La restauración del papel de Rusia como superpotencia y el retorno a la política histórica de crear estados subordinados en las fronteras del país <el llamado extranjero cercano> comenzó con los esfuerzos de Putin en Bielorrusia, Moldavia, Transnistria, Georgia, el conflicto armenio-azerbaiyano en el 2020, Kazajstán y ahora Ucrania.

No obstante, para entender a Putin tenemos que hacernos la siguiente pregunta: ¿Cómo es el mundo según el presidente ruso Vladimir Putin? – Veámoslo a través de estos tres elementos: Primero. Vladimir Putin preside una cleptocracia corrupta con una economía dudosa y su primera y última prioridad es mantenerse en el poder. Las quejas del pueblo ruso aumentan dado el empeoramiento de la situación económica. También, la población ya está cansada del debate geopolítico y del gasto estatal para la recuperación del status quo de la gran potencia. La falsa autoestima inducida bajo el sustento de la grandeza del pasado ya no les llena las panzas a los rusos. Rusia no tiene enemigos naturales, por lo que es necesario fabricar el enemigo de forma artificial para el consumo interno. De ahí la propaganda rusa sobre un país rodeado de alianzas de la OTAN y fascistas ucranianos.

Segundo. Para gran parte de sus electores, Putin necesita presentarse como un jugador de clase mundial en casa. La única forma de asegurar esto es crear una crisis, que ninguna potencia mundial puede darse el lujo de ignorar.

Tercero. Hace unos años, Putin invadió Ucrania, anexó Crimea y ocupó efectivamente dos provincias del este de Ucrania. Nadie en el mundo reconoce tal anexión. Pero a Putin este tema no hay quien se lo mencione y cuando los periodistas en las ruedas de prensas internacionales se lo preguntan, Putin lo justifica respondiendo que los Estados Unidos le arrebataron a México los territorios de Texas, California, y nadie lo cuestiona. La única interpretación que tiene esta excusa es “Si ellos pueden … ¿Por qué YO NO?”

Empero, para no perder más reputación frente al descontento pueblo ruso y los comunistas en el mundo, Putin cambia el discurso como lo haría Fouché con su inconstante retórica según iban las tendencias entre los jacobinos y los girondinos.  El hogaño sermón de Putin evoca furia a sus enemigos e ilusiona aquellos que aun creen en la nostalgia por la utopía, cuando dice: <Fue en la Unión Soviética que hizo imposible despedir empleados sin el consentimiento del sindicato. Gracias a la Unión Soviética, el estado garantizó el derecho a la educación general gratuita obligatoria, secundaria y superior. Garantizó atención médica gratuita, garantizó a los trabajadores el derecho a la vivienda gratuita por primera vez en el mundo, etc.> Y hoy Vladimir Putin declara que lamenta la destrucción de la URSS.

Por supuesto, el presidente ruso no tiene ningún deseo de reconstruir la Unión Soviética porque no quiere asumir la responsabilidad de los problemas de las antiguas repúblicas soviéticas. “Putin sólo quiere la subordinación y quiere que estos nuevos estados independientes reconozcan ante Moscú y se conviertan en su apoyo contra Occidente y la democracia”.

Pero retornemos a Ucrania a principios del XX, cuando ya era conocida como el granero de Europa y posteriormente de la Unión Soviética. Su tierra fértil y sus amplios campos la convertían en un lugar ideal para cultivar el grano que ayudaba a alimentar a todo el continente. Durante la era de la Unión Soviética, Ucrania era el mayor productor agrícola de la URSS que alimentó a todas las repúblicas soviéticas a costo de empobrecerse y se estima que alrededor de 3 millones de ucranianos murieron a causa de la hambruna en la década los años treinta del siglo pasado. Es comprensible que este país abogue por su emancipación.

Es evidente, que sin Ucrania no puede haber imperio ruso. Putin está preocupado por eso, ya que Ucrania se está económica y políticamente orientando hacia Occidente y está cultivando relaciones de seguridad cada vez más estrechas con los Estados Unidos y otros miembros de la OTAN, aunque no es miembro de la Alianza. Putin ve esto como un gran riesgo de seguridad, además como un modelo económico y político alternativo que puede atraer cada vez más a los rusos comunes y servir de paradigma económico y democrático a las demás exrepúblicas soviéticas. Por lo tanto, ha decidido hacer todo lo posible para desestabilizar al actual gobierno ucraniano de orientación occidental o tratar de conquistar el país por la fuerza militar.

Ucrania no quiere renunciar a su soberanía y tampoco quiere someterse a los insensatos acuerdos de *Minsk. A la vez, el Kremlin no solamente exige el cumplimiento de este tratado, sino tambien entre otras cosas, que la OTAN garantice y que no se expanda hacia el Este y que retire las armas nucleares de Europa. Estas exigencias no serán complacidas por occidente, puesto que esto significaría un cambio radical en la arquitectura de seguridad de Europa

Hasta ahora, las negociaciones con Rusia se están manejando a nivel de la OTAN y a nivel de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, y no han dado frutos. Por efecto, las amenazas de un real conflicto bélico se intensifican. Uno de los errores fundamentales ha sido que la Unión Europea no forma parte de las negociaciones, y la razón es la incapacidad de la UE de tener una posición unificada en política exterior; aún más en situaciones de crisis como es el caso de Rusia y Ucrania.

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*Los acuerdos de Minsk

Los acuerdos de Minsk fueron para poner fin al conflicto en Donbas. El segundo fue firmado en enero de 2015 por representantes de Ucrania, Rusia y separatistas de las regiones de Donetsk y Luhansk y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa. La reunión fue supervisada por el presidente francés Hollande y la canciller alemana Merkel.

Rusia insiste en que los acuerdos individuales se implementen uno tras otro, como se establece en el protocolo. Su primera parte fue el anuncio de un armisticio y la retirada del equipo pesado del frente. Luego se iban a celebrar elecciones locales, pero nunca se celebraron, mientras que el Donbas ganaría una mayor autonomía a través de la descentralización. Hasta el final, Ucrania iba a obtener el control total de la frontera con Rusia, parte de la cual todavía está bajo el control de los separatistas. Sin embargo, Kiev rechaza cualquier autonomía, teme la federalización e insiste en un estado unilateral. La ley sobre el estatus especial de Donbas, que fue aprobada por el parlamento ucraniano, fue criticada tanto por los separatistas y Rusia como por los partidos nacionalistas ucranianos.