La democracia representativa hace su entrada triunfar con el ascenso al poder del profesor Juan Bosch, como consecuencia de la victoria electoral del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), el 20 de diciembre de 1962. Fue juramentado presidente de la República, el 27 de febrero de 1963. La etapa democrática se caracterizó por una férrea dictadura, la de Trujillo, y por fin se le abrió la puerta a la democracia. La vía para llegar al poder, por supuesto, fue la celebración de elecciones que no dejaron de celebrarse.

Durante un lapso de 62 años de existencia democrática, y de presencias de medidas políticas dictatoriales y sangrientas, la izquierda aún no ha comprendido la etapa democrática. No aprovecha el escenario democrático para involucrarse en los debates por la democracia, y hacerla más equitativa. Una ausencia que llega a despertar cuando se acercan las elecciones, prácticamente fuera de lugar, para alegar sus precariedades. Un comportamiento reincidente para justificar su abstención electoral.

La celebración de elecciones es la vía para llegar al gobierno en la etapa democrática. Inevitable tránsito histórico, para sacar el país a flote y poder desarrollar los recursos de productovos y relaciones de producción. Y, sobre todo, garantizar reformas constitucionales que profundicen un clima de libertades públicas y políticas, y una economía inclusiva. En dictadura o democracia, el capitalismo amplía los cimientos económicos, políticos y sociales para consolidar el sistema. Ignorar este tránsito ha permitido que la izquierda esté vuelta loca y sin ideas, “dándole vueltas al parque”.

¿Qué determina la participación de la izquierda en las elecciones? Las condiciones objetivas de sus fuerzas e influencias en las masas, el nivel de flujo y reflujo de la población, la situación económica del país? y el nivel de conciencia política de la gente. Sin duda, en las condiciones actuales del país y de la izquierda, hay que participar en los certámenes electorales, por más reaccionarios que sean, atiborrados de irregularidades y conducidos por representantes de los que ostentan el poder. El proceso electoral debe ser utilizado por la izquierda, para avanzar en un terreno que le ha dado trabajo transitar, comenzar a romper la hegemonía política de la derecha, y marchar al poder.

Desde la caída de la tiranía trujillista hasta nuestros días, las izquierdas unidas nunca han participado en las elecciones celebradas. Todos los intentos culminaron en estrepitosos fracasos. Los han hecho, de manera individual, alianzas parciales y unidos con la derecha. En ninguno de los casos han logrado conjugar el ansia de unidad de los revolucionarios, progresistas y democráticos. Un desafío pendiente a materializar para llegar a la población votante, avanzar en un terreno incómodo, y participar con autoridad, plena independencia y empezar a disputar el poder con los que se creen, por las desigualdades del sistema electoral, dueños y señores de la Casa de Gobierno.

Elecciones van y elecciones vienen, y las izquierdas tropezando, como siempre, con la misma piedra. No hay formas de que comprendan, en la etapa democrática, que ese tramo histórico se transita con objetivos alcanzables, identidad propia y sagacidad política ante los acontecimientos inesperados. La credibilidad y la confianza no se pueden perder. Son estímulos que impulsan una incursión saludable en una democracia tan frágil. Además, cuando las derrotas se convierten en el norte del accionar, andar mal acompañados y cada paso que dan en el tablero electoral estar inspirado en la “visión de pulpería”, todo se va a pique.

Las coyunturas tienen fecha de inicio y de vencimiento, lo he dicho varias veces. Esta acaba de concluir y el mundo no se ha acabado. ¡Ahora es que falta mambo! Pero no vengan con las cantaletas de siempre al finalizar el proceso electoral. Lo de ahora es en serio. Los resultados electorales fueron un desastre, incluso con aquellos que lograron, con alianzas con la derecha, alcanzar posiciones municipales, y congresuales. Ha quedado al desnudo la abstención electoral, alianzas con la derecha y la falsa creencia de sacrificar el todo por miserias particulares.

La debilidad de la izquierda no le permite continuar por ese camino de derrotas, en forma recurrente, por ignorar la importancia de aprovechar en forma correcta la etapa democrática, y lograr la unidad en todos los frentes de masas. Esta derrota electoral es la madre de todas. Se ha visto de todo, al por mayor y detalle. Es hora de cambia esas políticas improductivas o imitaremos a las gloriosas entidades revolucionarias del siglo pasado, que solo quedan las siglas históricas e imborrables recuerdos.