La génesis reciente del conflicto israelí-palestino se remonta a la década de 1920. Años antes un señor, de nombre Teodoro Herzl, había escrito un libro propugnando por la creación de un Estado para el pueblo judío. En su momento se pensó en Uganda, en Argentina y, más seriamente, en Palestina como potenciales territorios para ello. Muchos sabemos el resultado.

En una primera instancia la toma de territorio palestino por parte de los judíos se produjo de forma legal, pacífica y hasta espontánea. Esencialmente, los migrantes judíos hacia Palestina compraron tierras de los palestinos. Para 1947 ya habían comprado el 10% de la tierra de Palestina. En ese año la Organización de las Naciones Unidas (ONU) decide la partición en dos Estados, uno judío y uno árabe, del Mandato Británico sobre Palestina. Los palestinos enfocaron sus esfuerzos en pelear contra la instauración de un Estado judío. A pesar de ello, en mayo de 1948 David Ben-Gurion proclamó el Estado de Israel. Los palestinos no hicieron lo mismo.

La fórmula de 1947 de la ONU es lo que se conoce como ‘la solución de los dos estados’. Como he dicho, cayó en saco roto en lo que a Palestina respecta. En 1993 y 2000 se estuvo cerca de la creación del Estado palestino, pero el plan tampoco se materializó. Habiendo Israel nacido al amparo de esa fórmula, y consolidándose como se consolidó en tanto Estado, la alternativa de la creación de un Estado palestino fue cayendo en un rezago cada vez mayor.

La respuesta de Israel a los ataques de Hamas ha sido contundente y expresamente específica: el gobierno israelí quiere acabar con Hamas, el movimiento político y paramilitar yidahista responsable de los ataques del 7 de octubre. Los analistas se preguntan, sin embargo, ¿y después qué? Afganistán dejó una lección importante: la lucha contra un grupo sindicado como terrorista no necesariamente garantiza su erradicación. En cualquier caso, más allá de la erradicación de un grupo de tal naturaleza hay todo un conjunto de aristas subyacentes que atacar. Erradicado Hamás, ¿qué viene? A finales de octubre el presidente Biden expresó que el conflicto debe terminar con una visión de la solución de dos estados. Rishi Sunak, primer ministro de Reino Unido, ha dicho que el camino más seguro para la paz es la solución de los dos estados. El presidente Macron ha dicho que esa solución es la única salida posible de la crisis. En igual sentido se ha pronunciado el primer ministro libanés, Najib Mikati, quien ha develado su plan de acción para la paz en la región.

Desde el punto de vista político, Israel (el estado/país) es una construcción maravillosa. Es el resultado de la mezcla de visión, ambición y estrategia. Desde Teodor Herzl hasta David Ben-Gurión, el pueblo judío se dotó de tenacidad, de relaciones internacionales y de un cuerpo paramilitar que le permitió no solo defender, sino consolidar su idea de constituirse en un país, de forma tal que se le diera al pueblo judío un pedazo de tierra que le permitiese evitar los sufrimientos propios de los maltratos de otros países hacia ese pueblo. Los judíos lucharon por un país y lo consiguieron con su voluntad y el apoyo indiscutido de la comunidad internacional. ¿Le toca ahora a Palestina?