Quiero pensar que cuando le llamaron “Justo” marcaron su destino. Le esperaba la más alta corte de justicia, una que, al momento de su nacimiento, apenas se abría caminos en la historia universal de la justicia constitucional.
No podía dejar pasar la ocasión para referirme a la impronta de Justo Pedro Castellanos Khoury.
La única vez en mi vida que me coloqué el sombrero de empleada fue cuando fui letrada de su despacho, desde el año 2012 hasta el año 2019. Yo, que sigo queriendo creer: creo que fueron cosas de Dios.
El juez Justo es, además, sabio y supo elegir con lupa un equipo conformado por excelentes profesionales quienes, como él, han tenido un compromiso con la democracia, con la dignidad de las personas y con los derechos humanos fundamentales: un dream team, liderado por él y cuyos primeros integrantes fuimos Renny Reyes, Kharim Maluf, Pilar Pichardo, Jeannette Reyes y esta servidora.
En su labrado camino por el Tribunal Constitucional, para Justo Pedro Castellanos Khoury el detalle, la excelencia y la decencia fueron su marca personal. Tanto como lo fue el trato amable hacia cada una de las personas con las que tuvo trato. Incluso cuando en muy escasas ocasiones su dream team no estuvo de acuerdo con alguna postura suya, el diálogo disidente fue siempre respetuoso.
Él es ejemplo de que para ser buen juez constitucional, no es preciso formarse previamente en la carrera judicial. Lo injusto nunca le fue indiferente y se preocupó por revertir aquello que le pareció arbitrario, procurando que desde su despacho se diseñen propuestas de soluciones justas y apegadas al derecho constitucional, realizando un ejercicio genuino de colocar a las personas en el centro de sus propuestas.
Como juez, fue un estudioso comprometido. De su biblioteca, recuerdo cómo la línea recta y precisa de tinta negra de una felpa marca todos los libros que ha leído para formarse sus propios criterios y diseñar sus propias teorías sobre el Derecho Constitucional. Nunca dejó en manos de otros su propio compromiso con el estudio y, mucho menos, con la excelencia con la cual revistió todos los proyectos dejados a su cargo, en las distintas funciones que realizó en el Tribunal Constitucional.
Se puede describir como una persona para la cual su esposa, hijos e hijas, madre, tías, en fin, su familia, está en un lugar primordial en su vida. Su trayectoria es más que un ejemplo de la calidad humana forjada a lo largo de su vida, es también la ocupación y la preocupación por el ejemplo que deja para su descendencia.
Se ocupó de que su despacho siempre hiciera el mayor de los esfuerzos por mantenerse al día en su carga laboral. Y en su rendición de cuentas, queda clara evidencia de la calidad de sus proyectos de sentencia, pues en su mayoría estos fueron aprobados por el Pleno del Tribunal Constitucional. Sus votos, largos pero redactados con la preocupación de que queden claros sus motivos, son verdadera fuente de referencia doctrinaria en materia procesal constitucional, incluso para quienes no comparten sus criterios.
Pedro Justo, su hijo, le preguntaba con curiosidad ¿a qué te vas a dedicar ahora?
Pienso que sea lo que sea que haga en lo adelante, ya la historia tiene páginas importantes para dedicarle al gran juez que tuvo esa primera cohorte del Tribunal Constitucional. Y no como funcionario, ni burócrata, ni justiciero, ni estrella, ni mucho menos político, en aquella visión de Alejandro Nieto. No. Sino como un hombre imperfecto con vocación de servicio que intentó muchas veces ser buen juez y ser justo, apegado al derecho, respetuoso de la Constitución, sensible a los derechos de las personas y con un alto sentido de la Nación a la que le acaba de entregar -con dignidad, sin deudas pendientes, ni cargas vergonzosas-12 años más de su vida.