En la industria audiovisual británica es posible ver evidencias de un trabajo decidido por avanzar dos ideas: el respeto a la monarquía y la evidencia de que el Reino Unido y la Commonwealth son entidades multirraciales.

En cuanto a respeto a la monarquía tenemos dos películas emblemáticas:  La reina (2006), que obtuvo entre otras recompensas el óscar a la mejor actriz, y El discurso del rey (2010), ganadora de cuatro premios óscar: mejor película, mejor director, mejor actor y mejor guión.

Lo de la banalización de la diversidad racial se empezó a percibir en “The Crying Game” (1992), donde se le presta mucha más atención a la colaboración con el IRA que a los colores de la piel de los personajes.  Luego, en otra obra cinematográfica también de esa década hay una mujer que se queja de que es perseguida por un holandés y como veinte minutos después vemos que se trata de un negro, lo que sorprende a uno de los protagonistas (y en esa época a varios espectadores), que había asumido que la nacionalidad quería decir que el hombre iba a ser blanco.

Debido a que los tiempos cambian, el reconocimiento de la diversidad racial es visible también en producciones transmitidas por internet. Recientemente empezó a exhibirse “You Don´t Know Me”, una miniserie de cuatro capítulos basada en la novela homónima donde todos los personajes son negros de diferentes orígenes (hay musulmanes y cristianos, que hace pensar en herencias diferentes).  En una inversión de prácticas anteriores, los cinco o seis blancos que aparecen tienen una presencia mucho menor, aunque sus roles en la jerarquía social (juez, abogada fiscal, gerente donde trabaja el protagonista) sean importantes. Bridgerton, que por su decoración y vestuario parecería ser de mediados del siglo XVIII, presenta hindúes, negros y mulatos como si su aspecto físico no causara ninguna reacción especial en nadie, cuando lo cierto es que sí existió una reina “oscura” en Inglaterra (para estándares caribeños, “blanca de la tierra”), Sofía Carlota de Mecklenburg-Strelitz, como lo demuestran no demasiado fehacientemente las reproducciones que acompañan este texto y sobre la quien se puede investigar más en este enlace.  Lo de que los cuadros de la época no sean tan fehacientes en demostrar su verdadera apariencia es porque antes, como ahora, se aplicaban filtros al guardar las imágenes.

En un movimiento coherente con estas dos ideas, la película que retrata ambas preocupaciones en una sola es “Victoria y Abdul” (2017), también basada en una novela e inspirada en hechos que sucedieron, que muestra una versión muy respetuosa de la relación entre una de las mujeres más poderosas de la historia y su empleado musulmán, un hombre que entró a la corte literalmente como un adorno más y de quien no se sabe hasta qué punto llegó a influenciar sus pensamientos y acciones, pero que motivó la integración de muchos más objetos provenientes de su cultura y el aprendizaje y lectura de obras provenientes de su país. Con el aumento de la producción industrial y el acceso fácil a reproducciones, todos estos años después, la ciudadanía completa está empezando a adoptar las prácticas iniciadas por su dirigente.