Quienes consideramos que la guerra constituye un imperdonable y rotundo fracaso de la inteligencia humana, abrigamos la risueña esperanza de que concluya, con el nuevo inquilino de la Casa Blanca, la carnicería entre Rusia y la OTAN en suelo ucraniano, lo mismo que el genocidio Netanyahu/EEUU contra el pueblo palestino….

Podría parecer ingenuo, pero es preferible errar siguiendo un horizonte plausible que deambular sin horizonte.

Sobre los crímenes de lesa humanidad perpetrados por el Estado hebreo, las expectativas son sombrías, habidas cuentas que ya el flamante neocón Marco Rubio, nuevo secretario de Estado USA, acaba de declarar a Netanyahu que el apoyo a Israel es “máxima prioridad”. ¡Respaldo pleno a las masacres sionistas!

Donald Trump ha ofrecido poner fin a la guerra en Ucrania; misma que, ha dicho, nunca debió comenzar. Lo viene diciendo desde que era candidato opositor.

Es la promesa de un capitoste ultraconservador…. Cuenta sin embargo con el mérito de ser uno de los menos guerreristas que han ocupado el solio presidencial del imperio, esa teratología económico/política venida al mundo hace más de un siglo, sorbiendo sangre por todos los poros.

El imperio, ahora encabezado por Trump, ha desafiado la teoría de los ciclos largos del ruso Nikolai Kondrátiev; y en sangre, ha superado a miles de Calígula, en perjuicio de la paz planetaria.

A juzgar por las declaraciones que brotan de la Casa Blanca, el nuevo presidente es soberano del universo…; León de la tribu de Judá; el Übermensch anunciado por Nietzsche. Es lógico que no tema ni al Estado profundo ni a la maldición de Agadé.

¡Gracias a Trump estamos recordando cuán equivocado estaba el astrónomo y matemático griego Aristarco, al considerar que todos los humanos somos seres ordinarios del planeta tierra. ¡Hay también seres especiales, muy especiales; siempre los ha habido!

En general, en asuntos de guerra, republicanos y demócratas son non plus ultra. Pero los primeros, los demócratas, hipócritas a carta cabal, bien deberían tener a Drácula como símbolo, no al servicial burro de Thomas Nast

Frescas están en la memoria las ejecutorias de un aplaudido demócrata como Barak Obama, quien no dejó de desestabilizar y derramar sangre un solo día, durante 8 años, incluyendo el asesinato infamante del gobernante libio Muamar Gadafi, en 2011.

En la ocasión, la rutilante secretaria de Estado, Hillary Clinton, -que no ha tenido empacho en definirse admiradora de Marte, dios griego de la guerra, antes que de Minerva (Atenea), diosa de la ciencia y las artes- celebró la ignominia parodiando la frase pronunciada por Julio César tras vencer al rey Galo Vercingétorix: Vini vidi vici (vine, vi, vencí). Entre risas de satisfacción, ella dijo: “We come, we saw, we died”.

Los términos: democracia, demócrata, lo mismo que dictadura, dictador… hace rato que prostituyeron su contenido. Dicen tan poco que hoy se habla con normalidad de “bombardeos democráticos”,  “terroristas demócratas”, etc., y se llama “dictador” al insumiso preferido. ¡La conveniencia dicta el atributo!

Recordemos a Siria, diciembre pasado, la victoria del “terrorista democrático” Mohamed al Jolani sobre el “dictador” Bashar al Assad. Y 1999, los “bombardeos democráticos” y “humanitarios” ordenados por el presidente “demócrata” Bill Clinton, contra Yugoslavia: 9 mil 160 toneladas de “explosivos democráticos”, incluidas bombas con uranio empobrecido, arrojados sobre ciudades. Miles de muertos, mutilados y heridos….

El republicano Trump, pese a su demencial propensión a las sanciones, amenazas y provocaciones, y pese al escandaloso acto terrorista que costó la vida al comandante de la Fuerza Qud de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, en 2020, es el que menos sangre ha derramado. Demostró en su primer período de gobierno ser menos sanguinario que quienes, por autodefinición, no deberían serlo: los demócratas.

En realidad, para el establishment USA la vida ajena no vale un comino. Si la hecatombe viabiliza logros, su magnitud no importa. Las masacres bien pueden despacharse como “daños colaterales”.

De ahí que pinta bien la reiterada promesa trumpista de parar la guerra Rusia/OTAN. Tiene a contrapelo el “interés perverso” de numerosas camarillas europeas, que insisten en continuar la guerra “hasta derrotar a Rusia”. Veremos muy pronto si lo de Trump es marramuncia politiquera o promesa veraz.