Tal vez algunos de ustedes saben que mi mujer, Maritza Álvarez, es autora de un libro fotográfico titulado Jardines de luz / Cementerios dominicanos (Editora Cole, Santo Domingo, 1999), con prólogos de Plinio Chahín y Carlos Andújar Persinal, que contiene más de doscientas fotografías de las casi dos mil que ella ha tomado en los cementerios de nuestro país.

Dos años después de haberse publicado dicho libro, aprovechando un viaje a Nueva York, combinamos su afición a fotografiar tumbas y la mía por el jazz para visitar dos cementerios newyorkinos donde están sepultados algunos de los músicos que admiro, tal como relaté en un artículo titulado Desde el más a-jazz (Vetas 59, febrero de 2002), del cual cito a continuación dos párrafos:

“Una preciosa mañana, a fines de septiembre, tomamos el tren 4 desde Manhattan hacia Bronx hasta su última estación (Woodlawn), once paradas después del Yankee Stadium. Frente a dicha estación se encuentra el hermosísimo cementerio Woodlawn, considerado uno de los más bellos del mundo, donde están sepultados Duke Ellington, Miles Davis, Coleman Hawkins, King Oliver y otros pilares del jazz. Me engranujé al ver las tumbas de mis ídolos Duke Ellington y Miles Davis, una casi al lado de la otra, y recordé emocionado lo dicho por Miles: “I think all the musicians in jazz should get together on one certain day and get down on their knees to thank Duke” (“Pienso que todos los músicos de jazz deben reunirse un día y ponerse de rodillas para dar gracias a Duke”)”.

Tumba de Miles Davis

“Otra preciosa mañana, a principios de octubre, tomamos el tren 7 desde Manhattan hacia Queens hasta su última estación (Main Street, Flushing), una parada después del Shea Stadium. Al salir de la estación, tomamos una guagua que nos dejó a pocos pasos de la entrada del cementerio Flushing donde están sepultados Dizzy Gillespie, Johnny Hodges y el “enormísimo cronopio” tan admirado por Cortázar, el gran Louis “Satchmo” Armstrong, cuya tumba tiene esculpida, encima de la lápida, una trompeta en la que vimos piedrecitas y monedas que suponemos son colocadas allí por sus admiradores. Maritza y yo también pusimos un par de centavos, evocando lo dicho por Mugssy Spanier: “¿Cómo se puede evitar amar a alguien que vuelve el mundo un lugar feliz para vivir como hace Louis?”.”

He recordado aquella visita de 2001 al leer lo escrito el 28 de octubre de 2022 por José Rafael Lantigua, con el título “Muertos que no perecen”, en su habitual y sensacional página de los viernes (“Raciones de letras”), en Diario Libre, del que cito lo siguiente: “Nelly Bly, la primera reportera de investigación de que se tenga noticias y conocida como la pionera del periodismo “encubierto”, quien descansa en el cementerio Woodlawn de Nueva York; el gran Herman Melville, autor de Moby Dick, cuya tumba se encuentra en el mismo cementerio del Bronx, donde yace también la guarachera de América, Celia Cruz, tumba-escenario de presentaciones artísticas y exhibiciones de los atuendos de la cantante cubana, a pocos metros de donde reposan Miles Davis y Duke Ellington. Y Pedro Knight, por supuesto”.

Ahora paso a citar un fragmento de una crónica de Miguel Cruz Tejada, acerca del mencionado cementerio Woodlawn, publicada en El Nuevo Diario el 21 de octubre de 2008:

“El sistema capitalista no duerme y hasta a los muertos de sus grandes cementerios se les saca provecho financiero. La semana pasada, la administración de Woodlawn comenzó a ofrecer al público giras turísticas para que los interesados conozcan no solo sus estructuras impresionantes, sino que escuchen a cargo de guías que los orientan e informan sobre las historias de las grandes personalidades sepultadas en sus verdes acres.

La iniciativa es del historiador Joseph J. Edgette ante la curiosidad de miles de personas por conocer más cerca las historias de figuras como el general Slocum enterrado también allí y otras sobre víctimas de diferentes tragedias oceánicas. El historiador dijo que la gente siempre queda fascinada con las historias sobre esas tragedias.

La historiadora Susan Olsen dijo que las giras en el cementerio son como “un museo al aire libre”. La semana pasada y como parte del Mes de la Herencia Hispana se llevaron a cabo varias visitas a la tumba de Celia Cruz. Cada viaje dura unos 90 minutos y cubre aproximadamente una milla y media de distancia. Las giras están atrayendo a personas de todas las edades: desde ancianos hasta jóvenes que acaban de dar a luz y llegan empujando los cochecitos de sus bebés a través del cementerio. “Perdidos en el Mar” e “Historia y Misterio” son dos de los tours que se han organizado en este mes de octubre y noviembre y el segundo tiene vinculación con el día de Halloween (brujas) en Estados Unidos. Otro es “Concierto de Vacaciones” que se realiza en diciembre atrayendo multitudes.

 

La idea de abordar historias sobre tragedias oceánicas se originó porque los historiadores del cementerio descubrieron que docenas de tumbas hay inscripciones con la palabra “perdidos en el mar”. Olsen explicó que el cementerio tiene un tesoro de historias fascinantes. “Todo el mundo, incluso los muertos, tienen algo que contar”, agregó. Cuando el cementerio comenzó sus servicios, las celebridades se obsesionaron por ser enterradas allí y se despertó una fiebre que con el correr de los años perdura entre los neoyorquinos de hoy. Y es que probablemente, todos quieren ver las espectaculares estructuras que guardan cadáveres y cenizas en un cementerio donde la opulencia está más allá de la muerte”.

 

Y para que ustedes vean que el sistema capitalista no es el único en el que “hasta a los muertos de sus grandes cementerios se les saca provecho financiero”, lean lo que hace veinte años escribió Jordina Costa (Hoy, 5 de septiembre de 2002): “El turismo de cementerios está siendo desarrollado en Cuba, por lógica en un país orgulloso de sus tradiciones, que presume de ser primer destino del Caribe. Se estima que el cementerio Colón de La Habana recibe cada año más de 70,000 visitantes extranjeros. En el mismo hay desde 1991 una oficina de turismo que ofrece la posibilidad de contratar guías sobre la marcha. El precio de la visita de dos horas a pie puede oscilar entre ocho a diez dólares por persona. Incluye un recorrido por la avenida principal desde la portada de acceso, con relieves y esculturas en mármol del escultor José Vilalta, hasta la capilla central. Se ofrece información sobre los personajes más renombrados allí enterrados: desde guerrilleros hasta gente de letras como Dulce María Loynaz y Alejo Carpentier y las populares cantantes Merceditas Valdés y Rita Montaner”.

 

Ahora paso a citar una noticia de la agencia EFE, procedente de Madrid y publicada por el Listín Diario el 10 de marzo de 2011:

 

“De lugares inspiradores de historias de miedo y terror a “museos a cielo abierto”. Cincuenta y cuatro cementerios de Europa son ahora destinos turísticos que permiten conocer el patrimonio funerario y parte de la historia de pueblos y ciudades de 18 países. Desde Oslo hasta la isla de Cerdeña, en Italia, y de Bucarest a Oporto, en Portugal, la Ruta de los Cementerios Europeos cuenta con cuarenta destinos en los cuatro puntos cardinales del viejo continente, una ruta integrada por el Consejo de Europa en su programa de circuitos culturales. La promotora fue la española María Luisa de Yzaguirre, presidenta de la Asociación de Cementerios Significativos de Europa (ASCE).

 

“Los cementerios albergan las diferentes costumbres y creencias de los pueblos y eso permite comprender muchos de los valores europeos: tolerancia, democracia, el diálogo entre culturas, los derechos humanos”, dijo Yzaguirre en una conversación con Efe al comentar algunas ideas relacionadas con la nueva Ruta. Yzaguirre recuerda que cada cementerio “es un libro abierto sobre la historia de su ciudad; espacios que evolucionaron junto con los personajes locales, y eso -dice- no debe dejarse perder”. Esta característica de los camposantos los hace merecedores de ser considerados como “una parte importante del patrimonio cultural europeo”, señaló. Entre los muros de todos estos cementerios hay esculturas, sepulcros de capricho, capillas, panteones monumentales, lápidas e inscripciones, fuentes e historias curiosas”.

 

Luego de haber citado esas tres publicaciones de El Nuevo Diario de 2008, de Hoy de 2002 y del Listín Diario de 2011, concluyo planteando que si las autoridades dominicanas se ocuparan de darle a nuestros cementerios el cuidado y la limpieza que ameritan, podríamos también desarrollar el turismo de cementerios.

NOTA: Enlaces relacionados:

 

http://hoy.com.do/cementerios-curiosos-destinos-turisticos/

 

https://elpais.com/cultura/2018/08/04/actualidad/1533406800_324737.html

 

https://www.abc.es/madrid/20140629/abci-velas-sacramental-sanisidro-201406281835.html

 

OTRA NOTA: El citado artículo de Lantigua empieza con estas palabras: “Por estos días, los mexicanos se preparan para celebrar las fiestas de La Santa Muerte, una santa que nunca será canonizada porque no encuentra sentido ni en la fe católica ni en ninguna otra concepción cristiana, que no sea la religiosidad popular. Desde llenar las tumbas de mariachis hasta fabricar ediciones especiales de las mejores marcas de tequilas en su nombre, La Santa Muerte es venerada por una gran parte de la población de México. He escuchado hablar de esta devoción tan extraña desde hace años y los orígenes de la misma aún no parecen estar bien definidos. Algunos creen que es un culto prehispánico, una desviación de la devoción católica, promovida en la Nueva España durante la implantación del evangelio; escritores mexicanos afirman que se trata de la misma veneración que la mitología azteca atribuye a Mictlantecuhtli, que era el señor del Mictlán, el dios de la muerte; otros creen que ese devoción fue propagada por los esclavos africanos que llegaron al Nuevo Mundo; en Veracruz aseguran que La Santa Muerte se le apareció en el siglo XIX a un chamán de Orizaba; los pobladores del estado de Hidalgo afirman que ese culto nació allí, en 1965;  y las antropólogas Katia Perdigón y Elsa Malvido han escrito que la devoción nació en México en la década de los cincuenta y que no tiene raíz prehispánica, ni mucho menos africana. Y parece ser así porque, como aseguran otros autores, los elementos integrados a la imagen de La Santa Muerte son más bien de origen griego: el manto, la túnica, la guadaña y el reloj de arena.  Recordamos que hay películas mexicanas de los años cincuenta que muestran escenas donde se resalta ese culto, devenido en un mercado de descuentos por la fecha (como un Black Friday cualquiera), vestidos especiales para la ocasión, rituales y fiestas que generan millones de dólares a sus promotores”.

 

Al respecto, como puede verse en una imagen que acompaña este artículo, la Embajada de México en la República Dominicana invita a celebrar el Día de Muertos en el Museo Nacional de Historia y Geografía.