocido director y productor teatral francés, George Meliés.

A partir de ese momento el cine, constituido en expresión independiente, comprende la integración constante de un conjunto interminable de aportes científicos, creativos, técnicos y artesanales de otras áreas profesionales, que han dado profundidad creativa al producto audiovisual que se exhibe a los espectadores en todos los países del mundo. Desde 1895 el cine posee una extensa cronología de técnicas, descubrimientos, experimentos científicos, creativos, técnicos y artesanales que han impactado de manera contundente a los espectadores, provocando cada vez más la preeminencia del séptimo arte como un medio de alta incidencia lúdica.

Esa debilidad recreativa del público hacia el cine no es un hecho circunstancial. Ese efecto dominante del séptimo arte sobre la psiquis de los espectadores, obedece a la implementación ocasional y muchas veces constante de estrategias y técnicas definidas, valoradas, e implementadas por las grandes casas productoras, que entienden que estas pueden funcionar de manera apropiada en una determinada obra cinematográfica, y deciden financiar su puesta en práctica, y en otras hasta su diseño y construcción.

Según han transcurrido los años, la industria cinematográfica se ha hecho más incluyente, adoptando y adaptando a sus intereses expresivos, equipos, materiales y conocimientos científicos. Indudablemente, si esos aportes obran para bien, acción que ha quedado demostrada en múltiples ocasiones, entonces por qué no utilizarlas en esta y otras áreas de la expresión creativa.

Resulta importante destacar que debido a la estabilidad económica que por lo común caracteriza la industria cinematográfica en el mundo, se ha dado el lujo de adquirir derechos y beneficios de múltiples inventos y técnicas, para lograr efectos y acciones dramáticas de mayor y mejor impacto en los públicos. Expertos de todas las áreas, científicas, creativas o técnicas del conocimiento, siempre están dispuestos a ofertar sus servicios profesionales y especializados al cine, sobre todo, porque es una industria que paga muy bien sus compromisos. Y, en segundo lugar, y no mucho menos importante aspecto, otorga amplio reconocimiento público a quien se une a ella para lograr determinados objetivos estratégicos. Muchas veces científicos, profesionales y expertos con inventos y técnicas en sus manos, desean saber si en realidad son funcionales. Para comprobarlo acuden a la industria cinematográfica, casi sin percibir un pago de cierto volumen. Lo que en esencia persiguen es demostrar la eficiencia de su invento en un medio que ofrece tanto prestigio y reconocimiento mundial en instantes relativamente breves. Luego de esa comprobación funcional en una sola película, los contratos para otras se hacen interminables.

En la República Dominicana, país que apenas en el 2010 da inicio formal a su industria cinematográfica, entiendo puede y debe darse un proceso que de manera inconsciente han vivido las grandes y pequeñas naciones del universo, que han dado forma industrial a la producción de películas. Ese proceso que propongo gira en torno a la presencia de expertos y profesionales en la producción regular de obras cinematográficas como simples contratados para ejercer una función dentro de estas. Esa presencia es circunstancial y generalmente efímera. Muchos de ellos llegan y se van del cine sin tener claro el aporte que hicieron a la obra en cuestión, y el que podrían hacer si mantuvieran su presencia de manera permanente allí. Directores y productores sólo ven en ellos un experto necesario en un momento dado de la realización de la obra.

¿Qué hacer para integrarlos de manera permanente?

Nuestra naciente industria puede hacer de manera consciente lo que han hecho de manera inconsciente las grandes naciones que han impulsado el desarrollo y consolidación de la industria cinematográfica en el universo. Desde el año 2010 estamos realizando y exhibiendo películas con el concurso de diversos creativos y técnicos que llegan al cine ante determinadas necesidades creativas y técnicas de productores y directores. Otros, todavía no han contado con la contratación profesional de la industria, oferta que en cualquier momento puede ser materializada. Independientemente del ritmo que lleva nuestra industria, dinámica que requiere talentos de todo tipo, tanto delante como detrás de las cámaras, podemos hacer de manera paralela uno o varios encuentros al año que garanticen la presencia consciente y habitual de profesionales y técnicos de otras áreas en ella. Esos encuentros, que por la necesaria horizontalidad de su desarrollo, más bien podríamos denominarlos: “Diálogos Multidisciplinarios”, supondrían un intercambio sincero y profundo entre quienes son profesionales del cine y viven de esa labor, y aquellos profesionales de otras áreas que viven de su labor en ellas, y ocasionalmente podrían ser contratados por la industria cinematográfica para materializar uno de sus tantos proyectos.

Esa sería una oportunidad extraordinaria que tendría el cine Dominicano para organizar y estructurar todos los entes activos que harían vida ocasional o permanente en la habitualidad de su labor creativa y técnica. Seríamos una, por no decir la única industria cinematográfica del mundo, que pondría al corriente de sus necesidades expresivas a aquellos grupos de profesionales que ya han demostrado al cine mundial, y pueden seguir haciendo, aportes excepcionales a la calidad plástica de sus películas.

Uno y otro sector podrían intercambiar inquietudes para establecer las particularidades de sus roles dentro de una propuesta empresarial tan exigente y costosa como la cinematográfica. Esa interacción profesional persigue que cada experto en sus respectivas áreas de ejercicio cotidiano, exponga las características funcionales que les son inherentes, de modo que la calidad estética de nuestras producciones aumente. Esa condición facilitaría que nuestras obras cinematográficas sean exhibidas tanto a nivel nacional como internacional, en igual condición que otras de naciones hermanas, concitando el interés recreativo de los espectadores, sin importar el escenario en donde se den a conocer.

Si esta acción se lleva a cabo en un período constante de cinco (5) años, nuestro cine debe cobrar una mejor dimensión plástica ante los ojos del mundo al término de ese tiempo.

En ese sentido, el Ministerio de Estado de Cultura, y la Dirección General de Cine deberán jugar un rol estelar, junto a la Asociación Dominicana de Cineastas (Adocine), la Sociedad Cinematográfica Dominicana, Inc., Festival Internacional de Cine Realizado por Mujeres (Femujer), entre otras instituciones públicas y privadas vinculadas a la cuestión cinematográfica nacional, para que estos contactos se lleven a cabo por lo menos cuatro (4) veces al año. Este esfuerzo de manera combinada, debe garantizar los insumos, espacios físicos, materiales bibliográficos, y las convocatorias institucionales que posibilitarían un diálogo eminentemente horizontal sobre la industria cultural de mayor estabilidad productiva de los últimos diez (10) años en el país.

Cada etapa deberá ser compendiada para conformar el perfil general de la industria cinematográfica nacional. Esa suma de experiencias, más las inquietudes que provocaría en las diversas sesiones de trabajo, darían como resultado el más extenso, actualizado y riguroso material de consulta y trabajo cinematográfico del país. Estoy casi seguro que naciones hermanas del continente y el mundo, con industrias cinematográficas en proceso de desarrollo, valorarían nuestro ejemplo, debido a que el método les será de utilidad en la formulación de sus proyectos, y de hecho, para elevar sistemáticamente la calidad estética de cada una de las obras cinematográficas fomentadas por su aparato estatal.