La evolucionan de la conducta personal y del pensamiento sociopolítico de Peña Batlle se produjo en los marcos de tres episodios históricos capitales de la historia nacional: la ocupación yanqui (1916-24), el gobierno de Horacio Vásquez (1924-30) y el gobierno de Trujillo (1930-54), esto nos permite distinguir tres etapas en la evolución de la conducta personal y del pensamiento sociopolítico de Peña Batlle: la etapa Pre-trujillista (1921-1935), conocida también como la etapa liberal, caracterizada por el nacionalismo, el antiimperialismo, el hostosianismo y la claudicación ante el  horacismo.

 

En la etapa trujillista (1930-54)Peña Batlle fue un intelectual que expuso su pensamiento conforme a lo que era su íntima convicción: “yo censuro muchas cosas del régimen, pero por respeto a mí mismo y por cuanto he dicho a favor de Trujillo, por convicción, soy incapaz de conspirar contra él. Pero no puedo tolerar que se me humille”, no sacrificó sus valores políticos. Fue él quien coherentemente siempre insistió en que era sincero, decía: “dueño (…) me siento de mis acciones y de mis sentimientos”. El pensamiento político de Peña Batlle sintonizó con el trujillismo con tal profundidad que él mismo pensaba que sus criterios estaban “perfectamente compenetrado con la histórica trascendencia de los acontecimientos que conmueven las estructuras mismas de la nación, dueño como me siento de mis acciones y de mis sentimientos”.

 

Él fue honesto, lo que habla lo dice: “Para ser sincero conmigo mismo”. Se suma a Trujillo “en horas en que la sola idea de la abstención hubiera sembrado mi ánimo de angustias y de sombreas” / “Desde entonces formé el criterio -mil veces arraigado en mi conciencia- de que para sobrevivir estábamos en el deber de confiar a la pericia, a la experiencia y a la escuela del modelador de las últimas características sociales y políticas de la República, la suerte de nuestras instituciones”. Razón hay en afirmar que “cuantas veces se dirigió al pueblo dominicano, desde la tribuna o desde la cátedra académica, la autorizada palabra de Peña Batlle, con todo y ser libérrima, fue considerada como la palabra de Trujillo”, él fue “un perfecto expositor del pensamiento rector de los destinos nacionales, del proteico pensamiento de Trujillo”. Peña Batlle “siempre realizó sus análisis con dignidad y absoluta independencia”. En síntesis, Peña Batlle expuso su pensamiento “con entera libertad de juicio”.

 

Héctor Incháustegui Cabral, “uno de los más devotos amigos” de Peña Batlle, al que consideraba un “hombre de ideas, de firme pensamiento y recia doctrina”, prologó dos de sus obras como “un homenaje, un tributo de amistad (…) de respeto y admiración” afirma que: “Peña Batlle (…) por sus ensayos y por sus discursos es uno de los más calificados teóricos de la patriótica obra de afianzamiento y evolución llevada a cabo en el país por el Generalísimo Doctor Rafael Leónidas Trujillo” / “Cuando se asegura que Peña Batlle es uno de los más calificados teóricos del régimen de Trujillo, de su política, casi no hay que probarlo. La relación que existe entre su tarea de ensayista y la magna obra realizada por el hombre de Estado a quien más debemos los dominicanos, es evidente”.

 

Incháustegui Cabral opina que Peña Batlle habló con absoluta convicción: “la verdad es que cuanto dijo había pasado solemnemente por el tamiz de la consideración reposada”; Peña Batlle es un político que pertenece a “una generación que ha tenido la dicha y el orgullo de ver realizado un programa todavía más amplio y ambicioso que sus mejores sueños”; por eso es el “político que encontró en los nobles ideales de Trujillo la cristalización, la encarnación, de los propios y grandes anhelos de patriota y de hombre de su campo”.

Hay que reconocer que al momento Trujillo ascender al poder político ciertamente Peña Batlle públicamente se opuso a Trujillo: “su línea fue de oposición a la candidatura Trujillo-Ureña, incluso figuró entre las personalidades que asistieron a la proclamación de la candidatura presidencial de Federico Velázquez y Ángel Morales”. Ahora bien; esa actitud duró hasta 1932, año en que el Sabio comienza un proceso paulatino y progresivo de acercamiento ideológico y político al tirano resultado natural de la conformidad ideológica con la naturaleza del régimen político, en otras palabras, el elemento decisivo de esta incorporación al trujillismo fue resultado de la sintonía libre y voluntaria de Peña Batlle con la dictadura; se trató de la evolución de un pensamiento político que desembocó naturalmente en el trujillato.

 

 

Ese proceso de arribo al trujillismo tiene su cronología iniciada en 193, en enero de 1932, en un discurso a en la sociedad Acción Cultural de presentación a Pedro Henríquez Ureña, funcionario de Trujillo, Peña Batlle propuso su propia integración al régimen, evaluó promisorio el momento en que Henríquez Ureña regresó al país ya que existía “un prometedor movimiento de renovación cultural y en general de toda nuestra arcaica, inadecuada y romántica organización social”, afirmó que ese retornó se hizo en el momento más oportuna pues “la juventud dominicana ha comenzado ya a agruparse para concretar en síntesis colectivas, sus anhelos de mejoramiento”. Esos ‘anhelos de mejoramiento’ comenzaban en que era “absolutamente necesaria una reforma profunda y fecunda de nuestra enseñanza”, dado que: “Nuestra escuela no llena una función social fundamental y nuestra universidad, por culpa de su (…) mediocre organización, no cumple otro cometido que el de lanzar al mundo profesionales mal orientados y peor inspirados en cuanto a los fines de su profesión”, le dijo que para realizar la “reforma docente que os reclama el pueblo”, la juventud: “inspirada por esa honda necesidad de reforma” pasará “a ser un factor activo en la transformación de nuestras fuerzas culturales y sociales”.  Ese discurso fue un mensaje para que el tirano se animara a solicitar los servicios propuestos.

 

En 1933 es miembro de la Comisión Delimitadora de la Frontera, en 1934 es seleccionado miembro de la Academia Dominicana de la Historia, institución conformada por historiadores del trujillismo, el 25 de marzo de 1935 Peña Batlle se inscribe en el Partido Dominicano, poco después pronuncia su primer discurso trujillista.

Fernando Infante confirma que: “Chilo (…) debutó en la tribuna trujillista en un mitin celebrado en el parque Ramfis en desagravio a Trujillo por el frustrado complot de Buenaventura Báez Ledesma y Ramón de Lara”. Ese fue el momento de partida de su afiliación militante trujillista y confiesa su nuevo ideario político que estará marcado por el providencialismo / culto al Jefe: Trujillo: Hombre Predestinado, fuerza y necesidad histórica, nacionalista y constructor de la nación y el Estado, el autoritarismo y el anti hostosianismo. A partir de aquí “asume en términos ideológicos el contenido de las acciones del régimen despótico, las que encuadra en el marco de las transformaciones del pensamiento de la época”, jamás volvería al liberalismo.

 

Mario Fermín Cabral propone que la capital pase a llamarse “Ciudad Trujillo”, el dictador públicamente disimula oposición a la propuesta, Peña Batlle se suma a la posición de Trujillo: “en julio comete el error de aplaudir la primera decisión aparente de Trujillo contra el cambio de nombre a la capital; en visible desgracia desde entonces, jactándose privadamente de ello”, Trujillo lo convierte en “un paria político y social”. Cayó en desgracia. Para esta fecha es miembro del Consejo de Salomones de la Cancillería, aparato clave de la matanza de haitianos de 1937.

 

En 1938 Peña Batlle publica: “Un capítulo de historia fronteriza dominico-haitiana. Negociaciones anteriores a 1867”, este ensayo es el capítulo X de “La Cuestión Fronteriza Dominico-Haitiana/1946”. En 1940 es miembro del Consejo Administrativo del Distrito de Santo Domingo, para serlo se precisaba del visto bueno de Trujillo. Se firma el Tratado Trujillo-Hull, un conocedor de Peña Batlle afirma: “No creo necesario decir que la cabeza más visible de todo este proceso que culminó con el Tratado Trujillo-Hull fue la de Manuel Arturo Peña Batlle, como lo fue también en otros procedimientos exitosos de la política internacional de Trujillo”. En 1941 Trujillo lo nombra presidente de la Cámara de Diputados, catedrático de la Facultad de Derecho.

 

En síntesis, la integración de Peña Batlle al régimen de Trujillo fue paulatina, el “Sabio” vio en el régimen “una dictadura que se consustanció con sus ideas esenciales”. Manuel Núñez, obviando ­las evidencias, plantea que la década del treinta fue para Peña Batlle “una etapa de exilio interior” en la que fue “un cauteloso opositor de la dictadura” y que: “No existen datos, a menos que naufraguemos en la especulación personal, de que Peña Batlle quisiera incorporarse al régimen en esos momentos”.

 

Para explicar al Peña Batlle ideólogo trujillista previamente hay que indagar en el pensamiento tradicional dominicano, para establecer las ideas fuertes de ese contexto mental, hemos encontramos que en este pensamiento predominan el racismo, el pesimismo, el catolicismo, la hispanofilia, el anti-haitianismo y el caudillismo que, a su vez, implicaba asumir el autoritarismo, el mesianismo-providencialismo y el culto al caudillo.

 

Este ambiente cultural predominante en la minoría culta “favoreció la consustanciación de la intelectualidad con el despotismo”. En efecto, en el estudio de la dialéctica entre historia política e historia intelectual del país encontramos que, para el caso de la dictadura de Trujillo, la “empatía con el régimen cubría a casi todos los intelectuales de la época”, que “los intelectuales que clamaban por una realización nacional se solidarizaron desde el principio con Trujillo porque visualizaron en el personaje la figura que iba a llenar este cometido programático (…) Algunos de ellos fueron trujillistas en todos los sentidos y se convencieron de que solo a través de la dictadura se lograría emprender un programa de modernización y realización nacional, que incluía la erradicación de la determinante influencia norteamericana”.

 

Rafael Darío Herrera sostiene que en los casos de Heureaux, Cáceres y Trujillo “las élites ilustradas urbanas clamaron por el autoritarismo (…) En los umbrales de 1930, en un entorno caracterizado por la inestabilidad que generaban los caudillos, los intelectuales nacionales se adhirieron al despotismo trujillista / El punto de entronque con el incipiente orden autoritario fue el repudio al caudillismo y la ideología nacionalista”.

 

Consultas:

 

-Boletín Archivo General de la Nación. Año 1. No.1. 31/marzo/1938.

-Roberto Cassá (1990), Integración de los intelectuales al Estado y sus consecuencias. En: Movimiento Obrero y Lucha Socialista en La República Dominicana.

-Roberto Cassá (2011), La dictadura de Trujillo: análisis y perspectiva. Boletín Archivo General de la Nación. No. 130.

-José I. Cuello (1991), Sobre perdida de generaciones.

-Héctor I. Cabral (1954), Prólogo al texto Orígenes del Estado Haitiano.

-Jesús Galíndez (1999), La Era de Trujillo.

-Raymundo González (1994), Peña Batlle y su concepto de nación dominicana. ECOS. Año II. No.3.

-Rafael Darío Herrera (2004), La era de los caudillos en la República Dominicana. Clío. No.167.

-Fernando Infante (2007), La Era de Trujillo: Cronología Histórica.

-Fernando Infante (2009), Biografía de Trujillo.

-Julio Jaime Julia (2000), Manuel Arturo Peña Batlle.

-Andrés L. -Mateo (1993), Mito y Cultura en la Era de Trujillo.

-Manuel Núñez (2007), Peña Batlle en la Era de Trujillo.

-Manuel A. Peña Batlle (1954), Política de Trujillo.

-Héctor Pérez Reyes (1995), Mis Dominicanos. TI.

-Emilo Rodríguez Demorizi (1954), Presentación a Política de Trujillo.

-Jorge Tena Reyes (1988), Manuel Arturo Peña Batlle en la Historiografía Dominicana. En: El Pensamiento de Manuel Arturo Peña Batlle. UNIBE. Serie Seminarios No.1.