La República Cooperativa de Guyana, presidida por el doctor Mohamed Irfaan Alí (mismo que visitó RD en agosto último) es un país extenso (214,969 km2), con una población inferior al millón de personas. Diríase que no alberga gente para tan vasto territorio. A ojos de buen cubero, parece no tener necesidad de pelear por tierra.
En 1974, el gobierno del presidente Arthur Chung arrendó una porción del territorio guyanés al reverendo Jim Jones, de la secta apocalíptica El Templo del Pueblo, mesías que fundó allí el proyecto agrícola denominado Jonestown, donde cuatro años más tarde (1978) tuvo lugar la matanza de fieles que superó las 900 personas, incluyendo al representante USA Leo Joseph Ryan jr.
Es la misma Guyana que arrastra con Venezuela un grueso y añoso diferendo territorial en torno a la Guayana Esequiba, un trozo de la geografía suramericana de 159,442 km2. La disputa se remonta al siglo XVII, cuando Holanda invade territorio arrebatado por España a los aborígenes del Cono Sur, y en virtud del Tratado de Münster (24/10/1648), la corona española (Felipe IV) reconoce la posesión holandesa al este del río Esequibo. Más adelante interviene Inglaterra, y el pugilato, con masacres indígenas de por medio, se complica y prolonga hasta nuestros días.
Hoy, los gobiernos de Guyana y Venezuela (Irfaan Alí y Nicolás Maduro) se casarían con la gloria si logran una partición que supere reconcomios y reste tensión al continente. Para ello, el Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966 sienta las pautas.
Si bien este acuerdo fue firmado entre Venezuela y Reino Unido, cuando Guyana era Guayana Británica, y aún no había concluido su proceso de independencia, consta que lo convenido entonces gozó de su aceptación. Se entiende, pues, que el documento pactado es un instrumento jurídico válido para abordar la histórica disputa.
Por razones de conveniencia unilateral, Guyana ha vuelto la espalda al Acuerdo de Ginebra, para enfatizar su derecho de soberanía sobre el Territorio Esequibo amparada en el Laudo Arbitral del 3 de octubre de 1899, emitido por un tribunal en París, y en el que los intereses venezolanos estuvieron representados por EEUU, como contraparte de Reino Unido. La sentencia, tipo componenda, como era de esperar, resultó despojatoria para Venezuela, y leonina en favor de Reino Unido y su colonia en Suramérica.
El rechazo de Venezuela no se hizo esperar, y 66 años más tarde halló eco en el Acuerdo de Ginebra, que reconoció como “nulo e írrito” el Laudo Arbitral. En la ocasión se convino en buscar “una solución práctica, pacífica y satisfactoria para las partes”. También, en mantener el área en litis bajo la administración del gobierno guyanés, mientras no se llegue a un acuerdo mutuamente satisfactorio ¿Le conviene a Guyana evadir un acuerdo satisfactorio, para continuar al frente de la administración?
Al calor de su interpretación de la norma, Venezuela aprovechó el momento (1966) para ejercer soberanía sobre la Isla de Anacoco (8 km2), en la zona esequiba, operación que Guyana juzga una ocupación militar, ya que reclama la parte oriental de la misma.
El gobierno de Georgetown se ha negado a sostener negociaciones directas con Venezuela, al tiempo que ha complicado la solución del diferendo al violar lo pactado en Ginebra, y a espaldas de Caracas otorgar concesiones unilaterales a numerosas compañías extranjeras, para que realicen exploraciones petroleras en la zona esequiba.
En 2015, la Exxon Mobil Corporation encendió la alerta al dar a conocer el descubrimiento de importantes yacimientos de hidrocarburos en parte del área reclamada por Venezuela.
No es todo. Con la riqueza petrolera a la vista, en 2018 Guyana acudió unilateralmente a la Corte Internacional de Justicia en busca de una solución acomodaticia. Pese a la objeción de Venezuela, la CIJ, entidad reconocida por su tremendismo pro el occidente colectivo, se declaró competente para analizar la controversia en función del Laudo Arbitral de 1899, no en atención al Acuerdo de Ginebra de 1966.
Desde la constitución de 1821/1830, Venezuela consigna como territorio de la República el que correspondía la Capitanía General de Venezuela antes de la transformación política de 1810. Cónsono con este planteamiento, Brasil reconoce (Tratado de Límites y Navegación, del 5/5/1859), las cuencas de los ríos Orinoco y Esequibo como parte de Venezuela.
A contrapelo, en febrero de 1980, Guyana incluyó el Esequibo como parte de su territorio. Así consta en su texto constitucional. Parece confiar en el respaldo de Reino Unido, y con éste, de EEUU, Canadá y la Unión Europea. No es descabellado. La mala voluntad contra Venezuela está claramente dibujada, incluso en la incautación reciente de toneladas de oro, por el Banco de Inglaterra….
En la República Bolivariana se escucha con fuerza la consigna que reza: “El sol de Venezuela nace en el Esequibo”, lo que indica determinación….
Es de esperar que antes de que la fuerza bruta asome, Venezuela y Guyana flexibilicen posiciones, y hallen fórmulas de avenencia, al margen de la ambición e intrigas foráneas, que tantos problemas han causado y siguen causando en el mundo.