¿«El ladrón y la chimenea» podría ser el título de una película de terror… o romántica? Un desquiciado entra a un hogar, dulce hogar, por el sitio más inesperado. Intuimos, no sin sobresaltos, lo que va a pasar: el-no-invitado trata de saciar su locura con la sangre de los que allí viven, al tiempo que ellos intentan salvarse.

Ahora imaginemos el film de amor. Para este intrépido Romeo, la chimenea es la única vía que tiene  para acercarse a su amada, quien vive encerrada por decisión del padre, que piensa (digamos que justificadamente) que el pretenso es un bueno para –casi– nada. En ambas historias damos por hecho que el protagonista no tiene problemas para franquear ese tubo que echa humo. Sin embargo, si se quedara atorado, no habría ni muertes ni besos. En la primera no tendríamos nada de horror y mucho de bostezos. En la de amores frustrados, sería eso, decepción y aburrimiento para la pareja que no cuaja. Todo esto no sale en la cartelera, sino en las notas de la sección internacional.

Por culpa del gordinflón que cada diciembre llega con sus dizque regalos, estamos seguros que entrar por la chimenea es la cosa más sencilla del mundo. Al menos eso creyó un joven de 24 años en los Estados Unidos, en un suburbio de Washington DC. A pesar de que el hecho ocurrió cuando las fiestas navideñas todavía estaban frescas en el recuerdo, él no pensaba en dejar obsequios; por el contrario, buscaba llevárselos: dólares, joyas, ¿acaso una tele con pantalla plana?

Como el destino es sarcástico y adora las bromas intensas, dispuso que el presunto malhechor se quedara atorado a medio camino. Ni pa’trás ni pa’delante. Inmovilizado como un carro sin combustible, no pudo remontar el caño de cemento ni mucho menos cruzarlo. Su única escapatoria era hacerse notar para que lo ayudaran a salir de esa trampa.

La noticia no menciona cuantas personas vivían en esa residencia de Silver Spring, en Maryland, sólo que aquellas, el sábado 8 de enero, a eso de las tres de la madrugada, fueron interrumpidas de sus lindos sueños por culpa de unos ruidos raros, cuyo origen ignoraban. Llamaron a los expertos del 911 y ellos tampoco encontraron nada. ¿Al atracador principiante le dio vergüenza que lo sorprendieran en tan ridícula situación que prefirió hacerse el mudo?, ¿la policía no tenía ganas de trabajar a esas horas en pleno fin de semana y al percatarse que la televisión seguía en su lugar, optó por largarse a descansar a la comandancia?

No obstante, el ruido seguía y los desvelados sintieron una presencia que definitivamente no era la de Santa Clós. Insistieron en los pedidos de auxilio y a eso de las 5 de la mañana, bomberos y más bomberos, hasta alcanzar los doce, irrumpieron en la sala. El precioso muro tuvo que ser removido… a mazazos. Qué habrá pensado el dueño mientras veía como destruían su casa…con delicadeza, tampoco era cosa de lastimar al singular convidado.

Unas dos horas duraron los trabajos de destrucción, digo de rescate. Los bomberos hicieron un boquete y descubrieron unas piernas sin pantalones rojos. A las 7:30 vino una ambulancia y  se lo llevaron a un hospital. El sheriff del condado de Montgomery levantó el acta de rigor y dio dos sorbos a su café desabrido.

Más allá del tono jocoso de la nota, no puedo dejar de hacerme preguntas de “enorme trascendencia”: ¿Quién habrá recogido el tiradero, los restos de pared, los ladrillos rotos e inservibles y el mucho, mucho polvo?, ¿la señora, el pater-familias, los niños, si los hubiere?, ¿Quién va a pagar los platos rotos, o sería mejor decir, los muros? Probablemente la casa esté asegurada, pero los del seguro no sueltan el dinero así como así. Necesitan verificar, pedir papeles, hacer investigaciones y mientras  tanto, los agujerotes por donde se cuela el viento (y en un descuido, otro ladrón) es motivo de alarma. Y la más importante, ¿qué pasará con el aprendiz de Papá Noél, lo mandaran a la cárcel por tentativa de robo, allanamiento y etcétera o la familia estará dispuesta a otorgarle el perdón?. ¿Además del costo de las reparaciones, le impondrán una indemnización por daño moral?  Demoler la ilusión de que El Barbas no se sirve de las chimeneas no es un trauma menor.

Por otro lado, ¿qué dirá el acusado, cuya identidad no ha sido revelada, alegará que andaba de fiesta desde el 31 de diciembre y que se había confundido de casa? ¿Qué, en efecto, como si se tratara de una película de amor malísima, aquel día estaba buscando a su novia para darle una sorpresa (llevaba un anillo de compromiso en el bolsillo), pero que las chimeneas todas se parecen, especialmente de noche, como los gatos? ¿Señalará que estaba sin trabajo desde no sé cuándo y que si las deudas y la depresión y…?

Ya para terminar, recuerdo que Julio Cortázar colgaba en un tablero de la cocina las notas que le parecían insólitas. ¿Cuántas habrá tenido sobre chimeneas abrazando a visitantes curiosos?