“La vida es un suspiro. Y solo lo recordamos cuando somos testigos de episodios atroces a la altura de una historia de horror. La vida es un suspiro y -como tal- se esfuma…” Stephanie Pérez Nova.-

El pasado lunes 6 de junio fue un día trágico. La razón de la muerte de quien era ministro de Medio Ambiente, Orlando Jorge Mera, no está completamente clara, pero ello no ha sido ni es óbice para que la sociedad lamentase la irreparable pérdida de un ser humano apacible y bondadoso.

Hace unos años una amiga me compartió la valiosa idea de crear espacios de manejo de emociones en las escuelas primarias. República Dominicana no puede permitirse continuar fomentando la irreflexividad y el irrespeto de los valores de los conciudadanos. La vida humana vale lo que quepa en el bolsillo del agresor. O en su cuenta de banco. O su ego. Y a veces mucho menos que eso.

Al margen de la pérdida, es tiempo de que el liderazgo dominicano se ocupe del cultivo de cualidades humanas, de la siembra de bondad, de empatía, de responsabilidad afectiva. Es hora de que el Estado dominicano propicie la construcción de hogares que generen plataformas de securitización de nuestros niños. La violencia y precariedad social son dos factores que golpean a nuestros futuros adultos. Y más adelante estos futuros adultos nos golpearán a nosotros. Es momento de que la familia asuma su rol de formadora de ciudadanos. Es hora de que el individuo blanda el arma del respeto al derecho ajeno.

La violencia genera miedo, pero el miedo y la violencia tienen el mismo potencial de robarnos nuestra tranquilidad y nuestra libertad. No vivimos en plenitud a causa de la violencia. No vivimos en plenitud a causa del miedo. No quiero atribuir responsabilidades ni buscar eximentes. Este es un llamado, simple, a la cordura individual y a la prudencia familiar. Este es un clamor por la sensatez del Estado. La vida y muerte de Orlando Jorge Mera nos legan una enseñanza importante: siembra bondad. La bondad perdura; el hijo del odio y la avaricia tiene patas cortas.