A menos de una semana de juramentarse, Donald Trump se propone cambiar a su país y al mundo. Quiere intentarlo rodeándose de una claque de familiares e incondicionales, que se frotan las manos vislumbrando un porvenir harto beneficioso para sus intereses. Millones de seguidores fanatizados aplauden y celebran su regreso al poder.
Brincan de alegría fundamentalistas bíblicos que, a cambio de callar pecados, comienzan a imponer dogmas irracionales.
En su chabacano discurso inaugural -donde se pudieron confirmar veinte falsedades- anunció un Armagedón de extrema derecha al estilo trompista. Durante el triste discurso, exultante para sus creyentes, permanencia junto a él una lúgubre primera dama- vestida de luto y ocultando el rostro tras un peculiar sombrero-, quizás advirtiendo de un futuro sombrío.
En pocos días, el mandatario se muestra tal cual es y no puede dejar de ser: un apabullante narcisista con sueños dictatoriales; Individuo dispuesto a pulsar el botón atómico con tal de que la tercera guerra mundial lleve su nombre. No bien ha tomado asiento en la oficina oval, deja a un lado generosidad y humanitarismo y sin perder tiempo decreta contradecir ciencia y realidad. De paso, amenaza a sus vecinos, rompe con la OTAN y el Acuerdo de París.
Convencido de su providencialismo e infalibilidad aspira a mangonear al resto de occidente, subestimando la capacidad de respuesta e influencia global de otras naciones. Sus decretos reflejan arbitrariedad, egocentrismo y necesidad de venganza personal. Llevan tintes delirantes, reforzados por su contundente victoria y vuelta al mando.
Sin embargo, no propone soluciones para problemas básico del ciudadano: salud, educación, crisis de vivienda, inflación, consumo de estupefacientes, y los cotidianos asesinatos en masa. (Parece que eso va incluido en el “Lets make America great again”. ¿Quién sabe?)
Hace suyo el Estado vociferando la inminente apropiación del Golfo de México, el Canal de Panamá y Groenlandia. Afirma -imagino las risotadas del sabiondo de Putin- que en una breve reunión con el dictador ruso detendrá la guerra en Ucrania; asegura eliminar a Hamas en un abrir y cerrar de ojos de ellos no obedecerlo. Y, en un dislate de comedia, propuso a Canadá como el estado 51.
Sus asesores bíblicos lograron convencerlo de que sólo existen dos sexos; lo demás es invento de las izquierdas diabólicas. Con la misma insensatez, se brincó la 14ª enmienda de la constitución y eliminó la ciudadanía por nacimiento.
Esa sensación de infalibilidad y merecimiento del narcisista no tiene límites y suelen transformar a sus opositores en enemigos a castigar (solicita que Biden sea enjuiciado; porque- dentro de los dogmas MAGAS- fue el expresidente quien creo sus expedientes judiciales y no sus transgresiones personales).
El gabinete designado está compuesto por sujetos de incuestionable lealtad, dispuestos a implementar cualquier ejecutoria del jefe sin protestar. Como si lo anterior fuera poco, ha Insertado en la Casa Blanca al extravagante representante de los billonarios norteamericanos Elon Musk, quien se ocupará de multiplicar su fortuna y la de la familia presidencial.
Desde su regreso no cesa de criticar las dictaduras de Cuba y Venezuela, y resiente la desgracia haitiana. Pero, si recordamos su anterior mandato, esos tres países siguieron iguales mientras estuvo gobernando. “Mucha espuma y poco chocolate”; fanfarronear y amenazar siempre se le ha dado bien a Donald.
Expuse, en tiempos de campaña, las conclusiones de un grupo de prestigiosos profesionales de la conducta. Ellos advirtieron sobre la peligrosidad de Trump: en octubre del año 2017, la doctora Brande x Lee y 27 colegas más, publicaron “The dangerous case of Donald Trump”. Detallan, luego de minuciosos estudios del sujeto, su irreversible trastorno de personalidad.
Reconozcamos que actuaron con tacto e inteligencia nuestro presidente y su canciller, brindando alabanzas y buenaventuras al infalible y vengativo líder imperial. Si queremos alguna asistencia del nuevo gobernante, el nuestro debe cuidarse de no criticar o contradecir sus actuaciones.
Con Trump en Washington las contradicciones pueden ser causa de condena y abandono…