Hay solo dos caminos. No tres, ni cuatro.
El primero, es recibir una bofetada ahora y el segundo recibir una puñalada más tarde.
Trabajé en 4 países durante 1989 y el 2000 con el BID y me tocó vivir dos procesos de reforma fiscal y varios de reforma del estado, donde tuvimos cierto protagonismo, respaldando a los gobiernos con asesoría y recursos. Eso no incluye los que he vivido en República Dominicana.
En todos los casos, las reformas fiscales abofetean a muchos, aunque al final todo se reduce a que los pobres salen beneficiados (mejora el coeficiente de Gini, que mide la distribución del ingreso), los ingresos mejoran, los servicios públicos también, los ricos empresarios continuaran aumentando sus riquezas y las finanzas públicas se equilibraran un poco más para no seguir aumentando la deuda y el déficit.
Pero deben caer presos dos o tres grandes contribuyentes para acabar con la maldita evasión y desmontar el astronómico subsidio eléctrico, el robo de energía y el tráfico ilegal de combustibles.
Mientras la reforma se discute, habrá protestas y maldiciones. En los próximos meses se realizarán 500 paneles de expertos en el tema, se publicarán más de dos mil artículos en los medios y las redes sociales satanizarán cualquier proyecto de reforma que se presente, aunque sea el mejor del mundo. La oposición jugará su papel llamando a la gente a que se tire a las calles en contra de la reforma.
Habrá disparos de agua, con equipos modernos, piedras volando y gomas quemadas.
Pero esa bofetada, no es para poner la otra mejilla, es para evitar que, si no actuamos ahora con el tema fiscal, recibiremos una puñalada y ahí es que el gas pela.
Poca gente, incluyendo economistas, entienden esta paradoja.
¿Cuántas veces tuvimos que realizar una reforma fiscal bajo presión externa, refiriéndome al FMI? Recuerden las de 1983 y 1992, ambas por crisis internas y con consecuencias catastróficas. Aunque las condiciones económicas mejoraron el costo fue muy alto porque se perdieron vidas.
Ahora no tenemos ninguna presión externa, la economía va por buen camino y el apoyo a la gestión de Abinader es altísima. O sea, es el momento ideal para impulsar varias reformas institucionales y no solo la fiscal.
Porque sin esas reformas, no nos salva ni el medico chino. Es cuestión de tiempo. La crisis, tarde o temprano, llegará y tendremos que actuar bajo presión externa. La puñalada trasera.
En general, nadie niega que la reforma fiscal es una necesidad urgente. Pero cada grupo o sector piensa diferente sobre el contenido de esa reforma. Como diría Cantinflas “Ahí está el detalle”
Reducir el gasto público, OK. Bajar fuertemente las cargas tributarias (incluyendo el ISR), OK. Reducir la evasión, OK. Eliminar o reducir exenciones y exoneraciones, OK. No tocar el ITBIs, OK (que representa el 65% de las exenciones). Bajar los selectivos al consumo, OK. Eliminar el impuesto a los activos, OK. Bajar o eliminar el anticipo, OK. Que su aplicación sea gradual (3 o 4 años)
O, sea, hay cierto consenso con esos OK y comparto algunos de ellos, otros definitivamente NO. ¿Por qué? Porque de dónde diablos el gobierno conseguirá aumentar sus ingresos en alrededor del 2% del PIB ¿Contratando a Madrake el Mago?
Luis Abinader no coje presión de nadie. Sabe que le quedan 4 años mas y ya. Y sabe mas que nadie que el gobierno necesita equilibrar sus finanzas públicas aumentado sus ingresos, mejorar la calidad del gasto, continuar la reforma del Estados y promover leyes importantes en el ámbito laboral, constitucional, justicia, competitividad, seguridad social, responsabilidad fiscal, agua, transporte y energía.
Solo así, su anhelado PLAN META 2036, seria posible.
Mi recomendación al presidente es que envié sus proyectos de reformas directamente al Congreso. Que desde ahí se abran vistas públicas para oír a todo el mundo y que se fijen plazos para someterlas a votación en ambas cámaras. La reforma que envíe el gobierno tendrá cambios y las recaudaciones esperadas no necesariamente serán las aprobadas. Pero por favor, no más parches.