Con el reconocimiento como estados independientes el 21 de febrero de 2022, de las dos regiones separatistas en el este de Ucrania, las denominadas ¨República Popular de Donetsk¨ y la "República Popular de Lugansk", y con el despliegue de fuerzas regulares del ejército ruso en la región del Donbás, territorios ucranianos, el 22 de febrero, el presidente Putin manifestó que los acuerdos de Minsk ya no eran válidos.

El mismo día, el Consejo de la Federación Rusa autorizó por unanimidad el uso de la fuerza militar en el exterior. Es así como en la mañana del 24 de febrero, Putin usó el eufemístico término «operación militar especial» en el Donbás para oficializar una invasión a gran escala en Ucrania, violando su soberanía como Estado independiente.

Ahora bien, los conflictos internacionales tienen la particularidad de dividir la opinión pública mundial; regularmente muchos incurrimos en el error de juzgarlos, tomando en consideración solo los prejuicios que sobre cualquiera de las partes hayamos tenido, dejando de lado en muchos casos los aspectos más esenciales del mismo.

No obstante, haremos el intento de mostrar las perspectivas que han definido las acciones de los actores involucrados para intentar entender la dimensión de este nuevo pulso entre Rusia y Occidente.

La perspectiva de Rusia

El contexto actual, surgido a partir del 2014, con la caída del proruso presidente ucraniano, Víktor Fiódorovich Yanukóvich, quien fue depuesto por un levantamiento popular, luego de negarse a firmar un acuerdo de asociación con la Unión Europea. Rusia reaccionó con la anexión de Crimea y la creación de un movimiento independentista armado en el Donbas. A partir de esos hechos, comenzó Putin a darle forma a lo que serían sus pretensiones inmediatas sobre Ucrania y aborda el conflicto desde 3 perspectivas: la histórica, la geoestratégica y la oportunista.

Desde la perspectiva histórica, Putin construye un relato revisionista de los últimos 100 años, en el que le resta méritos a la existencia del Estado ucraniano y le atribuye su creación a la voluntad de Rusia; con una visión nostálgica, define al pueblo ruso y ucraniano como similares y se concibe él mismo como el protector del llamado Russkiy Mir (Mundo ruso). Esta idea, simpática por demás en la sociedad rusa, permite legitimar acciones más allá de la frontera de la Federación. Los casos de Osetia del Sur y Abjasia en Georgia en el 2008 son claros ejemplos de la aplicación práctica de esa doctrina. ¡Concepto cuan más peligroso!, pues es similar al que usó la Alemania nazi para justificar la invasión de Checoslovaquia y la Anexión de Austria en 1938.

Desde la perspectiva geoestratégica, Putin funda sus argumentos de intervención en la necesidad de reducir la amenaza que representaría la expansión hacia el este de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) e identifica a Ucrania como una pieza clave para usar como estado tapón, igual que Bielorrusia, evitando así que sus fronteras colinden con las de la Organización, a sabiendas que esto limitaría la atribuida propensión a la expansión que predomina en la mentalidad de los lideres rusos desde los inicios del primer gran Zar de Rusia Iván el terrible, hasta hoy.

La incursión en Ucrania también le permite al líder ruso enviar el mensaje de cuán lejos puede llegar para reafirmar el poder de Rusia, en lo que considera como su área de influencia exclusiva (otra cosa es considerar esa idea como fundamentada en el derecho internacional); espacio que atribuye le fue arrebatado con la desarticulación desordenada de la URSS en 1991 y la cuestionada expansión de la OTAN.

Con ese propósito hilvana una serie de acciones encaminadas a colocar las causas del conflicto del lado de Occidente; es así como exige a la OTAN que le dé garantías de no seguir expandiéndose, a sabiendas de que los principios fundacionales de la OTAN son, precisamente, admitir la adhesión a todos los estados europeos que quieran pertenecer a ella, precisamente para evitar sufrir las consecuencias que hoy sufre Ucrania; por tanto, pide algo que sabe por demás que es imposible de cumplir y por tanto decide tomarlo por la fuerza, pues es la constante del Sistema Interestatal. Aplicando así los principios de Carl Von Clausewitz, cuando decía que la Guerra es una mera continuación de la política, solo que por medios distintos.

En este punto es donde existen más controversias en la opinión pública global, pues la acción de Rusia es puesta sobre la balanza y se mide versus las acciones de otras potencias como Estados Unidos, país al que se acusa de actuar igualmente fuera del derecho internacional, aunque -como veremos más adelante- para los ucranianos esto se trata solo de la soberanía de su país.

Putin ha sido fiel a la doctrina rusa de mostrar el músculo militar para establecer “su interés nacional”, conoce la realidad de su nación, sabe que es un país prácticamente mono exportador, dependiente de los hidrocarburos y en términos tecnológicos y económicos está muy por detrás de Europa y Estados Unidos. Un ejemplo de esto es que su PIB es similar al de Italia. Partiendo de esa realidad, echa manos del arsenal nuclear e intenta mostrarse hasta cierto punto como un forajido que amenaza con disparar, aunque luego de disiparse el polvo nadie quede vivo.

Desde la perspectiva oportunista, Putin analiza el contexto internacional y percibe una debilidad en Occidente. Por un lado, advierte una Unión Europea que no logra articular su Política de Seguridad y Defensa y que le cuesta superar sus desacuerdos históricos, cuyo colofón resulta ser la salida de Reino Unido de la organización. Los considera demasiados dependientes de los hidrocarburos rusos y que, por tal motivo, su reacción a una acción suya sería limitada.

En el caso de Estados Unidos, su salida de Afganistán es vista como un momento de debilidad, un presidente nuevo en Washington con popularidad baja, y 4 años de trumpismo que llevaron las relaciones trasatlánticas casi al descalabro. Considera improbable que ese país pueda articular una coalición capaz de enfrentar, contener o aplicar correctivos apropiados a su invasión, algo en lo que claramente se ha equivocado.

Putin mira hacia China y asume que el gigante asiático tiene incentivos suficientes para jugarse su tradicional postura diplomática moderada y darle su apoyo irrestricto algo que, más allá de declaraciones genéricas sobre el conflicto, evidentemente no ha pasado, principalmente porque los vínculos comerciales de China con el mundo occidental superan con creces el comercio con Rusia.

En ese contexto, los Estados Unidos le reclama a China usar su influencia sobre Putin para intentar frenar la agresión a Ucrania, algo en lo que no se augura buenos resultados.

No obstante, el gigante asiático debe actuar de forma prudente, pues de no hacerlo podría erosionar sus relaciones con Europa y agudizar su diferendo con el Tío Sam. Todo esto configura un escenario que coloca a Putin en la encrucijada de decidir que es ahora o nunca.

La perspectiva de Occidente

Para Europa, la OTAN es un seguro de vida. Fue moldeada tomando como fundamento la opinión de George F. Kennan, a la sazón embajador de EE. UU, ante la URSS, quien, en 1947, envió a Harry Truman el famoso telegrama donde retrataba a la URSS, y a Rusia en particular, como una potencia esencialmente expansionista. A partir de esta visión, y desde el punto de vista de las relaciones internacionales, aplicaron un enfoque de realismo ofensivo: Europa occidental y EE. UU se agruparon para contener las potenciales ambiciones territoriales de Rusia.

Como es bien sabido, tanto dentro del Estado como en el anárquico Sistema Internacional, una norma es eficaz en la medida que se tiene el poder de hacerla cumplir. De esto se desprende que la naturaleza de la OTAN siempre ha sido poseer la fuerza disuasoria necesaria para evitar que Rusia decida atacarla e igualmente, por medio del artículo 5, proveer de asistencia mutua a todos los miembros y darles garantías  de que ante un ataque ruso todos responderían de manera conjunta.

Es por esto que, ante la necesidad de Ucrania de acercarse a Occidente, primero al atractivo mercado de la Unión Europea, el cual le ofrece más ventajas que la retrasada economía rusa, es plausible que la organización asienta su inclusión.

Europa está en una posición de dependencia de los hidrocarburos rusos y las sanciones impuestas a Rusia pueden traer como consecuencias el cierre del suministro, con lo que economías como Alemania sufrirían bastante. Sin embargo, todo parece indicar que el bloque está resuelto a perder un dedo para que Rusia pierda una mano, al punto que el canciller de Rusia ha dicho, de forma tajante: Biden sabe que la única salida a las sanciones es la guerra, algo que se debe tomar en serio, pues tanto Alemania en el 39 como Japón en el 41 fueron a la guerra para sacudirse sanciones impuestas por Europa y EE.UU. , respectivamente.

La perspectiva de Ucrania

¿Resulta paradójico que, siendo este país el agredido, la opinión pública global se centre mayoritariamente en las pretensiones de Rusia vs. las pretensiones de la OTAN, olvidando cual es el interés real del pueblo ucraniano, qué quiere y por qué?

El comercio internacional representó el 65% del PIB de Ucrania en 2020, con un total de 102.900 millones de euros en bienes intercambiados con países de todo el mundo. El país es el 9no productor de trigo del mundo, el 4to. de maíz, posee importantes yacimientos de uranio, acero, semillas de girasol, entre otros; sus principales socios comerciales son China (€15.300 millones, más del doble del valor de cualquier otro socio comercial), Alemania (€6.800 millones), Polonia (€6.800 millones) y Rusia (€6.300).

Aunque los rusos miran a los ucranianos como el mismo pueblo y al Estado de Ucrania como una creación rusa, los ciudadanos de esa nación reclaman una identidad propia, soberanía y autodeterminación como Estado que pertenece al concierto de naciones del mundo.

Al analizar su propia realidad, miran al este y ven a una Rusia tecnológicamente atrasada, con un mercado importante, pero con marcadas limitaciones de interconexión con los mercados occidentales, a excepción de los hidrocarburos.

Voltean la mirada y perciben a la Unión Europea como un mercado pujante y en crecimiento, con una moneda fuerte que les permitiría adquirir bienes europeos y del resto del mundo, agregaría estabilidad a su propia economía al tiempo que le impulsaría a transformaciones institucionales claves para reducir los altos niveles de corrupción existentes.

Las preguntas obligadas que debemos responder son: ¿es Ucrania un país soberano? Si la respuesta es sí, preguntarnos: ¿los Estados soberanos tienen derecho a determinar su política exterior? Si la respuesta es sí, entonces preguntarnos: ¿la política exterior de un Estado debe perseguir el interés nacional de ese Estado o de otros Estados? Si la respuesta es el interés nacional propio, entonces preguntarnos: ¿cuál de los dos modelos sociales debe elegir Ucrania para ser parte, el ruso o el europeo?. La respuesta democrática lógica es que el pueblo debería decidir la cuestión por sí mismo.

Sin embargo, la sociedad ucraniana es una composición heterogénea y diversa; literalmente el Río Dnieper divide el país por la mitad; en el este predominan los habitantes más proclives a Rusia y en el oeste, con mayor incidencia Europea, comunidades con vínculos polacos, checos y hasta rumanos.

La fortaleza de las instituciones democráticas podría arrojar una solución. El único problema con ese enfoque es que la sociedad rusa tiene una baja tradición democrática y para Putin la democracia es una idea que puede ser moldeada a sus propios intereses, de ahí que desde su punto de vista todo se reduce al poder necesario para imponer el interés de su país, como hemos visto, por la fuerza.

Los reclamos del valiente presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, quien ha solicitado la intervención directa de la OTAN y una zona de exclusión aérea, podrían desencadenar una guerra directa entre el Bloque y Rusia. Occidente, liderado por EE. UU, ha reaccionado de una manera unida y todo parece indicar que las consecuencias para Rusia no se limitarán a contar los muertos en el campo de batalla, sino que se auguran tiempos difíciles en términos económicos.

Sin embargo, en este renovado pulso por el poder y el control de los llamados espacios de influencia, la preocupación de todos debe ser no olvidar las lecciones de la historia y tener en cuenta que cuando los lideres no han sabido moderar sus pretensiones, la humanidad ha terminado pagando un precio muy alto. Esperemos que, para bien de todos, este no sea el caso.