Cuando intereses locales y extranjeros husmean la existencia de minerales en el subsuelo de alguna comunidad, la primera línea de propaganda puesta en escena para justificar la explotación es repetirle a la gente que urge explotarlos porque mejorará su vida, pero sin advertirle sobre consecuencias negativas para su propia existencia.
La profusión del discurso difundido con intencionalidad persuasoria, como pasa en países similares al nuestro, es tan apabullante que suele aturdir a muchos perceptores impedidos de lectura crítica de mensajes y cerebralmente agobiados por las carencias económicas. Terminan aplaudiendo como focas las “bondades” de cualquier proyecto de explotación.
Y el rechazo resulta automático, a ratos con descalificación personal incluida, a quienes osen recomendar el análisis y el debate transparente sobre todas las aristas del tema con representantes de organizaciones de las comunidades dueñas de las riquezas naturales.
La promesa de bienestar general para los pueblos con la explotación de sus minas, sin embargo, se aleja de la realidad.
Los antecedentes son testarudos. Si fuese como se promete, vivirían hoy ricos y tranquilos los sanchezramirences (Sánchez Ramírez y su oro), los nouelenses (Monseñor Nouel y su níquel) y los mismos pedernalenses (Pedernalenses, con bauxita y más).
Los sanjuaneros estarían camino a serlo (oro por explotar). Y los propios pedernalenses irían acríticamente a otra experiencia de “enriquecimiento” con el anuncio de la exploración y probable explotación de tierras raras, tras ver pasar más de medio siglo de extracción y exportación de su bauxita, desde mediados de los años 50, para la producción de aluminio en fábricas extranjeras.
Pero la verdad es que son bochornosos los índices de calidad de vida (ICV) exhibidos por las provincias con tradición minera: Sánchez Ramírez, 53.6%; Monseñor Nouel, 59.1%; y Pedernales, 49%.
La pobreza multidimensional se expresa allí con fuerza; hay carencias profundas por todos los lados. La salud como estado de bienestar biopsicosocial es una utopía; la brecha digital es más ancha que en otros lares, igual que la seguridad ciudadana y las condiciones del entorno y el medioambiente; los servicios de agua potable y electricidad permanente se agotan en retórica
En cuanto Pedernales, hay un dilema para resolver. El Gobierno se ha embarcado en la conversión de la provincia en destino de turismo sostenible, desde Cabo Rojo, que implica el aprovechamiento de la naturaleza con el mínimo impacto medioambiental.
Y el mismo Gobierno, vía el Ministerio de Energía y Minas, activa en parte del entorno para el disfrute turístico y áreas de las pocas zonas agrícolas de la provincia un proceso de más perforaciones que ayuden a certificar la existencia de tierras raras explotables.
En la anterior gestión habían hecho muestreos que reportaron la existencia de tales minerales. De ahí la declaración de la Reserva Fiscal Minera Ávila, en 2018. https://mem.gob.do/wp-content/uploads/2019/04/Decreto-No.-430-18-que-declara-la-Reserva-Fiscal-Minera-%C3%81vila-en-la-provincia-de-Pedernales.pdf.
La búsqueda afanosa de los componentes para atender la demanda de las industrias globales de las nuevas tecnologías (fabricación de vehículos híbridos, celulares, equipos médicos, cohetes, misiles, turbinas de energía eólica y solar) ha activado los sensores en República Dominicana.
Y conforme los expertos, Pedernales, en el extremo sudoeste del territorio nacional, frontera con Haití, tendría potencial.
Toda la documentación disponible sobre tierras raras advierte sobre los altísimos riesgos de graves daños medioambientales, a la agricultura y a la salud de la gente que provoca su explotación.
La provincia nuestra es sui generis. Cuenta con 2,080 kilómetros cuadrados de superficie (séptima más grande del país), pero casi el 70% de su territorio es de parques nacionales (Baoruco y Jaragua), además de otras zonas protegidas más flexibles y la segregación de los terrenos para el desarrollo hotelero, puerto de cruceros, aeropuerto internacional.
Esa realidad obliga a hablar en serio. Son inaceptables las reuniones entre “amigos”, excluyentes, y las campañas de publicity con la pretensión de validar una situación crítica como la mencionada, que atañe al colectivo de la provincia, en tanto, al final, sería la primera víctima de los procesos de explotación.
Con base en la ciencia, sin fundamentalismo, los pedernalenses debemos saber el costo-beneficio social de volver a la minería en tan poco espacio disponible y, en las narices, con la apuesta del turismo sostenible como política de Estado. Porque, de acuerdo a la historia, el enriquecimiento prometido es una falacia. Y tal práctica nada tiene de inocua por muy “responsable” que la llamen.