Transfigurar nuestro ser con la luz brillante de tu pureza y amor es transformar los desiertos de la vida en vías que nos conduzcan hacia los oasis de la verdad, la bondad y la belleza de lo noble.
Aguas tranquilas es escuchar el susurro de tus palabras. Reflejo profundo es el amor que muta con armonía en mi alma. Alas de esperanza y luz constituye echar a un lado la piedra de la oscuridad.
Descansar en las apacibles praderas del alma, es un anhelo divino de aquel que tiene el propósito de resucitar la paz y el amor en el amplio horizonte de su conciencia. Queremos renovarnos en tu gracia, seguir tus huellas en todo el peregrinar terrenal y empapar cada célula de nuestro ser con la copiosa lluvia de misericordia.
Es que nenúfares eres tú, en la quietud del manantial de mi espíritu. Esas flores que exhibes son trazos sublimes que dan color de concordia y belleza a los murales del corazón.
Por lo que cada primavera me habla de ti; solo basta ir de paseo al bosque del profundo silencio, en donde podemos escuchar la respiración suave de cada árbol; el cantar seductor de las aves que junto a la música armoniosa que emana de aquel manantial sonriente; convierte ese instante en una oda tan pura en favor del Resucitado.
Es que tú amado Jesús, venciste las tinieblas con la luz renovadora de tu amor. Al vencer las cadenas de la muerte nos concedes el gran regalo de una vida en abundancia y eterna. El rodar esa losa del sepulcro es señal contundente de una esperanza que nunca muere.
Tú resurrección nos concede a nuestras vidas: sentido de pertenencia y libertad; un caminar incandescente basado en un ideal angular y la oportunidad de empezar de nuevo sin importar las pruebas y circunstancias.
Resucitar es aligerar el corazón de tantas cosas innecesarias e impropias, que lo pone en dificultad riesgosa de bombear sangre de manera sana. Es que si no dejamos que los rayos del amor se filtren y toquen el corazón, entonces poco a poco se secará y perderá la vitalidad.
La suma de corazones sin amor es transitar a un mundo inhóspito, sin esperanza de vida. Entender que la supremacía del egoísmo es cataclismo. Por lo que suelta cargas y dale vida a tu vida; permitamos entonces, que la alegría de la resurrección se cuele en nuestro mundo interior y nos levante del aislamiento, del miedo, de la desesperanza y del pesimismo.
Un gesto propicio para poner de manifiesto dicho gozo de resucitar, es decir te amo a quienes están en tu entorno, lo cual es concederles un profundo y fecundo beso con los labios del corazón. Ojalá que en estos tiempos de pascuas cada boca se convierta en cómplice de la venturosa misión de inundar el mundo con una dosis de amor.
El amor hace más segura la humanidad. Empecemos con desatarnos del yugo del orgullo, un paso valiente para reconocer los errores cometidos y tratar con humildad de no volver a cometerlos.
Finalmente, dejamos hasta aquí estos trozos atrevidos de un alma sedienta, que busca saciar su sed en la fuente del resucitado, y así convertir el existir en una eterna y verdadera primavera de amor.