La naturaleza terrorista y criminal de la dictadura de Trujillo no tiene comparación en la historia dominicana y en gran parte de América Latina. Un ser carente de moralidad, sin el menor pudor para violentar la dignidad de cualquier persona, codicioso a tal extremo que es el ladrón más grande de nuestra historia y quien inculcó en la mentalidad dominicana patologías como la misoginia, el racismo, la aporofobia, la actitud delatora, el desenfreno en las pulsiones violentas y la proclividad al robo de los bienes públicos. No sería descabellado señalarlo como el autor intelectual, el motivador primigenio, en todos los casos de desfalco a los bienes públicos que conocemos, en gran parte de los feminicidios y en la acción criminal de muchos policías en el presente. La saña de los militares contra los campesinos de Palma Sola, los jóvenes de Las Manaclas, los rebeldes de la zona norte en la Revolución de 1965, los asesinatos de líderes políticos y periodistas durante el balaguerato y los asesinatos de la guerrilla de Caamaño, es un sello distintivo de la idiosincrasia criminal de Trujillo.

Muchos hechos que consideramos positivos que ocurrieron durante la tiranía siempre tuvieron un trasfondo perverso, para beneficio del mismo sátrapa. Trujillo tenía a congresistas, jueces, periodistas, curas, artistas, comerciantes, y todo el resto de la sociedad metidos en su puño y bajo permanente acoso. Toda acción legislativa era iniciativa de Trujillo, los congresistas no pasaban de ser títeres. Al celebrar los 80 años del voto de la mujer en nuestro país no podemos olvidar los intereses de Trujillo en el reconocimiento de ese derecho. Le antecede la ley 390 del 1940 que reconoce los derechos civiles a la mujer dominicana y el ensayo de voto femenino en 1934. Será en las elecciones de 1942 cuando será efectivo el voto de las mujeres en la República Dominicana. El 10 de enero del 1942 se aprobó en la reforma a la Constitución y el 16 de mayo del mismo año por vez primera fueron contados los votos de las mujeres igual que la de los hombres. Trujillo ganó de manera absoluta con el voto de 600,000 hombres y mujeres. Cuando cayó la tiranía a nadie en su sano juicio se le ocurrió prohibir el voto femenino, pero algunos lo pensaron.

Semejante ocurrió con el divorcio civil, mediante la ley 1306-BIS del 21 de mayo del 1937, Trujillo oficializó la posibilidad del divorcio para beneficio propio, ya que deseaba romper su matrimonio con Bienvenida Ricardo. Semejante al caso del voto femenino, ajusticiado el tirano, no hubo gran resistencia a mantener el divorcio civil, a pesar del Concordato firmando por el mismo Trujillo en 1954. Para que nos hagamos una idea de lo trascendental de ese hecho, en Chile se logró una ley de divorcio que permitía a los conyugues casarse de nuevo en el 2005, luego de casi una década de lucha ideológica entre los sectores conservadores, incluida la Conferencia Episcopal de Chile, las misma que le ocultó al Papa las diabluras de un cura pederasta, y los sectores liberales. Es curioso que de una dictadura tan feroz como la trujillista heredamos reconocimientos de derechos que posteriormente no fueron impugnados.

Diferente pasó con la legislación trujillista de reconocimiento de hijos fuera de matrimonio, normado por la ley 985 de 1945. En los patrones culturales de la élite oligárquica dominicana de inicios del siglo XX los hijos de fuera del matrimonio no eran reconocidos y sobre ellos recaían todo tipo de injurias y discriminaciones. El epíteto de hijo natural fue un baldón social para el resto de la vida de miles de hombre y mujeres, la mayor parte de los cuales únicamente tenían el apellido materno. Reciente el actual director de la Policía, mostrando la fuerza de esos prejuicios en el cerebro de muchos dominicanos y dominicanas, afirmó que no deseaba aceptar a hijos de madres solteras en las filas de la policía. La reacción fue tan terrible en su contra que tuvo que desdecirse más rápido que el tiempo que le tomó afirmarlo.

Una de las causales más esgrimidas por los sectores reaccionarios contra la democracia dominicana en el 1963 fue precisamente que la Constitución incluía el reconocimiento en igualdad de condiciones de hijos naturales y de matrimonio, olvidando que Trujillo había avanzado en ese terreno. La otra fue la omisión del Concordato en la Constitución, cuestión que se suponía esencial para varios sectores, pero en 1966 Balaguer también lo omitió en su Constitución y todos se quedaron callados. Una muestra más que todo ese discurso ideológico contra la Constitución del 1963 era una excusa para el golpe de Estado y poder repartirse los bienes del Estado entre los patrocinadores de ese asesinato de la democracia y la voluntad del pueblo dominicano.