El 24 de junio de 1960 el vehículo que conducía a Rómulo Betancourt presidente de Venezuela, se estremecía tras un alevoso atentado dinamitero patrocinado por Rafael Trujillo Molina, el “Jefe”, en venganza por su colaboración con los héroes de la Raza Inmortal del 14 de Junio de 1959, que encendieron «la llama augusta de la libertad» en la sojuzgada Dominicana. Por suerte el mandatario venezolano quedó indemne, con lesiones menores. No se trataba del bautismo de fuego de Trujillo en esas andadas especiales de terrorismo de Estado, ya antes había logrado exitosos magnicidios en la misma Venezuela y en Guatemala, además de su vinculación en el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, quien sería inminente presidente de Colombia. Dentro de su adición a la violencia contra la ciudadanía, resalta que no respetaba ni siquiera a dignatarios extranjeros.

Colombia desde la década del 40 había sido uno de los mejores refugios para los exiliados antitrujillistas, importantes líderes locales respaldaban la lucha contra la tiranía. Jorge Eliécer Gaitán era una de esas personalidades, con la ventaja que se perfilaba como un futuro presidente de la República. El aparato de propaganda del trujillismo desató una campaña de diatribas contra el gran tribuno colombiano, imputándole ser promotor de la violencia, comunista y demás hiervas, entre estos plumíferos se destacaron el cubano Gerardo Gallegos y los esposos venezolanos Pepper-Rincón.

El 9 de abril de 1948, Gaitán fue asesinado al salir de su oficina en Bogotá, por el nombrado Juan Roa Sierra, quien inmediatamente fue linchado por seguidores del líder abatido. Este asesinato provocó una rebelión popular conocida como el Bogotazo.  En el desarrollo de las investigaciones del crimen, fue implicado el ciudadano César Bernal Cordovez, acompañante del magnicida Roa. Emilio Rodríguez Demorizi el más importante investigador histórico criollo, en la época se desempeñaba como embajador en Colombia en atención a sus innegables dotes intelectuales, al presentarse el caso de Bernal Cordovez, Rodríguez Demorizi como parte de sus funciones comunicaba a la Cancillería en el mes de agosto:

“La circunstancia de ser citado Bernal Cordovez hermano de Jorge Bernal Cordovez, quien hace algún tiempo estuvo en nuestro país como en España, ha inducido el periódico Jornada a cometer la más tonta villanía, atribuyéndole relación a Santo Domingo y a España con los hechos del 9 de abril”. (Mu-Kien Adriana Sang. La política exterior dominicana 1844-1961.  Secretaria de Estado de Relaciones Exteriores. Santo Domingo, 2000. T. II  p. 218).

Cadáver de Jorge Eliécer Gaitán, rodeados de sus compañeros

Se trataba de muchas coincidencias, desde Ciudad Trujillo que se bombardeaba con epítetos zahirientes al asesinado líder, estos desaparecieron de inmediato, pero en la escena del crimen se involucraba a un hermano de un testaferro de Trujillo. Rodríguez Demorizi recomendaba como medida de precaución a través de la Cancillería:

“Como el Señor Bernal aspiraba a un cargo en el Gobierno dominicano, asunto del conocimiento del Excmo. Señor Presidente de la República, me permito opinar que no conviene por ahora concederle ningún empleo ni auspiciar su entrada al país”. (Mu-Kien Adriana Sang. Obra citada. p. 18).

¿Si Trujillo estaba libre de culpas, por qué tantos manejos intrigantes en torno al señor Jorge Bernal Cordovez, a quien ellos reconocían como uno de sus testaferros en Colombia?

Entretanto, Trujillo también tenía muy importantes enemigos en Venezuela, entre ellos sobresalía Rómulo Betancourt, que ya había ocupado la presidencia. Para 1948 el presidente era un correligionario de Betancourt en el Partido Acción Democrática, el novelista Rómulo Gallegos, que fue derrocado por las Fuerzas Armadas. Los militares golpistas tenían dos líderes Marcos Pérez Jiménez de ultraderecha y Carlos Delgado Chalbaud, moderado. Se decidió que Delgado Chalbaud fuera el presidente de una junta militar de Gobierno. El ”Jefe” no pudo influir en el nuevo presidente y ordenó a su equipo de ataque publicitario declararle la guerra.

Rafael Simón Urbina, venezolano, agente de Trujillo que se había especializado en imputaciones calumniosas contra Betancourt, vivía asilado en Ciudad Trujillo, ahora no tenía  inconvenientes políticos en su país, de repente se trasladó a Caracas. El 13 de noviembre de 1950 Urbina al frente de un comando secuestró y asesinó al presidente Carlos Delgado Chalbaud. Urbina fue apresado pero ese mismo día en horas de la noche fue sacrificado en un “intento de fuga”. Ya no se podían averiguar sus motivos para encabezar el crimen. A la presidencia ascendió Marcos Pérez Jiménez, íntimamente vinculado a Trujillo.

Cadáver del presidente Carlos Delgado Chalbaud

Desde Ciudad Trujillo para nada se hizo mención de la residencia permanente de Urbina en el país como agente de Trujillo, su nombre fue irradiado de toda actividad política y social. Un libro que publicó atacando a Betancourt pagado por Trujillo fue retirado de todas las bibliotecas. Trujillo “compungido” ordenó un duelo oficial por el asesinado del presidente.

El ”Jefe” fue más lejos, “aportó” una investigación sobre el crimen del presidente venezolano y otros graves sucesos políticos que habían ocurrido en ese lapso, como el atentado contra el presidente Truman de los Estados Unidos. El embajador de Trujillo en Washington denunció el magnicidio como parte de una conspiración revolucionaria contra Truman, Delgado Chalbaud, Muñoz Marín y el propio Trujillo. Destacando que la “conspiración” se  planificó en Barranquilla, Colombia, que era la residencia del entonces exiliado Rómulo Betancourt.  El 3 de diciembre, el periódico El Caribe,  imputaba complicidad a Betancourt en el crimen cometido contra Delgado Chalbaud:

“Un hecho que robustece los indicios de que Rómulo Betancourt y el grupo de revolucionarios extremistas que opera en el área del Caribe se encuentran implicados en el asesinato del teniente coronel Carlos Delgado Chalbaud, según ha declarado a este diario una fuente que le merece entero crédito, es el de la afiliación de Carlos Urbina, hijo del General Rafael Simón Urbina, matador del Presidente de la Junta de Gobierno de Venezuela, a la “Legión del Caribe”. (El Caribe.  C. T. -Santo Domingo- 3 de diciembre 1950).

Rafael Simón Urbina, testaferro de Trujillo y magnicida de Delgado Chalbaud

El periódico oficial para nada mencionó que Rafael Simón Urbina era un sicario de Trujillo y salió directo desde Ciudad Trujillo a Caracas para cometer el crimen. Lo importante era quitarse esos muertos de encima y de carambola achacárselo al archirrival Rómulo Betancourt. El “Jefe” de autor intelectual del magnicidio contra el Carlos Delgado Chalbaud, se promocionó como investigador que solucionó el caso imputándoselo a Betancourt, obviamente con el visto bueno de su adlátere Marcos Pérez Jiménez, nuevo mandante de Venezuela. Por eso, ese expediente criminal no solo se diluyó en esos momentos estelares, sino ante la historia.

Tomando en consideración sus éxitos, Trujillo asumió con ahínco el terrorismo magnicida y decidió extender este método para extirpar enemigos radicales como José Figueres, presidente de Costa Rica, al efecto contrató a tres matones cubanos para que ejecutaran a Figures. El grupo lo encabezaba Jesús González Cartas (El Extraño), Herminio Díaz García, lugarteniente de El Extraño y Juan Manuel  Delgado (El Francés), quien fungía de copiloto de la compañía de aviación dominicana. El Extraño ubicado entre los responsables de la desaparición y muerte en Cuba del líder sindical Mauricio Báez.

Jesús González Cartas (El Extraño)

Los conspiradores llegaron a San José, Costa Rica, en mayo de 1957, su enlace era Félix W. Bernardino. El plan inicial era ubicar un terreno apropiado para una pista de aviación que les permitiera escapar a Nicaragua una vez cumplida su misión. Los matones se alojaron en el hotel Oasis, el 17 de mayo solicitaron una entrevista con el presidente Figueres. La policía local estaba advertida de los propósitos de estos sujetos y fueron apresados:

“Los tres tenían consigo armas de fuego cargadas, una de las cuales, la que llevaba El Extraño, resultó ser una pistola afiligranada, obsequio de Trujillo. también llevaban cinco mil dólares en billetes de a cien, con números de serie correlativos, así como unos cuantos documentos incriminatorios”. (Robert D. Crassweller. La trágica aventura del poder personal.  Editorial Bruguera. Barcelona, 1968. P. 345).

Con la excepción de El Extraño, los demás admitieron sus frustrados propósitos. El escándalo estremeció a Centroamérica, Trujillo se mantuvo alerta a través de sus misiones diplomáticas en el área. El 20 de mayo, Ernesto Sánchez Rubirosa, embajador en Nicaragua, informaba a la Cancillería que la prensa de Nicaragua se hizo eco del apresamiento, insertaba el siguiente recorte del periódico La Hora   del 19 de mayo:

“La policía de seguridad evitó que se llevara a cabo un atentado contra la vida del Presidente Figueres, cuando ayer capturó a 3 cubanos, pero que uno de ellos resultó dominicano, a quien se le encontró un revólver que le había obsequiado el Generalísimo Rafael Leonidas Trujillo”.

“Según el Ministerio de Seguridad Pública a los supuestos criminales se les encontraron revólveres y una ametralladora de mano así como regular cantidad de tiros” (Mu-Kien Adriana Sang. Obra citada. pp. 176-175)

El 23 de mayo, el embajador Sánchez Rubirosa le enviaba una comunicación directa al “Jefe” informándole que el detenido Herminio Diaz declaró que ellos eran protegidos por el general Somoza Debayle:

[…] quien había dispuesto su estadía en Managua durante cuatro días, atendiendo expresas recomendaciones de Vuestra Excelencia. Que los cubanos estuvieron en Managua bajo la dirección del Licenciado Félix W. Bernardino y que el General Somoza les había ofrecido toda clase de cooperación y además la suma de US$100,000 dólares en efectivo si llevaban a feliz termino el asesinato de Figueres”. (Mu-Kien Adriana Sang. Obra citada. p.175)

Este documento que naturalmente era de consumo muy íntimo, de modo claro evidencia la responsabilidad de Trujillo en el frustrado atentado contra el presidente de Costa Rica, José Figueres. En Costa Rica la justicia era muy flexible y poco tiempo después, los imputados fueron puestos en libertad.

En otro caso no menos espectacular, Trujillo había contribuido con armas y dinero al derrocamiento del Gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala, régimen democrático que censuraba su tiranía.

El nuevo presidente Carlos Castillo Armas se estima recibió 60,000 a 150,000 dólares de Trujillo, quien consideró que por sus aportes tenía poderes en Guatemala, hasta el extremo que a través de Johnny Abbes controlaba las actividades de importantes funcionarios de la Dirección General de Seguridad. Trujillo reclamaba se le entregara al exiliado Miguel Angel Ramírez Alcántara que estaba prisionero en ese país, además se le concediera la principal condecoración de Guatemala la Orden del Quetzal y que lo invitaran para imponerle la distinción. El canciller Skinner Klee, se opuso de modo radical a concederle esos honores y esto desató la ira en el “Benefactor”. (Robert D. Crassweller. Obra citada. pp. 346-347).

El 26 de julio de 1957 mientras Castillo Armas recorría la Casa Presidencial, un soldado nombrado Romeo Vásquez Sánchez, lo mató y supuestamente se “suicidó” haciendo accionar su arma larga sobre el área del mentón, en una maniobra “suicida” que se descartó. Lo cierto es que todo coincidía con el caso del asesinato del presidente de Venezuela, Carlos Delgado, ambos magnicidas perdieron la vida el mismo día que cometieron los hechos.

Se ha determinado que Enrique Trinidad Oliva, jefe de Seguridad de Guatemala y Carlos Gacel un cubano asignado a esa dependencia, eran agentes pagados de Trujillo y los coordinaba Johnny Abbes, que viajaba constantemente entre México, Guatemala y Ciudad Trujillo.

Jorge Luján Muñoz importante historiador guatemalteco, nos dice que este suceso en realidad nunca se ha aclarado debidamente, destacando el rumor de la participación de Trinidad Oliva (que era un agente de Trujillo) y del tirano dominicano. (Jorge Luján Muñoz. Breve historia contemporánea de Guatemala.  Fondo de Cultura Económica. Cuarta edición. México, 2013. p. 322).

El general Arturo Espaillat, de los equipos criminales de inteligencia de Trujillo, explicó a su modo que previamente “se enteraron de la trama” contra Castillo Armas, y se lo comunicaron, pero que este no tomó en cuenta la información. Indicando que ante su actitud indiferente: “Inclusive Trujillo ordenó que le transmitieran advertencias a Guatemala a través de los micrófonos de la “La Voz Dominicana”. (Arturo R. Espaillat. Trujillo el último de los cesares.  Pedro Pérez Cabral, Ramón Pina Acevedo, traductores. Ediciones Renovación. Santo Domingo, 1967. p. 132).  Ya varios años antes habían usado un procedimiento similar con el coronel Arana en la propia Guatemala.

Espaillat de modo “inocente” narra como Johnny Abbes y Trujillo estaban muy preocupados porque se acercaba el momento de la ejecución de Castillo Armas y este no trataba de defenderse, de acuerdo a su versión:

“Castillo Armas será ejecutado -le informó Johnny Abbes a Trujillo-, entre el 24 de julio y el 2 de agosto”. Ese informe se produjo a mediados de dicho mes de julio, cuando Trujillo recibía en su oficina a Abbes García para conocer de sus informaciones. El día 24 Johnny precisó la ejecución: “El Presidente Castillo Armas morirá pasado mañana”. Y así fue”. (Arturo R. Espaillat. Obra citada. p. 133).

Más que un testimonio es una incriminación, Espaillat destacó que ellos sabían exactamente cuándo se produciría el atentado. Añadió que Trujillo impresionado por la exactitud de la profecía de Abbes lo designó jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM). Precisamente reemplazó a Espaillat en la jefatura de estos organismos maléficos. Sobre el poder de Trujillo en Guatemala, Espaillat apuntó:

“De hecho, en 1956, sectores enteros del servicio secreto guatemalteco estaban controlados más por Trujillo que por el mismo Armas. Y no solo había una cooperación Activa entre los dos servicios; Trujillo puso también docenas de agentes guatemaltecos en su nómina. Eventualmente, Trujillo, por medio de Johnny Abbes, sabía más de lo que estaba ocurriendo en Guatemala que el mismo Castillo Armas”. (Arturo Espaillat. Trujillo: Anatomía de un dictador.  Ediciones de Cultura Popular, S. A. Barcelona, 1967. p. 144).

Trujillo controlaba en cierto modo los organismos de seguridad de Guatemala y precisamente ese factor fue el “deficiente” en la preservación de la vida de Castillo Armas. De modo obvio si Trujillo tenía ese poder en los organismos de seguridad de Guatemala y conocía la información del magnicidio en ciernes, pudo evitarlo utilizando su importante influencia sobre la Seguridad Nacional de Guatemala.

El historiador Alejandro Paulino, ha establecido que la amplia red de espías extranjeros bajo la dirección de Abbes se mantuvo activa hasta el final del trujillato. Resaltando que en una nómina del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) en el periodo de 1960-1961, aparecen 23 personas dominicanas y extranjeras que rendían labor en el extranjero en embajadas y consulados, con salarios de 100 a 500 dólares (Alejandro Paulino Ramos. La dictadura de Trujillo. Vigilancia, tortura y control político.  Impresora Soto Castillo, S. A. Santo Domingo, 2020. p. 236).

Tras el magnicidio Abbes regresó a Guatemala a coordinar las labores de encubrimiento. Permaneció buen tiempo en allí, al surgir evidencias que lo inculpaban salió huyendo junto a sus agentes Gacel y Oliva. En el Congreso de Guatemala se había iniciado una discusión en torno a la responsabilidad de Trujillo en el crimen de Estado. La investigación fue archivada con el ascenso a la presidencia de Miguel Idígoras Fuentes, aliado del tirano criollo. (German Emilio Ornes C. Trujillo pequeño César del Caribe.  Editora Cole.  Santo Domingo, 1999. p. 380).

Velatorio de Carlos Castillo Armas

Trujillo había superado de manera brillante los magnicidios anteriores. Al producirse la invasión patriótica del 14 de Junio, decidió retomar sus expedientes contra los mandatarios adversos que ayudaron a los exiliados antitrujillistas. Con Fidel Castro no pudo, porque el líder cubano logró frustrar un intentó de contrarrevolución. Entonces se dedicó en cuerpo y alma a vengarse de Rómulo Betancourt.

Fue contratado un equipo de sicarios venezolanos, que llegaron a Ciudad Trujillo a planificar y practicar el proyecto de atentado, con la coordinación general de Johnny Abbes García. Se utilizaría un aparato electrónico que funcionaba en base a microondas, demasiado moderno para la época, con un poder explosivo de 65 kilo de TNT. Trujillo asistió a las reuniones conspirativas, llegó a sentenciar: “Al enemigo hay que darle fuerte, pues si no se lo hacemos nosotros, él se lo hace a uno”. (Julio Portillo. Venezuela, República Dominicana. Relaciones diplomáticas 1844-1984.  Editorial Ex Libris. Caracas, 1991. p. 168).

Se decidió hacer un simulacro del atentado en una de las fincas de Trujillo. Luis M. González Mata (Cisne) autoincriminado como agente de la CIA y de los tiranos Franco y Trujillo, describió que estaba en el lugar del ensayo, se colocarían maniquíes en el carro que sería volado para ver los efectos de la bomba. El “Benefactor” exigió que todo fuese original, entonces se trasladó a tres presos políticos los montaron en los carros de la prueba, que volaron dejando solo chatarras retorcidas y trozos de cuerpos humanos. De acuerdo a la versión de González Mata al verificar los resultados: “-Ya está! -dijo Trujillo, ahora a Caracas!”. (Luis González Mata. Cisne.  Librería Editorial Argos, S. A. Cuarta edición. Barcelona, 1977. p. 83).

Mario Read Vitini que estaba exiliado en esos momentos, comentó que tras su regreso al país vio el lugar donde se hicieron los ensayos macabros, en una finca de Nieves Luisa Trujillo Molina, próxima a Villa Mella, cerca de la carretera que comunica con Santo Domingo, señalando que:

“Allí estaban las maltrechas, chamuscadas y oxidadas carrocerías de los dos automóviles con los que se probaron los efetos de la explosión en el vehículo vecino, y en donde se dice que se hizo morir a tres presos de La Victoria para verificar la eficacia de la explosión sobre las personas , a corta distancia”. (Mario Read Vitini. Trujillo de cerca.   Editora San Rafael.  Santo Domingo, 2007. p. 313).

Comprobada la efectividad del proyectado atentado dinamitero, el equipo terrorista fue trasladado a Venezuela para esperar el momento oportuno, que se presentó el 24 de junio de 1960. Se conmemoraba una de las efemérides más importantes en Venezuela, el 139 aniversario de la Batalla de Carabobo, cuando Bolívar derrotó a los españoles en Caracas. Se realizaría un desfile militar con la presencia del presidente Betancourt.

La caravana presidencial tenía que atravesar la avenida de Los Proceres. Los conspiradores tomaron prestado un carro Oldsmobile (según la versión oficial) a una persona de confianza, lo colocaron en la avenida que estaba dividida por dos vías por una isleta central. Uno de los conspiradores (Yanes Bustamante) se ubicó en un lugar cercano con un sombrero verde, cuando el carro de Betancourt se ubicara paralelo al carro bomba estacionado en la otra vía el se quitaría el sombrero, que era la seña para que otro conspirador (Cabrera Sifontes) que se había ubicado en una cueva cercana a 300 metros con el detonador lo oprimiera, como ocurrió. Renée Hartmann esposa de Betancourt describió el informe del atentado que recibió de su esposo.

[…] la onda explosiva hizo que el pesado carro presidencial, que era un carro blindado, se saliera de la vía, pero no llegó a volcarse. Las llamas hicieron presa de él, Rómulo die que vio que Armas Pérez se inclinaba un poco hacia delante. El reaccionó rápidamente y abrió la puerta quemándose así las manos. Tomó del brazo a Dora y la hizo salir con  él, él se puso las manos en la cara para pasar el círculo de fuego y el general López Henríquez salió por la otra puerta, la del otro lado, donde el carro no estaba casi incendiado; sin embargo ambos sufrieron quemaduras en los brazos. Rómulo por su propio pie montó en el automóvil del general Valmore Rodríguez. Raúl dice que cuando sucedió todo aquello, él se tiró del carro ametralladora en mano, pero Rómulo les gritó: «No disparen, esto es un atentado». Raúl subió con él al automóvil y Rómulo considerando que el Hospital Universitario era el más cercano, ordenó que lo llevaran allí. La explosión del automóvil produjo una detonación que se oyó en un área grande de Caracas”.  (Renée Hartmann de Betancourt.  Rómulo y yo.  Ediciones Grijalbo, S. A. Barcelona, 1984. p. 173).

Imagen del atentado a Rómulo Betancourt en la Avenida de los Próceres de Caracas.

Otra versión destaca que al Betancourt afirmar en el mismo lugar del incidente que se trataba de un atentado, imputó a Trujillo su autoría. El coronel Armas Pérez, jefe de la guardia presidencial murió en el acto, el secretario de Defensa López Henríquez, su esposa Dora  y el chofer Valero resultaron heridos.  Betancourt recibió quemaduras en ambas manos, el rostro y el ojo derecho. El encargado de avisar se desesperó y emitió la señal antes que el carro presidencial se colocara exactamente paralelo al carro bomba.

Betancourt convaleciente de las quemaduras sufridas durante el atentado

El historiador y comunicador Miguel Guerrero en su importante libro sobre el particular, describe la actitud de los frustrados magnicidas tras la poderosa detonación:

“El estallido sacudió a Yanes Bustamante, quien desde su puesto de vigilia alcanzó a ver, en fracciones de segundos, el Cadillac presidencial dar un par de vueltas en el aire mientras era consumido por una bola de fuego. Corrió de inmediato a reunirse con Cabrera Sifontes para ir a informar del hecho a Morales Luengo que impaciente esperaba por ellos en el aparamento de la Avenida París”. (Miguel Guerrero. La ira del tirano. Historia del atentado de los Próceres.   Editora Corripio, C. por A. p. 102).

Morales Luengo era el coordinador del operativo. Los conspiradores fueron apresados, se ubicó la placa del carro bomba, fue apresado su dueño, quien declaró se lo había prestado a Yanes Bustamante, por esa vía todos fueron detenidos y confesaron su participación, admitiendo que el propiciador del atentando era Trujillo. En principio se pensó en tomar represalias militares contra el tirano, quien declaró un estado de emergencia nacional a través de una ley del Congreso el 29 de junio. Pero Betancourt planteó la alternativa de convocar a una reunión de cancilleres en el mes de agosto para que todos los países de América rompieran relaciones con Gobierno terrorista.

Maniobrando para tratar de confundir a la opinión pública internacional que lo repudiaba, el “Jefe” ordenó que su hermano Héctor Trujillo, presidente títere a la sazón renunciara el 3 de agosto por “enfermedad” y ascendió a la Presidencia el vicepresidente Joaquín Balaguer, y René Román Fernández fue ascendido a secretario de las Fuerzas Armadas. Con estos movimiento se quería aparentar que los Trujillo ya no tenían el poder en Dominicana.

Nadie creyó este mal disimulado simulacro y se realizó la Asamblea de Cancilleres en San José de Costa Rica, que decidió sancionar a Trujillo que todos los países de América rompieran relaciones con el tirano. Se estrechaban cada día los signos de vida del represivo régimen, aunque todavía cometería muchos desmanes, su fin llegaría al año siguiente con el tiranicidio del 30 de mayo. Acción heroica que cercenó no solo una pesada carga y amenaza para los dominicanos, sino para todos los sectores democráticos de Centroamérica y el Caribe.