Espaillat (1823-1878), hijo de Pedro Espaillat Velilla y de María Petronila Quiñones, es una de las figuras cimera del pensamiento liberal cibaeño, orientación ideológica para la cual la educación constituía el pilar fundamental para el progreso de la sociedad. Se formó como autodidacta en el marco familiar, orientado por su tío, el Dr. Santiago Espaillat, quien actuó como su preceptor. A los doce años estudió inglés, francés, matemáticas, agrimensura, música, aunque su vocación se orientó al estudio de la historia natural. (1)

Probablemente por influencia de su tío, se dedicó a estudiar las ciencias físiconaturales, lo cual le permitió formarse como médico empírico y adquirir conocimientos especializados en farmacoquímica. Emilio Rodríguez Demorizi ha destacado la “sorprendente semejanza” fisonómica e intelectual entre Espaillat y Benjamín Franklin. Destaca entre ambos la idéntica “pureza moral”, “precisión del razonamiento”, “clarividencia práctica de las cosas” y “el mismo don del buen sentido”. (2)

De igual modo, a Rodríguez Demorizi le sorprenden los “rasgos comunes” entre Domingo Faustino Sarmiento y Espaillat:

“[…] el agente moral, el maestro ideal encarnado en Sarmiento, aun al ejercer la presidencia de la Argentina, también lo encarna Espaillat, quizás con mayor fuerza, aunque con menor fortuna, en sus angustiosos afanes de gobernantes. El axioma de Sarmiento, la necesidad de la escuela, es algo así como un leit motiv en los escritos de Espaillat, en los que no aparece un agente Facundo, porque habría sido darle limitación a su obra: porque su Facundo era el pueblo dominicano, sin una posible personificación, amorfo, disgregado, disperso en sus páginas, pero que todas podemos reconstruir idealmente. Comparar a Espaillat con Domingo Faustino Sarmiento, es acercarlo aún más a Benjamín Franklin”.

Más adelante agrega: “Si Sarmiento fue el educador gobernante, Espaillat también lo fue: aspiraba a gobernar, como él dijera, con maestros de escuelas, y maestro fue su Ministro, prócer de la educación en la República, don Manuel de Js. Peña y Reynoso, quien pretendió, caso insólito en la América, debelar una revolución creando contra ella no un ejército sino un periódico, el doctrinario vocero santiagués La Situación”. (3)

En 1852 Espaillat realizó esfuerzos para tratar de que maestros ubicados en Santo Domingo se movilizaran a laborar en Santiago. Veía en la formación de maestros la clave para desarrollar la educación popular para lo cual recomendaba constituir una “manufactura de maestros» bajo la dirección de una persona capaz como Manuel de Js. Peña y Reynoso, pues el maestro representaba «el principal mueble de una escuela”.

En sus Escritos Espaillat insistía en la necesidad de formar maestros y en su exposición ante la Liga de la Paz, sugirió a dicha entidad “la regeneración del país por medio de la instrucción”. Proponía “principiar por el principio” y desarrollar la educación primaria como base de sustentación de la educación secundaria y la superior.

La formación de maestros

Entendía que de la República Dominicana poseer recursos suficientes para pagarlos tendría científicos por millares, pero que algunas profesiones, como la de maestros de primeras letras, no era posible que vinieran del exterior a practicarlas. Por tanto, era preferible conseguir doce maestros que dos ingenieros y el país debía empeñarse en desarrollar la educación popular.

Para dispensar a la educación popular todo el desarrollo posible y poder disponer de un número suficiente de maestros proponía el establecimiento de una manufactura de maestros, es decir, una fábrica de la cual saldrían todos los años una cantidad determinada de estos. La inversión no superaría lo presupuestado y no sería necesario traer al director de la misma del extranjero pues:

“El señor M. de J. Peña puede desempeñar ese destino con igual lucimiento que uno de Europa, y quizás daría mejor resultado si tomamos en cuenta el empeño que él se tomaría en el buen éxito de un establecimiento cuya inmensa utilidad podría ocultarse a los ojos de cualquier otro, menos a los suyos”. (4)

Escribiendo bajo el seudónimo de María, Espaillat expresaba la necesidad, como hacían todos los cristianos, de “principiar por el principio” en el obvio entendido de que sin enseñanza primaria no habría secundaria ni superior y que en este proceso el maestro era el principal “mueble” de una escuela, el responsable de propagar el germen de la sabiduría.

La educación de la infancia estaría a cargo de las mujeres, al igual que en los Estados Unidos donde se ha pasado de la teoría a la práctica generalizada, para lo cual se debía establecer un centro para la formación de maestras y proponía escoger unas doce jóvenes mujeres interesadas en dedicarse al oficio de maestras de escuelas que obtendrían la condición de maestras de primeras letras, bajo la “inteligente dirección” de la maestra Socorro Sánchez, hermana del patricio Francisco del Rosario Sánchez.

Si su propuesta era acogida solo haría falta un plantel en las escuelas normales, y si por el contrario fuera considerada una “necedad” se resignaría a ver a las verduleras, o marchantas como luego se les llamó, enseñando a los pobres niños campesinos lo que ellas mismas ignoran, como ocurre con quienes ejercen de forma indebida la medicina. En caso de que el Ayuntamiento de Santiago acogiera su idea de establecer una escuela normal para mujeres no podría disponer de la suma de dinero estipulada para enviar jóvenes a estudiar a Europa.

No se podría alegar, dice Espaillat, que la educación o enseñanza popular pudiera ser rechazada por sus compatriotas ya que en Santiago funcionaban muchas escuelas en los campos subsidiadas por agricultores y ganaderos que se sumaban a las 12 escuelas rurales financiadas por el Ayuntamiento.

Declara que en todo el país existía el deseo de las familias de educar a sus hijos, tarea para la cual se precisaba disponer de maestros de escuelas y solo algunas comunidades han encontrado personas competentes para desempeñar dicha labor, factor que justificaba la creación de escuelas normales.

Formación de maestros y escuelas normales

En un texto posterior, Espaillat afirma que en Santiago, al igual que en otros pueblos del país, existía el “intensísimo anhelo” de instruir, de educar, sin tener en cuenta que para tal tarea se requería disponer de maestros de escuela, deseo que no pudieron materializar pues solo en algunos pueblos “se han encontrado personas suficientemente competentes”.

La disponibilidad de maestros debía ser simultánea a la existencia de escuelas normales para cuya formación, proponía, se escogerían jóvenes que supieran leer y escribir y las cuatro reglas de la aritmética, los cuales, bajo la orientación de un buen profesor, se formarían en un período de seis meses. Este procedimiento fue empleado en los Estados Unidos después de la Guerra de Secesión (1861-1865) y provocaba admiración el entusiasmo con que los negros recién emancipados se dedicaban al magisterio.

Se cuestionaba si los dominicanos tendrían menos iniciativa y valor moral que esa “raza desgraciada” para acometer la formación de maestros mediante este procedimiento. Descartaba la existencia de obstáculos y consideraba factible que una elevada cantidad de dominicanos se integraran con entusiasmo al magisterio pues la decadencia del comercio, la única actividad productiva a la que tenía acceso la juventud, había cerrado el porvenir a un gran número de personas, las cuales acogerían una profesión como el magisterio que les permitiría vivir con dignidad.

No obstante las limitadas rentas municipales, Espaillat planteaba que durante largos años había sido testigo de los esfuerzos de las comunidades rurales para conservar un maestro de primeras letras, y los municipios ni siquiera sospechaban de la existencia de escuelas subvencionadas por los propios lugareños.

Pero Espaillat no se quedó en el discurso, y a pesar de las precariedades materiales de su gobierno (29 de abril y 5 de octubre de 1876), ordenó la cesión a los municipios de los ingresos generados por las patentes expedidas a los comercios para la multiplicación de las escuelas y la extensión de la educación primaria; en la ciudad capital fundó la cátedra de derecho. (3)

La educación de la mujer

Espaillat vulneró los convencionalismos sociales al escribir en 1875 una serie de artículos en el periódico El Orden de Santiago con el seudónimo de María. Por el uso de este seudónimo de manera equívoca un historiador dominicano lo calificó de homosexual, contrario al análisis conceptual realizado por la doctora Ramonina Brea para quien el seudónimo de María simbolizaba a todas las mujeres dominicanas que no podían escribir y aspiraban a hacerlo.

La mujer se hallaba recluida en el ámbito doméstico, lo religioso o el ámbito de lo íntimo, aunque reconoce que en esa etapa se inicia un reconocimiento de la producción intelectual de las mujeres, aunque restringida a la poesía intimista de Salomé Ureña, bajo el seudónimo de Herminia y Josefa Perdomo (Laura).

La mujer dominicana se hallaba marginada del discurso escrito y de la discusión de asuntos públicos “por la falta de educación y, precisamente, por el control ejercido por las instituciones de transmisión, producción y circulación del saber (escuelas, periódicos, etc.) para limitar el acceso a la mujer”. (5)

Entre la ironía y la seriedad Espaillat aborda el tema de la educación de la mujer y al mismo tiempo pone de relieve el atraso de la educación en el país: “¿A quién puede interesar la educación de una criada cuando nadie se ocupa gran cosa de la de las amas?. ¡La educación de la mujer! Eso se queda para gentes como los norteamericanos se cuestiona que no piensan más que en visiones”. (6)

Reconoce que con una mujer “bien educada” la familia funcionaria mejor pues estarían mejor gobernadas y la administración del Estado se tornaría en “la cosa más sencilla del mundo”. Sin embargo, de forma paradójica descarta la educación de la mujer pues apenas se educaba “una pequeñísima fracción de los varones” quienes son los que están supuestos a dirigir el Estado.

Espaillat recurre a la sátira para referirse a la educación de la población masculina, integrada mayoritariamente por campesinos, la cual podría “simplificarse muchísimo”:

“[…] pudiendo reducirse, por lo general, a bailar, jugar el machete, tirar revolvazos y jugar gallos. Todo estaría en armonía con la latitud del país, sus condiciones climatológicas y demás adornos que constituyen el modo de ser de un pueblo”. (7)

Consideraba innecesaria la educación de la mujer a consecuencia de su restringida facultad de razonar, factor que la inhabilitaba para lograr el cultivo de la inteligencia por medio de la educación. María, de acuerdo a la interpretación de la doctora Brea, se hallaba dotada de una “sensibilidad exquisita” y la naturaleza la dotó de una estructura psíquica “esencialmente nerviosa” que le provocaba a veces “ataques de nervios”, condiciones que limitaban y condicionaban su razón como facultad inherente a toda mujer.

La doctora Brea del Castillo concluye que “a través del espejo sostenido por una mano masculina se muestra una imagen reducida y desvalida de la capacidad de razonar de la mujer”. (8)

Referencias

(1) E. Rodríguez Demorizi (ed.), Papeles de Espaillat, Santo Domingo, 1963, p. 7.

(2) Ibidem, “Ulises Francisco Espaillat y Benjamín Franklin”, en Papeles de Espaillat, Santo Domingo, 1963, p. 34.

(3) Ibidem, pp. 37 y 38.

(4) U. F. Espaillat, Escritos, Santo Domingo, 1987, p. 65.

(5) R. Brea del Castillo, “Deseo escribir y soy mujer”, El Siglo, 6 de febrero de 2000.

(6) Espaillat, Escritos, p. 72.

(7) Ibidem, p. 73.

(8) R. Brea del Castillo, “Sentido del seudónimo de “María” en Espaillat, El Siglo, 13 de febrero de 2000.