(Manuel Núñez Asencio es miembro de número de la Academia de Ciencias de la Republica Dominicana)

 De todos los abogados  involucrados en las refriegas de un tribunal adverso, el más heroico ha sido Guillaume Chretien Lamoignon des Malesherbes (1721-1794). El que fuera dos veces ministro de Louis XVI había renunciado a su régimen, pero ante la amenaza de la guillotina decidió defender a aquel hombre, enfrentado a un circo romano que pedía el paredón, sin respeto alguno a su presunción de inocencia. Malesherbes puso su inteligencia para arrancar de la reluciente guillotina el cuerpo de Louis XVI.

Quien enfrenta a un tribunal trasnochado, de corte revolucionario y malicioso, sabe que no caben los argumentos, porque se acude a la vocinglería y aparece una turba fanatizada que se ocupa de anular todo razonamiento. Eso fue lo que sucedió el sábado 24 de febrero en un juicio amañado contra la gestión de don Eleuterio Martínez, presidente de la Academia de Ciencias, hombre afable, un caballero de la conciliación, preocupado desde siempre por el saber científico y el desarrollo dominicano.

Esa asamblea fue convocada a petición de un pequeño grupo de miembros. Ellos habían repartido en las redes un pasquín desacreditador para caldear el ambiente, firmado  por don Adolfo López, fiscal y también al final  moderador del evento.

Al principio, el doctor José Joaquín Puello era el moderador asignado por la asamblea, pero la vocinglería e intolerancia de los opositores lo exasperó al punto de retirarse de aquella asamblea.  En un ambiente de dieciocho brumario, el inquisidor se propuso como moderador.  ¡Imagínense a Robespierre, gran acusador y acosador, convertido en moderador!

Entonces, el académico Milcíades Mejía, conocido dirigente y antiguo presidente de la institución, un hombre habitualmente moderado, leyó con la complicidad del fiscal y moderador, un muy largo texto contra don Eleuterio preñado de supuestas violaciones, acusaciones sin fin, reprobaciones apocalípticas para preparar la encerrona.

Tras escuchar la montaña de cargos vertidos en su contra, era posible imaginar en medio del bochorno de aquella asamblea extraordinaria, que sería conducido ipso facto a un calabozo de Najayo. Solo al final de ese diluvio de  imputaciones, don  Adolfo López permitió al acusado expresarse.

Don Eleuterio pidió a la asamblea que examinara dos auditorias. Ambas solicitadas por el propio presidente de la Academia, que todavía se están elaborando, a saber,

– Auditoria de la Contraloría

– Auditoria  del PEPCA

Eleuterio Martínez dijo literalmente “Si esos informes son negativos, si me he robado un peso, yo mismo les entrego mi renuncia y me voy para mi casa”.

Pero el tribunal revolucionario no oye ni escucha, no tiene límites en su acoso, y López, el moderador, pidió a la Asamblea que votara la renuncia inmediata del presidente a su cargo.

De una Asamblea de cuarenta miembros presentes en la sala, solo siete votaron por la destitución. Fueron los mismos opositores que hablaron todo el tiempo en contra de Eleuterio, los mismos que presentaron argumentos falaces, los mismos partidarios de la gatica de María Ramos que tira la piedra y esconde la mano.

Así las cosas, se quedó en esperar los resultados de las dos auditorias solicitadas por el presidente de la Academia y mencionadas arriba para entonces convocar a una nueva asamblea y evaluar el alcance de las mismas.

Confiemos en la sensatez de los miembros prestigiosos de la Academia de Ciencias y en un esperado mínimo respeto institucional que deben exhibir los ansiosos opositores para leer las dos auditorias que pidió el presidente de la Academia. ¡Paciencia, señores.!

Esperemos que los que acusan sin tener pruebas y desprestigian a un académico sin tomar en cuenta sus logros, sean sensatos ya que nadie ignora que quizás por eso es tanta la desesperación que tienen. Probablemente, es la abundancia de proyectos lo que ha desatado la ambición desmedida expresada en  el fiero comportamiento de ese pequeño grupo. Habrá noticias y daremos debida cuenta de lo que vaya ocurriendo.

Vuelvo al ovillo de mi reflexión inicial, y les explico por qué estoy defendiendo a don Eleuterio Martínez. Es porque me siento solidario y en momentos y circunstancias como estas mi siempre admirado  Malesherbes se habría escandalizado del desprecio que toda esa gente siente por la dignidad de los demás. A estas personas no les ha temblado el pulso en ningún momento para echarle públicamente a los perros la honra de un hombre.