En el momento actual se puede afirmar que se ha tocado fondo o para utilizar la metáfora del péndulo, este ha llegado al punto de retorno en su recorrido hacia la derecha. Con los antecedentes poco optimistas descritos en la primera entrega de esta serie, el 2024 se presenta con algunas oportunidades.
El electorado progresista, que hasta los inicios de la última década del siglo pasado constituían el núcleo central tanto del partido morado y como del blanco, se ha venido desencantando de forma acelerada de la gestión de sus cúpulas. Los primeros de forma fundamental, no exclusiva, por razones éticas y los segundos por cerciorarse del carácter conservador y privatizador de su gobierno. Estos militantes y simpatizantes de la izquierda que hasta ahora han pertenecido y votado durante todo el siglo XXI por esas dos organizaciones, estarían prestas a dar un salto político si se le presenta una verdadera boleta democrática.
En la última campaña electoral una parte importante del sector progresista se decantó por sumarse a la fuerza que tenía la capacidad de sacar la cleptocracia peledeísta del poder. Hoy día de esos sectores liberales solo quienes se han enrolado en la burocracia pública se mantienen articulados a esa formación política y gravitan en torno al proyecto reeleccionista. El resto, incluyendo los partidos de izquierda que fueron sus aliados, se ha demarcado del partido oficial y están en búsqueda de otras expresiones.
La corrida hacia la izquierda que se vive de forma casi generalizada en América Latina, aunque tenga mucho menos impacto del que algunos suponen, no deja de representar un hálito de subjetividad positiva para quienes creemos en la utopía.
La emergencia de jóvenes con vocación militante, con formación profesional y dispuestos a pasar de activistas sociales, ambientales e identitarios a dirigentes políticos es una bocanada de aire fresco, que iniciándose en la Plaza de la Bandera promete extenderse mas allá e impactar de manera positiva el escenario político dominicano. Un parte importante de ellos, ellas y elles empiezan a expresarse en organizaciones políticas con vocación de poder.
La elección de José Horacio Rodríguez y Mario Sosa en sus respectivos cargos ofrece un testimonio positivo sobre los pasadizos secretos (que aún deberán ampliarse) en este tenebroso sistema electoral cartelizado, en el cual el factor económico un rol determinante en limitar las expresiones auténticas del juego democrático. Ambos ganaron contra todo pronóstico diciéndole a miles de jóvenes en todo el país, que también en República Dominicana es posible desandar caminos nuevos y ser exitosos. Solo se requiere abrir un eficiente espacio partidario que reconozca esa potencialidad transformadora de la juventud.
La coyuntura internacional advierte un proceso de finalización de la globalización y la superación del modelo religioso basado en el catecismo del libre mercado, la privatización y el emprendimiento individualista. Esta nueva etapa permite abrir los ojos a propuestas societarias, programas de gobiernos y ofertas de gestión pública basadas en otras perspectivas. Facilita el escenario a candidaturas que prioricen el crecimiento con equidad, la transición ecológica y la producción nacional.
La corrida hacia la izquierda que se vive de forma casi generalizada en América Latina, aunque tenga mucho menos impacto del que algunos suponen, no deja de representar un hálito de subjetividad positiva para quienes creemos en la utopía. Nuevos Quijotes y Minervas que aceptan el desafío de una sociedad dominicana más incluyente, respetuosa de los derechos humanos y en la cual como citó Petro en su discurso de toma de posesión, “las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan una segunda oportunidad sobre la tierra”.
A la par de esas brechas de luz que se presentan, los sectores progresistas enfrentan amenazas enormes que deben ser vencidas para aprovechar esa tímida oportunidad que se nos avecina.
El primer gancho y más urgente a superar es caer en la trampa del actual marco legal en el cual los grandes partidos están en campaña abierta, mientras los sectores progresistas, “siempre respetuosos de la Ley”, están esperando a octubre del 2023 para iniciar su proselitismo. Es imprescindible sacar antes que acabe este año las candidaturas que permitirán romper el círculo vicioso de que nos ofrecen los partidos del sistema el cual se resume en optar por morir de sida o de hepatitis B.
Hay que sacudirse de un discurso añejo. Presentar metáforas propias, novedosas y ligeras que superando la trivialidad y superficialidad de la cultura de masas contemporánea, se mantenga al alcance de las mayorías. Rostros y voces que representen un plato digerible por un cuerpo social alérgico a tantos alimentos como el de República Dominicana hoy.
Trabajar candidaturas con todo el rigor mercadológico garantizando un posicionamiento que muy temprano marque en las encuestas más allá del 1% testimonial. Esto vinculado de forma directa al aprovechamiento en su máxima expresión de las ventajas que ofrece la democratización de la difusión de mensajes vía las redes sociales y la multimedia.
La gestión reciente de la izquierda en Uruguay, Bolivia, Brasil entre otros países tiene suficiente aspectos luminosos de los cuales debemos sentirnos orgullosos. Jamás se puede permitir que las propuestas progresistas se asocien a experiencias vergonzantes como algunas que hoy se observan en la región, que solo la ingenuidad más infantil nos puede llevar a defender.
Sobredimensionar el impacto de la unidad es otro flanco débil. Los acuerdos partidarios que sueles asumirse como un refugio de debilidades, sin reconocer, que la mayor división que tiene y ha tenido la izquierda dominicana no es su fragmentación entre si, sino el divorcio eterno con los y las votantes.
No menos estratégico resulta el conteo de los votos. Es por ello que se requier constituir un cuerpo de delegados y delegadas electorales con capacidad para velar por el voto el día del sufragio y para pelear por el conteo de los boletos los días posteriores.
En síntesis, el futuro inmediato puede resultar auspicioso, mas no debe desbordar el optimismo que lleve a frustraciones posteriores. Podemos vivir un amanecer en la acumulación de fuerzas y superar el ridículo histórico de votaciones tan bajas que no tienen parangón en la región latinoamericana. Podemos y debemos establecer las bases en el 2024 de lo que será el partido que lidere la lucha por la emancipación dominicana en el Siglo XXI.