La Iglesia católica en la República Dominicana lleva adelante su misión pastoral a través de 11 diócesis, integradas en dos arquidiócesis, y de un ordinariato militar, con 675 parroquias y 75 capellanías en hospitales, unidades penitenciarias y regimientos militares y policiales. Con tal presencia alcanza a cubrir todo el territorio nacional, desde la locación urbana más antigua hasta el más recóndito paraje de los ambientes rurales del país.
El accionar de la Iglesia católica ya sucedía en esta tierra más de 300 años antes de la proclamación republicana del naciente Estado dominicano, marcando con sabor y mística cristiana las más relevantes iniciativas de progreso, desarrollo y bienestar del llamado Nuevo Mundo. La Iglesia lideró la conformación de las primeras instancias de educación y enseñanza, las primeras escuelas y la primera universidad, así como el primer hospital, un leprocomio o lazareto. Y no digamos lo que significó, y sigue haciéndolo hasta el día de hoy, el establecimiento de órdenes religiosas y la proyección cultural de las casas conventuales.
Un juicio histórico sobre la Iglesia católica en República Dominicana la sitúa muchísimo más allá de su trabajo más propio y fundamental. Es, en efecto, algo más que una institución de carácter espiritual o religioso. Se ha encarnado históricamente con una presencia pentacentenaria, que expresa e inserta en la vida nacional una cosmovisión cristiana promotora de la trascendencia y dignidad de nuestro pueblo.
El grito de Montesinos motorizó el compromiso indiscutible de la Iglesia con las causas sociales, especialmente la defensa de la dignidad humana y de la vocación de todo ser humano a autodeterminarse en función de su conciencia y libre albedrío.
La causa educativa
Aunque a regañadientes, ya en los albores de la República Dominicana y bajo el liderazgo de monseñor Meriño, la enseñanza escolástica deudora del centenario pasado colonial dio paso a un sistema escolar más cercano a las propuestas normalistas de Hostos. No se trató de una operación de carácter meramente ideológico, sino de una definición que vino a fungir como brújula del nuevo Estado dominicano.
En la actualidad, son casi mil las instituciones educativas que están bajo la sombrilla de la mística de la educación católica. No se trata solo de instituciones que, a causa de su fundación y propiedad, son propiamente católicas, sino también de centros ligados a fundaciones e instituciones no gubernamentales, así como de una gran cantidad de escuelas públicas. Ello sin olvidar las instituciones de enseñanza no formal, las salas de tarea, los centros de alfabetización, las escuelas agrarias, las de formación popular, cultural y comunitaria, las agrícolas y agroforestales, los institutos de formación técnica, los clubes de madres, etcétera.
El compromiso de la Iglesia católica con la educación llega hasta los niveles de formación superior, con una treintena de instituciones, entre las que se cuentan universidades, centros especializados, facultades eclesiásticas y centros técnico-profesionales. Todavía se añade el compromiso de los liderazgos eclesiales con la causa educativa en distintas instancias públicas y de la sociedad civil.
Salud física, salud espiritual
En el horizonte de los evangelios, la predicación de Jesús es impensable sin su más firme compromiso de hacer corresponder la salud del alma con la salud del cuerpo. Por eso, la misión de Iglesia está muy unida a la suerte de los enfermos.
De hecho, la Iglesia católica ofrece en la República Dominicana servicios de salud a través de una red, casi nacional en su organización, de más de 200 centros asistenciales de primer nivel, dispensarios, policlínicas, consultorios, laboratorios, consultorios dentales, servicios sociales y voluntariados de hospitales, así como consejos de dirección y patronatos de hospitales y centros especializados. Todo ese conjunto de iniciativas son la impronta de una vocación de servicio orientada a ser alivio y parte de la solución a los problemas de salud.
En añadidura, en cada parroquia existe un grupo de hombres y mujeres consagrados cuya tarea, realizada desde la caridad cristiana y la amistad con todos, consiste en asistir en sus domicilios a todos los enfermos que necesitan apoyo, presencia o ayuda espiritual y material para sobrellevar la enfermedad. Pastoral de los enfermos y pastoral de la salud se unen para ser la suave y milagrosa mano del Señor Jesús, quien, con su amor, se vuelve bálsamo que sana y consuela.
Promoción humana
La Pastoral Social desarrollada en todo el país aterriza en acciones concretas las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia, haciéndose parte del cambio y del progreso que demandan las comunidades y sectores más vulnerables y olvidados. De ella se benefician miles de familias en distintos asuntos afines todos ellos al respeto de la dignidad de las personas: promoción de la mujer, medio ambiente y ecología, escuelas de padres, asistencia técnica para el campo y labores diversas, clubes culturales, formación artística, deportes, cuestión obrera y campesina, vivienda, acueductos, maternidad, atención a la infancia, juventud, cárceles, financiamiento y asesoría para emprendimientos, cooperativismo, sindicatos, participación ciudadana, migración y cultura.
La vocación profética de la Iglesia mantiene a la población en expectativa porque el sentido crítico se convierte para esta en una orientación importante sobre grandes temas de la agenda nacional que están vinculados al trabajo social de la Iglesia.
Justamente, ese espíritu orientador y “mentalizador” ha permitido la consolidación de los medios de comunicación católicos, con varios canales de televisión abierta y por cable, más de 15 emisoras de gran solidez y relevancia en sus regiones de transmisión, un semanario y diversas revistas de divulgación tanto impresas como digitales. El vínculo deontológico con la verdad se traduce en una misión de comunicación valiente, comprometida y liberadora por parte de esos medios.
Iglesia aterrizada en el mundo
Fiel a su vocación, la Iglesia está imperiosamente urgida a seguir siendo un ente que favorezca el desarrollo de los pueblos a través de la promoción y el estímulo de los mejores valores que adornan el alma humana. Con fervoroso apego al espíritu del Concilio Vaticano II, sigue afanada en una colaboración constructiva y mutuamente provechosa con el mundo, sin poner en riesgo su propia autonomía. Otro tanto puede decirse sobre su relación con la ciencia y los otros saberes.
En consonancia con su inspiración original, la Iglesia católica en la República Dominicana está abierta al diálogo con otras creencias porque hace suya la enseñanza apostólica en torno a una sola fe y a un solo Señor. Se sabe unida a otras comunidades de fe cristiana, con las cuales comparte su adhesión a Jesucristo, y entiende que esa unidad genera convergencia hacia los valores de la vida, la familia y la dignidad humana.
Esta panorámica de la Iglesia dominicana nos acerca a una visión cultural de la Iglesia y a una comprensión radicalmente religiosa de la nación dominicana. Creo, en honor a la verdad, que la Iglesia es la principal institución de la República Dominicana dado que no hay aspecto de la vida nacional que no alcance a tocar e iluminar con su misión.