«A un pueblo no se le convence sino de aquello de que quiere convencerse.» (Miguel de Unamuno)
Decidió, mandó, llegó y no hay forma de parar el dolor, la muerte y la destrucción de esta aguerra cruel de Putin, el nuevo Herodes el Grande que ni oye ni entiende.
Una Invasión rusa, tan cruel, que el mundo aún se sigue preguntando sobre qué era lo especial para Vladímir Putin y su guerra contra Ucrania ¿en qué consiste lo especial? ¿cuál es su sentido para la vida de los ucranianos y la paz del mundo de esta acción criminalmente especial de Putin?
Después de 300 días de bombardeos y muerte, muchos pensábamos cuando inició esta guerra, que sería una operación militar relámpago basada en lo asimétrico de la capacidad y opulencia de uno frente al otro. Otros, entendían que esto iba ser una reedición de la leyenda de David contra Goliat y, no faltó quién pensará, que los ucranianos no podían con el ejército rojo y su lobo siberiano.
Hoy 24 de diciembre, el mundo celebra con la mayor manifestación de alegría y gozo infinito, el preludio de la llegada del día de mañana. Un día único que marca el mayor acontecimiento para la humanidad; el nacimiento del hijo de Dios, del Dios de la paz, del Dios Amor entre nosotros. ¿Qué celebran los ucranianos en esta noche vieja acosados por la guerra, muerte y dolor? ¿Qué brillará en el cielo de esta noche vieja, un dron o un misil, en vez de la estrella que anuncia al hijo de Dios?; ¿surcarán, hoy, los cielos de Ucrania drones y misiles mensajeros del odio, la muerte y la destrucción llenando de luto y tristeza el día de la vida y del hijo de Dios? ¿Cuántos niños morirán en el pesebre de la guerra de Putin por la falta de alguien que les amamante o la energía que caliente las incubadoras de un niño o niña que el nuevo Herodes el Grande (Putin), arrojó con su guerra a la orfandad?
En la última semana se han recrudecido los ataques del hierro contra lo humano, la tecnología contra el sentimiento o lo militar remoto contra lo militar situacional. En el nuevo teatro de guerra del siglo 21 se imponen los drones y los misiles destruyendo la vida humana y del planeta. Nace con la invasión rusa a Ucrania una nueva ideología invisible de la teleguerra electrodinámica quántica del teleantropos militar, que actúa sin honor como fantasma del terror y la muerte de forma remota desprovista de todo sentido y compasión humana.
Lo duro, lo difícil, la tragedia, el dolor, la muerte, los crímenes de guerra de lesa humanidad, las violaciones a los tratados internacionales de convivencia pacífica, el reconocimiento del otro y respeto a la soberanía ucraniana: ahora será atacada con más virulencia y furia por la ideología invisible de la muerte.
Del día de hoy 24 de diciembre al 30 de diciembre, fecha (30-12-1922) que se cumplen 100 años de haberse fundado la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) conformadas en su origen por: Transcaucasia, Ucrania y Bielorrusia. Todo apunta y luce que serán estos 6 días de guerra e invasión el tramo más doloroso y cruel de esta guerra injusta y desproporcionada.
El presidente ruso Vladímir Putin, desplegará en estos 6 días, a partir de hoy 24, todo su poder militar sobre Ucrania para no ver irse por tierra su “Operación Especial. Operación figurada en su mente como objetivo a alcanzar y planteada en su psiquis necrofílica megalómana como motivo de celebración este 30 de diciembre del sueño de “reconstitución de la antigua URSS”. Es evidente que hará el lobo siberiano lo imposible y lo indecible para destruir y anexarla, aunque el precio sea borrar a Ucrania de la faz de la tierra.
La resistencia, la dignidad y la gallardía de los ucranianos ha resultado ser hiel y cicuta para la soberbia demencial de un salvaje lobo siberiano como Vladimir Putin que sólo sabe destruir, matar, odiar.
Para concluir estas reflexiones hoy 24 de diciembre día de la noche vieja, les deseo un año 2023 sin guerra y donde impere la paz.
Antes de concluir recuerdo un pensamiento del filósofo Bertrand Russell que define la babel mental de Vladímir Putin y su guerra contra Ucrania:
“A todo hombre le gustaría ser Dios, si fuera posible; a algunos pocos les resulta difícil admitir la imposibilidad”.