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Sevilla: vista de la calle Betis de Triana desde el Paseo de Cristóbal Colón. Foto propia.

Arribé a Triana atravesando el Puente de Isabel II, y arrulladas por el rumor del Guadalquivir, encontramos el Mercado de Triana y las ruinas del Castillo San Jorge.   Las calles hasta la Plaza del Altozano, así como la vistosa calle Betis recién habían recuperado su vivacidad tan pronto se nos asomó una luna muy gitana.  Los restaurantes y bares de tapas estaban repletos de sevillanos y turistas como mi hermana y yo, ávidos de vivir el estilo de vida español, una tapa, una caña o un vino, y buena conversación.

El flamenco y el cante jondo de Sevilla se forjan en Triana, sin embargo, existen numerosas teorías sobre el nacimiento de este arte folclórico propio de Andalucía.  A mí la que me luce más acertada es que el arte flamenco es fruto del caldo de culturas que convivieron en Andalucía, que alcanza su mayor lucimiento gracias a los gitanos de esa región española.

El flamenco fue declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO en el año 2010.  Es una originalísima expresión artística que cuenta historias de desamor, tragedias, costumbres y lamentos con unas características rítmicas, de empleo del cuerpo al danzar y la voz al cantar únicas en el planeta.

Se sabe que la oleada migratoria del pueblo de Rom en España se remonta al año 1415, gracias los documentos de salvoconducto concedidos por el rey.  Gracias al lenguaje oriundo de los gitanos (romaní) con gran vínculo con el sánscrito, así como las más modernas pruebas de ADN; de ese modo se ha logrado concluir que es un pueblo oriundo del norte de la India.  Los gitanos de Sevilla parecen haberse asentado principalmente en el barrio de Triana desde el año 1783.

El aspecto, cultura, espíritu y esencia tan diferenciado de los gitanos respecto de los pueblos europeos, especialmente su nomadismo causó que se hicieran varios intentos en España para sedentarizarlos, cristianizarlos y “asimilarlos” al proyecto de reino que tenían los reyes católicos para España.

En ese tenor en el año 1499 se dictó la “pragmática de Medina del Campo” ordenando a todos los gitanos a fijar domicilio, y desempeñar un oficio conocido, so pena de expulsión, o esclavitud.  A partir de ese año se dictaron mas de 200 medidas contra los gitanos.

En el año 1749 el rey ordenó “la Gran Redada”, que consistió en el apresamiento y separación de las familias gitanas, hombres, mujeres e hijos serían separados y castigados con trabajos forzosos.  El autor David Martín Sánchez, en su obra Historia del Pueblo Gitano apunta que fueron más de 12,000 personas fueron objeto de esta prisión injusta e injustificada.

Esta operación de “disolución y exterminio cultural”, según palabras del profesor Manuel Ángel del Río Ruiz, de la Universidad de Sevilla, fue ideada y dirigida por el Marqués de la Ensenada, ministro del rey Fernando VI de España, tenía como finalidad la extinción del pueblo gitano al separarles para evitar su reproducción.

El pueblo de Rom sería prejuiciosamente calificado desde vagos, depredadores, ladrones, no cristianos, hasta brujos y come niños; estos prejuicios, como en caso de otras minorías, justificaron persecuciones, expulsiones, apresamientos, incluso que el solo hecho de ser gitano se considerara como un delito, como consignaba el reglamento de la guardia civil española del 1971.

Esta discriminación, marginación, exclusión, les ha colocado por siglos en situación de pobreza generacional y sobre exposición a las actividades delictivas.  Todo por no renunciar a las características que les diferencian, el nomadismo, la práctica de oficios sencillos.

Si bien es cierto todo lo anterior, los rasgos culturales que desde este lado del mundo uno identifica con España, provienen de la cultura romaní de Andalucía, la música, la vestimenta, el hablar, la poesía popular.

No es casual que haya sido en Triana, donde Idelfonso Falcones ubicó su novela “La Reina Descalza”.  Esta obra es la historia de una ex esclava cubana y una gitana se encuentran en Triana hacia los 1700s.  Falcones asciende a la perfección literaria en esta obra, cuando convierte al flamenco en el verdadero protagonista de su novela, y describe en varios pasajes el baile flamenco de la gitana Milagros, permitiéndonos visualizar los movimientos dramáticos y acompasados de su cuerpo, brazos y manos, así como percibir su respiración a ritmo con la música que la acompaña, sus pies descalzos, y de manera especial su mirada.

He tenido oportunidad de asistir a presentaciones de arte flamenco que me han resultado inolvidables.  La primera que debo destacar es la del bailaor Antonio Canales, oriundo de Sevilla.  Les comparto esta exquisita muestra de su arte: https://www.youtube.com/watch?v=XhhfYI8Ii9w

Otro ejemplo elocuente es el cantaor, quien, aunque no es sevillano, es dominicano por adopción, Diego “el Cigala”, aquí les dejo una auténtica muestra de su arte: https://www.youtube.com/watch?v=pQ8Dp_rvNAc

La “guitarra española” interpretada adquiere unos acordes ricos y diferenciados que apasionan a músicos diversos y dialoga fluidamente con otros géneros musicales, tal es el caso del magnífico músico canadiense Leonard Cohen, quien declaró su agradecimiento pues aprendió a tocar la guitarra de un español.

Puedo afirmar sin temor a equívocos que Sevilla no sería la misma sin Triana, sus gitanos, y sus gentes, ese barrio separado por el Guadalquivir del resto de la ciudad, que en sus calles nos cuenta la historia del país, pero no la no de reyes y guerreros, sino de la gente común y trabajadora, de esa que no sale en los libros de historia pero forja la identidad de una nación.

Hagamos de cuenta ahora que tomamos el tren AVE en la estación de Sevilla, con dirección a Granada y  que para enlazarnos mejor con Andalucía, sintonizamos a nuestro músico virtuoso Michael Camilo, y su excelsa grabación con el artista flamenco “Tomatito” de su producción “Spain”: https://www.youtube.com/watch?v=qYUeSQpIYVw&list=OLAK5uy_nOxOaWF6JmmEv_c6hZuvCqd49gihCJpIw&index=4

Nos reencontraremos en Granada.