Hay un señor que por pagar impuestos cree, el inocente, el iluso, el pariguayo, el ingenuo, el pendejo, que en este país tiene derecho por lo menos a caminar. A caminar por la ciudad, por las aceras, por los parques, por los caminos, por las veredas, por donde se pueda.
Le gusta caminar y lo ha hecho por campos, valles y montañas desde joven, adolescente, adulto y ahora que ya carga unos buenos años en la cédula de identidad lo sigue haciendo casi a diario durante unos buenos kilómetros porque piensa que caminar es sano para la salud del cuerpo y de la mente, para la oreja izquierda, y el píloro ese que vayan ustedes a saber por dónde queda.
Que es bueno para el optimismo, para conservar el buen humor y además le permite socializar con otros-as colegas-os amigos-as del carrito de San Fernando ese tan ecológico que va un rato a pie y otro andando,.
O con los-las que hacen eso tan moderno del jogging, los-las que corren a pierna pelada, o pasean con o sin sus perros-as con sus bolsitas recogedoras de caca. Por suerte el dominicano-a está practicando cada vez más la barata y buena costumbre de hacer el ejercicio de andar sin obligación alguna.
El señor inocente del inicio del escrito se empeña en ir por las aceras de la capital que por sus hoyos y cráteres más parecen las de Ucrania después de los intensos bombardeos rusos, con tanques destrozados encima de ellas a riesgo caerse como le ha sucedido varias veces y romperse una pierna, el hombro o la crisma. Además de inocente, es temerario.
Así mismo ese señor que también es iluso le gusta pasear a todas horas, por las mañanas, por las tardes y hasta cuando comienza oscurecer tanto por los parques como por diferentes barrios de la ciudad, aun sabiendo que se juega el físico en el asalto o el atraco del malandraje que nos gastamos. Además de iluso, es testarudo.
Además ese señor es un pariguayo que prefiere ir en muchas ocasiones a su trabajo y siempre al supermercado a puro pie en lugar de tomar el automóvil porque piensa que además de beneficioso para el body es más ecológico y evita el estrés, escuatro, escinco, del caótico y peligroso tránsito capitaleño. Además de pariguayo, es terco.
El señor por si fuera poco es ingenuo se arriesga a cruzar las calles con o sin semáforo a riesgo que un alocado delivery que no sabe lo que significa preferencia en un paso de peatones, o un conductor de la especie saltasemáforosenrojo tan abundante en nuestra fauna automovilística se lo lleven por delante hasta el hospital o el cementerio, Además de ingenuo, es suicida.
El señor sobre todo es pendejo, piensa que a los gobiernos y en especial los ayuntamientos que han pasado, pasan y pasarán por Santo Domingo creen que los peatones son unos parias, unos zarrapastrosos y se merecen todo lo malo que les pasa es por ir a pie y no en lujosos carros con chofer como disfrutan sus funcionarios. Además de pendejo, es realista.
Ese señor que es inocente, iluso, pariguayo, ingenuo, pendejo y que además es temerario, testarudo, terco, suicida y realista soy yo, el peatón Empecinado.