Ha concitado un generalizado repudio la “genial” idea de distinguidos señores con poder político para producir leyes, que pretenden la creación de una nueva provincia en este pequeño Estado con más provincias que las más grandes naciones de América. Cuando indagamos el origen de esta prolífica división política del país, sin dudas se remonta a la muy inefable “Era de Trujillo”, pletórica de patologías sociales.

Domingo Fernández de Navarrete, arzobispo de la isla de Santo Domingo, en 1679 describía las ciudades y villas de la isla: Ciudad de Santo Domingo, ciudad de Santiago de los Caballeros, ciudad de Concepción de La Vega, villa del Cotuí, ciudad de Monte de Plata, pueblo de Boya, ciudad de Bayaguana, villa del Seibo, villa de Higüey, villa de Azua y pueblo de Guaba. (Emilio Rodríguez Demorizi. Relaciones históricas de Santo Domingo.   Archivo General de la Nación. C. T. (Santo Domingo) 1957. T. III pp. 10-19). Las demás localidades al noroeste habían sido abandonadas con las devastaciones ordenadas por el rey Felipe III.

Al discurrir 143 años tras la ocupación haitiana de 1822, se formaron dos departamentos o provincias en la antigua colonia española, los departamentos Ozama y Cibao, las poblaciones fronterizas desde Montecristi a Pedernales pasaron a formar parte de los departamentos propiamente haitianos. Con la nueva división Ozama-Cibao se designaban 9 distritos en el territorio español o dominicano: Santo Domingo, Puerto Plata, Montecristi, Santiago, Samaná, Neiba, Azua, San Juan, Las Matas de Farfán, y La Vega. La parte netamente haitiana estaba compuesta por 22 distritos.  (Charles Mackenzie. Notas sobre Haití.  Archivo General de la Nación. Santo Domingo, 2016. pp. 312-313). Esta diferencia abismal entre departamentos y distritos, fue diseñada para evitar que los habitantes de la parte española o dominicana en algún momento llegaran a ser mayoría en el Congreso, ante la superioridad de sus límites territoriales.

Amparo Chantada notable especialista en geografía, al enjuiciar esa prejuiciada división de la parte dominicana en solo dos departamentos, ha comentado:

[…] Santo Domingo no tenía valor para las autoridades haitianas: la división administrativa del país en dos departamentos reproduce la división colombina judicial en dos bandas (la del norte y la del sur); evidencia el poco interés económico del país para el Gobierno haitiano considerado como un territorio “en reserva”; evidencia también un régimen dictatorial, monolítico, centralizador, bajo cuya base social amplia está repartido en múltiples comunes y secciones, el pequeño agricultor”. (Amparo Chantada. La geografía en Santo Domingo. Editora Universitaria UASD.  Santo Domingo, 1987. p. 313).

Totalmente cierto el comentario de Chantada, Santo Domingo español solo tenía un interés primordial estratégico en los planes de Boyer para la autodefensa, en caso de una invasión de Francia. El polémico historiador haitiano Jean Price-Mars, resaltó este concepto cuando destacó:

“Por consiguiente, en 1822, Haití se hallaba en estado de alarma y lista para la defensa. De dicha defensa estratégica del país contra una invasión formaba parte la unión de la parte oriental con la República”. (Jean Price-Mars. La República de Haití y la República Dominicana. Diversos aspectos de un problema histórico, geográfico y etnológico.  Colección del Tercer cincuentenario de la independencia de Haití. Puerto Príncipe, 1953. T. I  p. 194).

Cuando se fundó la República Dominicana, la atropellada primera Constitución de 1844, establecía en su artículo cuarto:

“El territorio de la República se divide en cinco Provincias que son: Compostela de Azua, Santo Domingo, Santa Cruz del Seibo, la Concepción de la Vega y Santiago de los Caballeros”. (Constitución política y reformas constitucionales 1844-1942.  Colección Trujillo. C. T. (Santo Domingo), 1944. T. I p. 10).

La Constitución de Moca de 1858 instituyó tres departamentos Seibo, Ozama y Cibao. En 1865 se retornó al formato anterior, añadiendo los distritos de Puerto Plata y Samaná. En la reforma constitucional de 1879 se adicionó el mandato que disponía cuando las circunstancias lo exigieran podrían erigirse nuevas provincias y distritos. En la reforma de 1881 se incorporaron Montecristi y Barahona como distritos. En la reforma de 1887 se sumó la provincia Espaillat y el distrito de San Pedro de Macorís. En 1896 durante la tiranía lilisista se proclamó el distrito de Pacificador (San Francisco de Macorís) en autohomenaje de Ulises Heureaux, supuesto pacificador de la patria. (Constitución política y reformas constitucionales 1844-1942.  T. I pp. 174, 274, 556.  T. II pp. 8, 52, 104).

En la “Era de Trujillo” empezó el festival de provincias, primero con el propósito que los habitantes de esas comunidades lo agradecieran al “Benefactor”, además para formar una red de dominación política estratégica a través de los gobernadores. Esto no significaba que se obtendrían bienes materiales para los pobladores. No se incluyó extender las redes del alumbrado a los municipios, distritos y secciones, solo los municipios cabecera podían gozar de este privilegio, al igual que la telefonía, tampoco se beneficiaban con el agua potable, ni la reconstrucción de viviendas que siguieron en su mayoría con pisos de tierra, los caminos vecinales intransitables y los tribunales estaban en determinadas comunes cabeceras, etc.

Las provincias aumentaron a 25 y un Distrito Nacional. Lo interesante fue el cambio de nombres a provincias y municipios para satisfacer el ego hipertrofiado del “Padre de la Patria Nueva”. Veamos: Provincia Benefactor en homenaje a su alteza Trujillo, incluía los municipios de San Juan, El Cercado y Las Matas de Farfán. Provincia Julia Molina (Matanza-Nagua) dedicada a la “excelsa matrona” la mamá del “Jefe”, con los municipios de Julia Molina, Cabrera y Río San Juan. Provincia San Rafael en deferencia al propio “Jefe”, con los municipios de Elías Piña, Bánica, Pedro Santana y el distrito municipal de Hondo Valle.  Provincia Trujillo, era la más grande, con los municipios de San Cristóbal, Bayaguana, Monte Plata, Villa Altagracia y Yamasá, los distritos municipales de Sabana Grande Palenque, Sabana de Boya, Bajos de Haina y Yaguate.  Provincia Trujillo Valdez con los municipios de Baní, San José de Ocoa y el distrito municipal de Nizao.  (J. Marino Incháustegui.  Geografía descriptiva de la República Dominicana.  Secretaría de Estado de Educación. C. T. (Santo Domingo, 1961. pp. 72-74).

Este festival empezó bien temprano, el 15 de febrero de 1932 se dictó una ley creando la provincia Trujillo, que ocupaba una jurisdicción enorme: San Cristóbal, Baní, Monte Plata, Yamasá, Villa Mella, La Victoria, Guerra y Bayaguana.  Baní luego paso a la provincia José Trujillo Valdez, y San José de Ocoa fue denominada Silveria Valdez, la jefa de la banda de “Baúl y Solito”, abuela paterna del “Benefactor”.

Fuente: J. Marino Incháustegui.  Geografía descriptiva de la República Dominicana.

En 1934 se dictó otra ley que aumentaba el perímetro de la provincia Trujillo con las secciones: Madrigal, Novillero, Villa Altagracia, Pino Herrado y Básima. En enero de 1936 la ciudad de Santo Domingo pasó a ser  “Ciudad Trujillo”. En ese mismo lapso en Sábana de la Mar se designó la villa del Valle de Icagua como Villa Trujillo. En 1937 Los Almácigos en Santiago Rodríguez se le asignó el nombre de “Villa del Generalísimo”. Villa Vázquez que se le había cambiado la titulación por Villa Demetrio Rodríguez, fue denominada Villa Isabel en homenaje a Isabel Mayer, importante correligionaria de Trujillo en la zona. La sección Barbacoas de Neiba fue “bautizada” como “Villa José Trujillo Valdez”. La sección El Desecho de La Vega nombrada “Coronel Ramfis” (que era un niño de seis años).  En 1938 fue formada la provincia de Dajabón, pero ese mismo año le fue cambiado el nombre por Libertador en homenaje a Trujillo. En 1939 se le otorgó a San Cristóbal el título de “Ciudad Benemérita”, en atención a la aprobación de la primera Constitución y el “nacimiento  del Benefactor de la Patria, Generalísimo Doctor Rafael L. Trujillo Molina”. (Vicente Tolentino Rojas. Historia de la división territorial 1492-1943. Colección Trujillo. C. T. (Santo Domingo), 1944.  pp. 250, 252, 260, 275, 277-278, 285, 290).

Baní y San José de Ocoa pasaron a ser la Provincia José Trujillo Valdez. En medio de la batahola de denominaciones a provincias y ciudades con los nombres de Trujillo, sus familiares y allegados, no faltaron ciudadanos vinculados estrechamente al régimen que quisieron unirse al festival. Debemos citar el caso del teniente coronel Juan Almánzar, aunque de La Vega le tomó mucho cariño a la común de Pedernales, había sido escolta de José Trujillo Valdez y tenía fácil acceso al “Jefe”, le solicitó que esa común fuera erigida en provincia. Trujillo le manifestó que el inconveniente era Pedernales no tenía municipios, Almánzar argumentó que existía un pueblo grande cerca de la laguna de Trujin (Oviedo), Trujillo aceptó la petición y se creó la provincia de Pedernales con un solo municipio en 1957. (Manuel de Jesús Javier García. Mis 20 años en el Palacio Nacional junto a Trujillo y otros gobernantes dominicanos.  Editora Taller. Santo Domingo, 1986. T. II pp. 34-39).

En definitiva el síndrome de la multiplicidad de provincias tiene su etiología en la “Era de Trujillo”, cuyos fines básicos eran mantener el ego desbordado del “Benefactor y Padre de la Patria Nueva”, que consideraba a Dominicana su hato ganadero y su nombre debía estar estampado en todos los corrales.

¿Deben desaparecer esas provincias y municipios? Bajo ningún concepto ya han adquirido categoría histórica, inclusive aquellas que tenían el nombre de Trujillo y sus paniaguados que obviamente volvieron a retomar sus nombres antiguos. En realidad ahora en la mayoría de los casos funcionan mejor, porque se han resueltos problemas básicos para el desarrollo social que adolecían durante la fatídica “Era de Trujillo”, incluyendo notable mejoría en las comunicaciones terrestres, aérea y marítima.

No obstante, es pertinente admitir que desde el ámbito de la división política y social de los pueblos la nuestra es muy suis generis, lo adecuado es no seguir insistiendo en esas excesivas divisiones provinciales. Se impone sellar de modo definitivo ese capítulo y conformarnos con las provincias que tenemos hasta el presente. Cuya cantidad es harto garrafal cuando hacemos la comparación con otros países de enormes extensiones territoriales como Argentina (23 provincias y un distrito federal), México (32 estados federados) y Brasil (27 estados federados).  Si queremos cotejos con un país pequeño y vecino, veamos el ejemplo de Cuba con 110,860 km2 cuenta solo con 14 provincias, mientras aquí con 48,442 km2 tenemos 32 provincias y aspiramos a varias más. Sepultemos de una vez y para siempre el fantasma del egocentrismo trujillista, que todavía nos asalta de vez en cuando.