En un artículo reproducido en 1901 en el periódico El Día, con el seudónimo de Cotubanamá, el doctor Francisco Henríquez y Carvajal (1859-1935) realizó probablemente la más certera y vivaz descripción de las capacidades y habilidades del general Ulises Heureaux (Lilís), quien por casi tres lustros, llamados los “tiempos de Lilís por el pueblo dominicano, encabezó un régimen tiránico que puso la nación dominicana al borde de su desaparición por el endeudamiento oneroso que practicó, el cual propició la injerencia de los Estados Unidos en nuestro país. (1)
Al igual que la mayoría de los intelectuales decimonónicos, el doctor Henríquez también manifestó admiración por el déspota Ulises Heureaux de quien recibió una beca oficial, en agosto de 1887, para ampliar sus estudios de medicina en la Universidad de París, además de ser preceptor de su hijo. En una carta que Heureaux le dirigió al ministro Plenipotenciario de la República Dominicana en París, le expresa: “El señor Francisco Henríquez y Carvajal es una persona digna de mi estimación y por su edad y circunspección y carácter lleva el encargo de ser como el Mentor de los jóvenes Gautier y Heureaux”. (2)
En el primer párrafo de su artículo el doctor Henríquez refiere las diversas calificaciones que ha recibido la figura del déspota. El poeta Fabio Fiallo lo llamó el Gran Tirano, el general Gregorio Luperón el Tirano bancarrotero y otra persona cuyo no nombre no refiere lo calificó como una mezcla informe de grandiosidad y de monstruosidad, con lo cual coincide en cierto modo con el historiador Roberto Cassá para quien Heureaux, el “genio tenebroso”, es “el único gobernante que ha tenido la República Dominicana con destellos de genialidad”. (3)
Tal vez por eso Cyrus Vesser, historiador estadounidense, pondera el personaje como alguien “con conocimientos económicos y financieros, destrezas diplomáticas y pretensiones globales”, “un líder informado y astuto, con un amplio entendimiento de las relaciones internacionales sobre todo en su vertiente económica”. Además de “cosmopolita, plurilingüe, financiero, diplomático”. Aunque, en contrapartida, sostiene que este ha entrado a la historia como el “déspota temible”, y lo tilda como “insidioso, malévolo, agudo, cruento, fiero”. (4)
Conforme a lo expuesto por el doctor Henríquez y Carvajal, para Heureaux ejercer su dominación despótica, contó durante con “dos factores primordiales”. Primero, con las “condiciones excepcionales de su persona”, y segundo con recursos pecuniarios suficientes o excesivos, que distribuía de forma desordenada entre partidarios y para atraer a sus enemigos.
Entre sus “condicionales excepcionales resalta que este “ni conocía el miedo ni se rendía al cansancio. Por tierra, por mar, a caballo, a pie, de día, de noche, en tiempo hermoso como en medio de la borrasca, aquel hombre estaba siempre de pie, incansable, incontrastable, con el mismo porte ligero después de recorrer treinta leguas a caballo, como después de levantarse de un Consejo de Gobierno; con el mismo aire impasible o satisfecho, después de presenciar uno de esos crímenes, como después de salir de uno de sus ruidosos bailes”.
Con su “asombrosa actividad” y el “don de la ubicuidad”, Lilí penetró todos los intersticios de la vida administrativa del Estado hasta lograr absorberlas, además de invadir los ámbitos de la vida social y privada hasta imponer su persona donde la consideraba necesaria o decorativa:
“¿Había que vencer a un enemigo? ¿Había que sofocar algún motín? Ahí estaba él. ¿Había que celebrar una entrevista de carácter internacional? Ahí estaba. ¿Había que presenciar la inauguración de alguna empresa agrícola en el fondo de la bahía de Samaná? Ahí estaba. ¿Acaecía una quiebra comercial? Alí estaba. ¿Se trataba de abrir la barra del río Ozama? Él mismo dirigía los trabajos. ¿Una combinación financiera? Él la discutía. ¿Una sentencia del Tribunal? Él la inspiraba.
¿Estaba enfermo el Jefe de la Policía? Pues le buscaba los médicos que debían asistirlo y se convertía en enfermero, ayudando a hacer uretrotomías, a pasar sondas y poner emplastos. El tiempo parecía alargarse para dar cabida a cuanto su persona podía dar de sí. Y el ojo siempre abierto, siempre alerta. Y el cuerpo siempre ligero para acudir en el momento oportuno. Y el ánimo siempre dispuesto para arrojarse al peligro. ¡Qué hombre! ¡Qué hombre!”.
El general Heureaux, que acumuló la mayor cuota de poder personal del siglo XIX, de forma autodidacta aprendió a leer y escribir correctamente en inglés y francés, competencias a las que unía su facilidad de “expresión y seducción”, con un “don de persuasión que raros hombres poseen”. Además, “siempre estaba de acuerdo con su interlocutor, no habiéndolo estado nunca sino con su propio pensamiento, oculto allá en las profundidades de su cerebro”.
Por haber participado en numerosas contiendas bélicas a lo largo de su vida, Heureaux conocía “cada palmo del territorio de la República y de cada hombre que la habitaba. Toda la vida nacional estaba reflejada en su espíritu, anotada y registrada con signos inequívocos, de modo que a cualquiera hora del día o de la noche podía responderse a sí propio con exactitud cualquier pregunta, cualquier consulta. ¡Qué hombre tan terrible! ¿Lo vomitó el averno? ¡Cuántas maldiciones llovían sobre su cabeza y cuántas no llueven y lloverán sobre su memoria! ¡Tétrica figura!”.
El doctor Henríquez y Carvajal reconoce que al margen del “pavor” que inspiraba, en la figura de Heureaux “se encarnaron condiciones sobresalientes de corporeidad y de carácter que le permitieron vencer en la tremenda guerra que contra él armaron los elementos más vigorosos de la sociedad dominicana”, pero pudo vencer a sus enemigos por los cuantiosos recursos de que dispuso.
Los empréstitos y el ascenso político
El “período fúnebre”, el verdadero desarrollo del gobierno de Heureaux, principia luego de las victorias de 1886 y 1887. Ante la falta de recursos para mantenerse en el poder, “imaginó los empréstitos”. De 1887 a 1889 contrajo una deuda nominal de más de 15 millones de dólares, mientras en el interior, incluyendo los billetes de bancos y moneda falsa, la deuda flotante ascendía a más 5 millones de dólares.
En ese mismo lapso, las aduanas y demás rentas de la República debieron producir por encima de 16 millones. El doctor Henríquez y Carvajal, quien en la época en que escribió este artículo se desempeñaba como secretario de Relaciones Exteriores del primer gobierno de Juan Isidro Jimenes (del 15 de noviembre de 1899 al 2 de mayo de 1902) y negociaba el peliagudo problema de la cancelación deuda externa, estima que si a esta última cifra se le restaban 5 millones del efectivo ingresado de los empréstitos, la cifra quedaba en 26 millones, número redondo para un período de once años. De modo que la dictadura de Heureaux gastaba dos y medio millones dólares cada año.
De ahí concluía el doctor Henríquez y Carvajal, a quien se consideraba uno de los hombres más ilustrados de su época, que el factor económico era la base de sustentación del sistema político de Heureaux, el cual creó por medios ilícitos, pues con el “maravilloso poder de que estaba dotado para producir fantasmagorías”, lograba eludir la autoridad legal de la célebre Improvement Company y de este modo disponer de mayores recursos financieros. Las dos maniobras más usuales empleadas por el tirano fueron dilatar de forma indefinida las reformas fiscales y el rejuego de nombrar y cancelar a los interventores de aduanas. (5)
Como portador de ideas liberales, el doctor Henríquez y Carvajal abogaba por el establecimiento de un gobierno civil y liberal, el más sencillo y el más barato, y el único que convenía a la República. El pueblo dominicano, entendía el ilustrado pensador, había aprendido que los gobiernos anormales, irregulares, despóticos, de fuerza, solo son estables cuando coinciden en un hombre y en una situación los dos factores que concurrieron en Heureaux y su tiempo, y son contrarios al ordenamiento nacional.
Referencias
(1) El doctor Henríquez y Carvajal publicó sus artículos económicos y políticos en el periódico La Lucha con el seudónimo de Cayacoa, y los de contenido político en El Liberal, amparado en el seudónimo de Cotubanamá. De los mismos se hizo un primer tomo titulado Cayacoa y Cotubanamá, Santo Domingo, Imprenta La Lucha, 1900. Los demás artículos aún permanecen inéditos.
(2) Max Henríquez Ureña, Mi padre. Perfil biográfico de Francisco Henríquez y Carvajal, Santo Domingo, s/f, p. 21. Se trataba de Salvador B. Gautier y de Ulises Heureaux hijo.
(3) R. Cassá, Ulises Heureaux. El tirano perfecto, Santo Domingo, Ediciones Tobogán, 2001, p. 9.
(4) Cyrus Vesser, Antología de cartas de Ulises Heureaux (Lilís), Santo Domingo, Archivo General de la Nación, vol. CCXLIX, 2015, p. 23. Eugenio Deschamps y el periodista Juan Vicente Flores, autor del libro Lilí. El sanguinario machetero dominicano, fueron los dos oponentes más formidables de Heureaux.
(5) C. Veeser, Antología…, pp. 29-30.