Introducción
El pasado miércoles 19 de junio, se conmemoró el 75 aniversario de la gesta expedicionaria de Luperón, primera acción armada que hizo incursión en territorio dominicano, prohijada por los exiliados y la participación activa de destacados luchadores del continente, con el propósito de derrocar la tiranía trujillista.
Aunque frustrada en ciernes por diversos factores, entre ellos, la delación, aquel esfuerzo fue otro significativo eslabón en la larga lucha del pueblo dominicano por poner fin a los largos años de oprobio del régimen tiránico.
Horacio Julio Ornes Coiscou, una de las figuras claves en la frustrada expedición de Luperón, de 1947 y, posteriormente, héroe condecorado en Costa Rica por su señera participación en la lucha armada que condujo al poder al presidente José Figueres en 1948, lideró la expedición armada de Luperón, logrando sobrevivir junto a Tulio Hostilio Arvelo Delgado (Tulito), Héctor Miguel Ángel Feliu Arzeno, luego mártir en la gesta de Constanza, Maimón y Estero Hondo, José Rolando Martínez Bonilla y el nicaragüense José Félix Córdoba Boniche. El resto de sus compañeros fueron eliminados por la temible maquinaria militar trujillista.
En 1956, siete años después de la expedición, Ornes, con prólogo del ex. presidente de Guatemala y gran luchador por la democracia en América, Juan José Arévalo, quien alentó con su concurso moral y material la expedición y la lucha contra Trujillo, escribió un importante libro de su autoría relatando las incidencias de aquella hazaña libertaria, titulado “Desembarco en Luperón”.
El 13 de enero de 1958, el destacado periodista norteamericano Jules Dubois, corresponsal para importantes diarios latinoamericanos, férvido propagador de la causa anticomunista y propulsor de la Sociedad Interamericana de Prensa, publicó un artículo en el importante periódico “El Mundo”, de Puerto Rico, realizando varias críticas al texto de Horacio Julio, quien en ese momento residía precisamente en San Juan, al frente de Vanguardia Revolucionaria Dominicana(VRD), organización desde la cual continuaba la lucha contra Trujillo y con la cual, militaría políticamente en la República Dominicana tras la caída del tirano.
Dos días después, Horacio Julio preparaba su dura contestación a Dubois, enviada a la redacción del periódico “El mundo”, quien dio publicidad a la misma en sus páginas, honrando el derecho a réplica, en su edición del lunes 27 de enero del mismo año de 1958.
El texto de dicha carta se publica íntegro, a continuación, como aporte a la memoria histórica al conmemorarse el 75 aniversario de la expedición de Luperón.
Contestación a Dubois
Jules Dubois, el corresponsal norteamericano que se ocupa de escribir sobre cuestiones de América Latina, se refiere a mi libro “ Desembarco en Luperón”, en un artículo aparecido en “ El Mundo” , San Juan, Puerto Rico, el 13 de enero de 1958, y en otros periódicos latinoamericanos.
Cuando se entrega un libro al público, el autor sabe que si el tema interesa habrá críticas favorables y adversas. Pero el autor tiene el derecho a esperar que esas críticas sean justas y fundamentadas, producto de una equitativa valoración y apreciación que no confunda a la opinión pública. Si el libro es sobre un tema político, deben esperarse discrepancias, quizás hasta vehementes, porque la política es la actividad que se presta a mayores polémicas.
Hace dos años publiqué mi libro. En él hago una narración de los sucesos históricos, acaecidos con motivo del desembarco de un grupo de enemigos del dictador Trujillo en las playas de la República Dominicana. Me esforcé en que el libro fuera verídico en todas sus partes, ajustándolo a los hechos directamente conocidos por mí, pero al mismo tiempo bosquejando un panorama general de la realidad dominicana que motivó e hizo necesaria esa empresa armada.
Creo que logré mi objetivo porque en más de dos años a nadie, ni siquiera el adversario, ha podido refutarme con datos ciertos y convincentes las aseveraciones que responsablemente hago en “Desembarco de Luperón”. Omití, eso sí, algunos detalles y sucesos colaterales para evitar innecesarias indiscreciones y represalias. Algún día las agregaré para completar la obra.
Dubois en vez de hacer una crítica del libro concentra su ataque en algunos aspectos secundarios del mismo. El libro no es un enjuiciamiento de las relaciones Dominico-Americanas, pero al parecer a Dubois le interesan más las generalizaciones sobre esta materia que el tema en sí del libro. Puede él creer más apropiadas tales materias para lograr sus propósitos de crear dudas sobre la naturaleza de la oposición a Trujillo.
El Señor Dubois inicia su retorcida crítica consignando las expresiones de gratitud que hago en la introducción del libro al ex-presidente Juan José Arévalo, al ex. ministro de Relaciones Exteriores, Enrique Muñoz Meany (fallecido en París cuando Embajador de su país), y al ex jefe de la Fuerza Aérea, Coronel Francisco Cosenza, a quienes considera como “los hombres que llevaron a Guatemala a la senda de la dominación comunista”.
En esta parte, como en el resto del artículo, se nota a las claras el deseo de Dubois de inducir a sus lectores a pensar que las actividades de la oposición al régimen trujillista estuvieron y están apoyadas y alentadas por los comunistas. Es para rechazar de plano esa insinuación que expondré la verdad del asunto.
El doctor Juan José Arévalo, profesor universitario y humanista, llegó a la presidencia de Guatemala como resultado de la voluntad del pueblo guatemalteco, expresa en unas elecciones libres. En la política internacional, el doctor Arévalo rompió las relaciones diplomáticas con Trujillo y ayudó a los demócratas dominicanos desterrados. Igualmente prestó ayuda efectiva a los costarricenses que lucharon contra el comunismo en la revolución de 1948. Arévalo no legalizó el partido comunista y sería calumnia decir que sus actuaciones tuvieron tinte rojo. El “socialismo espiritual” que en forma idealista proclamó, no es ni puede ser admitido por los comunistas.
Es de público conocimiento que el presidente Arévalo fue puntal principal en el triunfo de la revolución anticomunista que en 1948 encabezó en Costa Rica en actual presidente José Figueres y en la cual participamos elementos democráticos del exilio dominicano. Nadie puede poner en duda, y el mismo Dubois lo ha debido reconocer anteriormente, que esa fue la primera ocasión en que se hizo armas contra comunistas confesos y entrenados en Moscú. En aquella ocasión, el comunismo estaba aliado al gobierno de Teodoro Picado, y Trujillo, dicho sea de paso, apoyaba a ese régimen costarricense.
Recuerdo que el 12 de marzo de 1948, en el momento en que el general Ramírez y yo hacíamos entrega del equipo bélico que habíamos llevado desde Guatemala en dos aviones costarricenses, en la finca “La Lucha”, al jefe rebelde José Figueres, estaba presente un alto militar de los Estados Unidos. El mencionado militar, que se encontraba allí de uniforme, no sólo presenció la entrega, sino que inspeccionó el material. Parece que entonces había una coincidencia entre políticas norteamericana y arevalista.
El doctor Arévalo escribió el prólogo de mi libro a solicitud mía. La expedición había salido de Guatemala y nadie más llamado que él para escribir esa introducción. No me corresponde censurar sus expresiones u opiniones. No es necesario que entre el autor de un libro y su prologuista exista una coincidencia total de pareceres. Pero de ahí a que se me atribuya el decir que no me gustó el prólogo, hay gran trecho. Si eso entendió el Señor Dubois hay que atribuirlo a las naturales dificultades de las barreras idiomáticas.
Dice el señor Dubois que las expediciones de Cayo Confites y Luperón contaron con el apoyo entusiasta de los comunistas. Muy mal informado está Dubois. Basta leer las opiniones comunistas de aquellos días para saber que no solamente se opusieron a esos intentos de liberación, sino que los sabotearon. En ninguno de los dos casos hubo comunistas ni procomunistas interesados favorablemente. En la época de Cayo Confites, el señor Dubois debiera saberlo bien, los comunistas estaban empeñados en una lucha “legal” dentro de Santo Domingo. Mal podían estar en dos sitios a la vez.
El 19 de agosto de 1946 la revista “ Time” se refirió a la estrecha colaboración que entonces había entre Trujillo y los comunistas y citó al diario comunista cubano “ Hoy” como atacando a los exiliados democráticos dominicanos como “ aventureros reaccionarios”.
La misma revista “Time” el 13 de octubre de 1947, dice refiriéndose a Cayo Confites: “Para su éxito la expedición también recibió demasiada publicidad avanzada. Entonces Trujillo amenazó con protestar ante las Naciones Unidas y el Departamento de Estado pasó la palabra de que estaba contra la totalidad de ese proyecto”. (For success, the expedition also got too much advance publicity, Then Trujillo threatened to protest to the N.U., and the U.S. State Department passed the word that it was against the whole sheme).
Más adelante, Dubois dice que en mi libro calumnio a los infantes de marina de los Estados Unidos, porque digo que Trujillo es un producto directo e indiscutible de la ocupación militar y que dejaron hipotecadas las finanzas del país.
La teoría de que Trujillo es un producto de la ocupación militar norteamericana- y más propiamente de las enseñanzas de los infantes de Marina-, no es nueva ni original mía. Si ella constituye calumnia a los institutos armados norteamericanos o al gobierno de los Estados Unidos (cosa que jamás ha sido mi intención) es una calumnia histórica muy generalizada. Una revista como “Time”, a la que Dubois no podría acusar de calumniar a los Estados Unidos, puesto que tienen un record de encendido patriotismo, se adhiere plenamente a dicha teoría. En su número del 19 de noviembre de 1945, “Time” llama a Trujillo un “producto acabado de la ocupación de los Estados Unidos” (“Trujillo is the end producto t a U.S. military occupation”).
El profesor Jesús de Galíndez, cuya obra ha sido alabada por Dubois, dice: “La carrera de Trujillo en su origen, es fruto de la ocupación militar norteamericana”. Y podría seguir citando otras fuentes, pero para el caso bastan con esas.
Con una puerilidad impropia en un periodista de su experiencia, Dubois alega que no trata de condonar la ocupación pero que “Trujillo no apareció en el cuadro político hasta seis años después que los infantes de marina habían salido del país”.
Parece habría que darle lecciones de historia contemporánea al señor Dubois. Pero bastará recordar que Trujillo fue oficial, muy servicial por cierto, al servicio de los infantes de marina. Cuando finalizó la ocupación, Trujillo continuó en la Guardia Nacional por recomendaciones de los marinos y mucho antes de asaltar el poder era jefe de Estado Mayor del Ejército Dominicano.
Trujillo no surgió de la noche a la mañana. En 1930 su siniestra figura hacía tiempo que se proyectaba sobre la política nacional. Los nexos de Trujillo con los infantes de marina se han mantenido a través del tiempo. Documentos oficiales del Departamento de Estado, ya publicados, revelan estrechas conexiones entre Trujillo y altos oficiales de la Infantería de Marina, muchos años después de concluida la ocupación.
Dubois no puede atribuir mis críticas a la ocupación militar- la cual todo buen dominicano tiene que censurar-, a un resentimiento personal. Esas críticas, en ningún caso, van dirigidas al pueblo de los Estados Unidos. Considero al pueblo norteamericano con virtudes y defectos al igual que los dominicanos. Pero la verdad jamás ha sido calumnia.
Se equivoca Dubois al sugerir que mis acusaciones contra la política pasada y presente de los Estados Unidos frente a las dictaduras es pago a alguna ayuda de los procomunistas. Nunca he recibido ni buscado esa ayuda. Pero no creo que deba rehuir ciertos temas porque haya alguien que pueda gritar: “comunista”.
Ya McCarthy murió y con él, afortunadamente, desapareció una era de temores y suspicacias en que muchos rehuían la verdad por temor a ser llamados “comunistas”. Me he referido a hechos históricos. Las ideas que expresé fueron expuestas antes por destacados escritores y periodistas norteamericanos. Como ejemplo, me permito recordar al señor Dubois la lectura de dos libros:”The Americans en Santo Domingo”, de Melvin Knigth, y “The Naboth’s Vyneyard”, de Summer Welles. En esa forma se podrá informar mejor de las cosas dominicanas relacionadas con los Estados Unidos.
Dubois duda que alguna agencia de los Estados Unidos entregara fotografías de Cayo Confites a Trujillo. Debo indicarle a este respecto que entre las fuentes que me proporcionaron esa información están altos jefes militares dominicanos.
Es una pena que Dubois haga con ese artículo un flaco servicio a los ideales que alega sustentar. Tiene una tónica marcadamente coincidente con la trujillista. Dubois ayudaría más a los Estados Unidos y la Sociedad Interamericana de Prensa si meditara mejor las aseveraciones que hace. Eso sería más constructivo y más democrático.
Horacio Ornes
San Juan, Puerto Rico,
15 de enero de 1958.