Ayer terminé de leer una novela escrita por Carlos Alonzo, la cual tiene como título: Una Calle numerada. Me deleité recordando los nombres populares de las barriadas obreras de Santo Domingo y de todos aquellos artilugios que realiza la clase trabajadora, para lograr obtener el pan de cada día. El escritor logra retratar los sueños y ansiedades de la gente, en los palmos de las calles como dominio de lo profano.

Es una novela donde la temporalidad es lineal y asociada a los acontecimientos políticos y sociales acontecidos, tras la caída del régimen dictatorial de Rafael Leónidas Trujillo y los preludios del neoliberalismo. Una riqueza de metáforas urbanas que claman para ser voces, en estos lindes fronterizos entre los que tienen el poder y los que no. Un réquiem para entender a posteriori, los tormentos, las faltas o el realismo circular de una cartografía del desarraigo y de la sospecha. Sujetos atrapados en sus acciones para tratar de saltar sobre los rastrojos y despojos de la mala leche que vierten los poderosos.

Alonzo, logra captar, lo real cotidiano de los ambientes sociales marginados. Describe la humanidad que reside en la periferia, la cual se llena de vida con las formas estéticas de los graffiti que son llamados del alma.  Muestra las injusticias cometidas, bajo la dictadura de Balaguer. Por igual describe las luchas urbanas y de cómo se vertió en las calles de Santo Domingo, los dilemas de la guerra fría. Esta novela marca esos significantes que hilaron aquellos espacios para lo no legal, el tomar las leyes en las manos, bajo los signos anónimos de los que deciden aprovecharse de la falta para establecer sus propias reglas.

En el acontecer urbano de Santo Domingo encontramos un colorismo de vidas que se conforman entre los claroscuros bordes que suelen depender de lo que ofrenda los sueños de las videntes y las “boronas” que sueltan los gobiernos para calmar la lucha popular. La amplia variedad de contenido que sacraliza la vida de las personas que tratan de enlazar sus vidas, con los bajos salarios que ofrecen las empresas o industrias para robarse la energía de hombres y mujeres por medio de la explotación salarial.

En la frenética actualidad, no han cambiado los dolores que se agudizan con la falta de seguridad, la desarticulación de los sindicatos, los asesinatos que no logran encontrar justicia, la baja escolaridad, los embarazos en adolescentes, la contaminación, entre otras faltas.

Alonzo, retrata claramente las particularidades que definen el hambre de muchas cosas, amor, progreso, justicia, salario, entre otros. Nos muestra la subcultura de la calle vinculada con la música, los deseos de visualizar otras tierras, la preocupación por el amor y la sexualidad. Por igual, nos señala los límites de las fuerzas oscuras que limitan el ascenso social, la frustración por la continua escasez de recursos económicos y la no garantía de un trabajo que proporcione la oportunidad para dar esos pasos que cambian la vida y lo saquen del barrio y sus dolores.

La obra siempre conduce a algo, aunque en el marco de lo escritural, ese algo esté plasmado en los frutos de historias bien contadas. La narrativa que ofrece Alonzo son memorias de la ciudad de Santo Domingo que no se recogen en los textos de historias.

Como buen narrador detalla los brazos de los poetas callejeros con sus canciones, danzas y performance que describen los cuerpos de las mujeres con sus marcas típicas indo-afrodescendencia en las curvas de sus derrieres. Los destinos son propuestas de vida.

En las barriadas se destacan varias expectativas para el salto de esos lugares periféricos: la de tener unos brazos que logren convertirse en el bateador “firmado” para las grandes ligas de Béisbol, el lograr cruzar el “charco” para irse a New York o conseguir un extranjero que te saque de eso lindes de la ciudad y te ponga a valer con los dólares o euros. En la frenética actualidad, no han cambiado los dolores que se agudizan con la falta de seguridad, la desarticulación de los sindicatos, los asesinatos que no logran encontrar justicia, la baja escolaridad, los embarazos en adolescentes, la contaminación, entre otras faltas. La permanencia de la numeración de las calles es el cristal donde se frotan las memorias. Oye, también son mis recuerdos, porque soy hija de la clase trabajadora.