El silencio puede convertirse en un buen aliado si sabemos valorar todo lo que nos ofrece. Soy de la opinión que sostiene que, el tiempo que nos regalamos para estar a solas, es invaluable, ya sea para irnos pensando en todo y en nada al mismo tiempo o simplemente para estar acompañados de nuestra propia existencia.

Este momento nos sirve para hacer un ejercicio de introspección con la finalidad de dejar que los pensamientos hagan de las suyas en nuestras cabezas y jueguen el rol de juzgarnos, maltratarnos, felicitarnos, retarnos, evaluarnos o tranquilizarnos. Lo cierto es que, los pensamientos son libres y hay que dejarlos ser cuando llegan. Lo importante es saber que estos son guiados por el único ser que puede controlarlos: nosotros mismos.

La vida nos carga con millones de temas a diario y sin querer queriendo nos lleva al punto de saturar nuestra existencia y provoca que, en algunas ocasiones, explotemos de mala manera. La vida, por hermosa que sea, con sus mismos diversos temas, nos roba, por igual, la energía, la buena vibra, la esperanza o el deseo de continuar. Asimismo, puede que, el conjunto de todo lo mencionado, nos robe la paz y nos regale inseguridad en muchos aspectos personales.

Abrazar la soledad es una invitación para aprender a disfrutar, estar a solas y en ese silencio, poder descubrir o alimentar la energía que necesitamos para dar pasos distintos o arriesgarnos a estar fuera de nuestra zona de confort. Hay tantos lugares que podemos elegir para encontrar esa paz que necesitamos. Particularmente, siento que la naturaleza, es sus distintas esferas y ambientes, nos permite conectarnos con nuestro propio ser para irnos al mundo de la sabiduría en donde encontraremos la calma requerida que nos llevan al camino donde se encuentran las grandes y únicas respuestas a todas nuestras preguntas. Así que comencemos por decirle a nuestra mente: «silencio, apágate, que ahora voy yo».

El silencio es una terapia que nuestra mente necesita más de lo que imaginamos porque, en lo particular, he descubierto que, podrías entender que el mundo puede fallarte en muchos escenarios de los que vives, pero no puedes dejarle al mundo la tarea de encontrar la solución para calmar tus frustraciones, porque nunca será personal cuando sientas que existe una conspiración en tu contra, cuando solo son circunstancias vitales en donde has salido lesionado; ahora bien, es necesario, llorar menos y hacer más,  justo cuando entiendas que necesitas evaluar las cosas que permites que te afecten y así hacer ellas la  fortaleza que guía a tu espíritu a encontrar el camino que te hará más sabio, fuerte, experimentado y capaz como buen vencedor.

La filosofía del vencedor resulta ser romántica, pero igual es cierta. Somos seres sensibles a los hechos que minimizan nuestras capacidades mentales o físicas, pero ¿realmente puede vibrar bonito un ser que no ha experimentado situaciones turbulentas?

Las llamadas “turbulencias” son necesarias para formar ese ser que mañana podrá educar más adelante desde su experiencia y, ¡adivinen!, estas experiencias nacen de las situaciones más críticas, dolorosas, fuertes o las que nos hacen, en apariencia, más daño.

Ser seres razonables nos permite distinguir lo que humanamente llamamos bien o mal en donde gozamos de la capacidad de decidir si deseamos salir de los hoyos negros que enfrentamos para convertirnos en seres superiores que han avanzado ciertos escalones vitales que conducen hacia el camino constante de vivir en la plenitud, siendo conscientes de que “la felicidad” no es estar siempre contentos y sin problemas, más bien, es el estado en donde se lidia con los problemas cuando llegan y se aceptan sin dejar que estos nos derrumben.

En definitiva, la soledad es una opción que todos podemos elegir tener. Alejarnos de las opiniones, es incluso un poder, que decides usar para lograr apagarte, para poder escuchar algo más que tu propia voz y, así lograr conectar con una vibración que nos endereza el pensamiento, tranquiliza el corazón y nos llena de fuerzas para volver a introducirnos al ruido.

Abracemos la soledad, vibremos bonito.