El congresista federal norteamericano Adriano Espaillat de origen dominicano nos ha recordado algo sobre lo cual no estamos muy conscientes y que consideramos que es importante.
Según Espaillat, los dominicanos que han emigrado a vivir a Estados Unidos ya constituyen una clase media y no son, como antes, gente relativamente pobre. Las implicaciones de esa positiva realidad son muy importantes.
Los dominicanos comenzamos a migrar sobre todo desde la desaparición de la tiranía de Trujillo, en un volumen que se acrecentó en 1965 por dos razones: primero, por la inestabilidad política en el país, y, segundo, por la aprobación en Washington de una nueva ley de migración que abrió las puertas y que incluyó el solicitar parientes para unificar familias. Adriano Espaillat precisamente pudo emigrar porque fue solicitado por un tío suyo.
Se estima que ya hay dos millones de dominicanos y descendientes de dominicanos residiendo en Estados Unidos lo que equivaldría al 18% de una población dominicana en la media isla de unos 11 millones. Desde 1965 al 2023 han transcurrido casi 60 años, período equivalente a dos generaciones. Los que migraron en 1965 con 20 años de edad ahora tienen unos 80 años, es decir que hace tiempo que están en edad de retiro. Una proporción importante de los hijos y nietos de nuestra diáspora en Estados Unidos ha estudiado o estudia en universidades y el nivel promedio de ingresos de sus antecesores ha subido mucho. Algunos de nosotros recordamos haber visto en el aeropuerto de Santo Domingo la llegada de equipajes en los viajes de dominicanos ausentes y la proliferación del uso de cajas de cartón en vez de maletas. Hoy día esa clase media utiliza maletas de muy buena calidad.
Pero la importancia de contar ahora con una diáspora de clase media no reside simplemente en sus remesas, que para nuestro país son muy importantes, aunque no tan voluminosas como las que llegan a algunos países centroamericanos. Lo que no captamos es que una parte importante de esa diáspora que ya está en edad de retiro, está dispuesta a hacerlo en tierra dominicana. Para eso tenemos que estar seguros de que no solo pueden recibir aquí sus cheques provenientes de la seguridad social americana y de sus fondos de pensiones, sino que los gastos médicos en que incurran en nuestro país les serán reembolsados por sus fondos de retiro y seguridad social. También tenemos que asegurarnos de que existan proyectos inmobiliarios adecuados para que nuestra diáspora invierta en ellos para así contar con un hogar en su terruño. Es triste admitir que en el pasado funcionarios de nuestros gobiernos auspiciaron proyectos habitacionales que resultaron en un fraude que perjudicó a nuestra diáspora. Hoy día instituciones como el Banco Popular, el BHD y el Banreservas deben de promocionar entre nuestra diáspora proyectos habitacionales seguros y adecuados para ellos. México y Costa Rica son los mejores ejemplos de países donde los americanos se retiran. Allí las leyes y reglamentos estimulan esa presencia. Debemos hacer lo mismo en nuestro país, para extranjeros y, sobre todo, para nuestra diáspora.
Finalmente, existe otra gran ventaja para nuestro país con la presencia de parte de nuestra diáspora que regrese a retirarse y es que muchos son profesionales en ramos importantes y su experiencia puede ayudar a promocionar nuevos proyectos y carreras entre nosotros.