En su versión número veinte y cinco (25) calificándola como internacional, nuestro mayor cónclave del libro necesita un impulso más dentro de su aura de crecimiento continental y mundial: La creación del mercado internacional del libro dominicano.

Ese necesario mecanismo de gerencia e intercambio intelectual del país debe ser ponderado por la presidencia de la República y las autoridades del Ministerio de Cultura para implementarlo en la edición veinte y seis (26) del más extraordinario evento literario del país.

Para la sociedad dominicana ha resultado evidente que en los últimos veinte y cinco (25) años han aumentado los escritores, los lectores y las obras producidas en las universidades, grupos y talleres literarios. De manera extraordinaria, existe un poderoso conjunto de seres humanos vinculados a la literatura dominicana, que han tomado la favorable decisión de publicar por su propio esfuerzo las obras de su autoría. Esos escritores y editores independientes entienden que sus aportes literarios deben ser dados a conocer ante nuestros públicos en principio, y ante el sector internacional posteriormente, en un evento de gran magnitud como la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo.

Esos arriesgados autores nacionales que en los últimos quince (15) años han mantenido activo el mercado nacional del libro, merecen que la presidencia de la República a través del Ministerio de Cultura, auspicie dentro del marco de la feria internacional del libro de cada año, un cónclave que les ayude a vender, comprar, imprimir, mercadear y difundir las obras literarias que por cuenta propia, con patrocinios públicos y privados, se animan a publicar, los autores y emprendedores nacionales del libro.

Este punto de vista que sólo persigue ofrecer una humilde sugerencia al sector cultural estatal, no es un extraordinario invento de quien escribe estas líneas. Esa estructura mercadológica del libro existe en casi todas las ferias internacionales del libro, y como la nuestra también posee esa calificación mercadológica e institucional, también podría implementar tan importante estructura comercial del libro.

La idea es que durante los días de la feria autores nacionales programen citas con editoras y distribuidoras internacionales del libro. De ese contacto profesional pueden surgir múltiples negocios en torno al libro que solo beneficiarían nuestros autores, sus obras y, de manera tangencial, se benefician los sectores Cultura, Educación, Turismo y Relaciones Exteriores.

Ese contacto cultural y comercial posibilitaría la proyección internacional de la literatura dominicana, sus escritores, y la amplia diversidad temática de nuestros rasgos históricos, costumbres y tradiciones. De esas argumentaciones creativas nacionales podríamos tener presencia ocasional en series de televisión, películas largometrajes de ficción, así como en cortos y documentales que los circuitos internacionales de la televisión por cable, y diversas plataformas multimedia podrían colocar en su programación habitual.

También por ese mismo conducto los destinos geográficos y los productos agrícolas que se producen en nuestros campos podrían ser demandados por grupos empresariales de todo el mundo, provocando la obtención de nuevos capitales, y la instalación de empresas en territorio nacional, creando nuevas fuentes de empleos y divisas frescas.

De modo que al hacer un mayor esfuerzo logístico y económico en torno a la Feria Internacional del Libro, estaríamos creando un mecanismo dinámico para la producción, venta y distribución del libro y los autores nacionales. Pero a la vez dinamizamos colateralmente otros sectores del aparato productivo nacional.

En esa nueva estructura bibliográfica tendrían cabida autores del pasado, contemporáneos, la joven literatura, así como la literatura del pasado reciente. Ese mercado del libro provocaría un tránsito permanente de obras y autores internacionales en el país, reactivando la editora nacional, librerías, bibliotecas, ferias regionales, talleres y centros culturales de toda la geografía nacional.

Se suma a esa realidad la intervención diplomática de nuestras embajadas y consulados diseminados en casi todo el universo. En éstos organismos estatales resultaría vital la gestión de los agregados culturales y comerciales para impulsar en ambas vías una alianza de tal naturaleza.

Ojalá los asesores culturales y políticos del presidente de la República, Luis Rodolfo Abinader Corona, le motiven a implementar esta propuesta al iniciar su segunda gestión de gobierno.