Patricia Jawerbaum, naKh Ab Ra, León Félix Batista, Lorenzo García Vega, Rafael Cippolini, Reynaldo Jiménez y Carlos Riccardo en Buenos Aires, año 2000

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Ante el manto de clausura y reclusión que arropó a la humanidad por la diseminación del coronavirus, todos nos volvimos un poco más virtuales, holográficos. Parecíamos espectros, pero éramos reales, y avatares de bits respondían por nosotros en pantallas líquidas. Desde nuestro hogar-mazmorra quebrantábamos cada toque de queda en la intangibilidad de cátedras, recitales, conferencias, festivales de poesía, entrevistas, webinarios: el cometido era continuar latiendo sin tener que abrir la puerta.

Una de aquellas acciones de resistencia devino particularmente fecunda. Se trata de lo que –en principio– nombramos Triángulo de las Bermudas (compuesto por naKh Ab Ra, Rom Freschi y Léon Félix Batista), devenido luego Triángulo al Cuadrado (al incorporarse Roberto Echavarren, Silvina Mercadal, Juan Salzano y Lux Delbene): un colectivo de poetas de República Dominicana, Uruguay y Argentina, creado durante el annus horribilis (2020-2021) para intercambiar lecturas y experiencias a través del entonces insoslayable Google Meet. Aquella interactuación incluyó charlas online ofrecidas públicamente, reseñas, traducciones, reflexiones sobre la pandemia y, por supuesto, conversaciones, de las que presento aquí una breve muestra: un triálogo entre los tres componentes originales del colectivo. Todo el material (nutrido, intenso, fértil) puede leerse y bajar su contenido en este enlace: https://plebellanube.wordpress.com/wp-content/uploads/2024/12/voces-hipervincular-1.pdf

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De Rom a León y naKh: Decía, entonces, que me sorprendía la dimensión empática de nuestros textos, en cuanto a que parecen estar hablando desde una misma esquina, algo tanguera, de la vida. Una “madurez” dijimos en lo entrevisto, pero una conciencia del número finito del humane, que habilita una lectura biográfica, en un espacio en que ningune de les tres, me parece, adhiere a una poética del relato terapéutico ciudadano. Mi visión, creo, está bastante contenida en la pregunta, me interesa saber cómo vive/escribe/trabaja cada une, esta preocupación clásica dentro de su propio ethos o pathos poético.

—León: Como se dice que escribir es escribiendo, lo que pasa es el pasado, es decir, un transcurrir en el eje vida-obra que se alimenta de muy distintos movimientos: trasvase, interferencias, soldaduras, alusiones. Tendría que ser posible imaginarse la cabeza del poeta como una flor carnívora, perpetuamente abierta: lo que se pose o pase cerca será absorbido, incorporado, digerido. No obstante, sus estambres y pistilos (¿estilos?) tienen forma de mortero sin salida, así que todo lo aspirado entre lo existente pasa por la razón antropofágica haroldiana: lo pasado –y el pasado– merecen ser comido, devorado. Resintetizado.

Autoencefalografía que otros llamarán poema.

—naKh: aprovechando que García Vega estuvo presente en nuestra conversa, cito una frase de él que les mencionara: “Yo pasé de la juventud a la vejez, así que, en cuanto a la madurez, no sé qué es eso”. Cito de memoria y casi lo escucho a él, en su tono caribeño hablando con Libertella [Héctor] durante la celebración de los tres años de la EOA [Estación Orbital Alógena, fundada por naKh desde agosto de 2002, espacio de docencia y experimentación en arte, filosofía, patafísica, literatura, hermetismo y universos-B.]. Entonces percibo menos una madurez que un ethos menor funcionando como una insistencia performática o jovial: enclaves de elección con o sin cofradía, lejos o in situ + desgrabaciones intervenidas + sinapsis venidas de la biblioteca intergaláctica + el elíxir del día (¿enteogenia?) + las anamorfosis semánticas / pragmáticas de la transintaxis que puja + la itineración diaria que va del laboratorio al altar teúrgico y a la docencia, al don nadie y a la calle, en cuanto ritmos a partir de los cuales algo marcha, algo se empieza a quedar, sea en una página, en una quintasencia, en una grabación o en la duración que pasa… y eso que se va quedando puede llamarse poema o Las Señoras del Arcoiris o Boingo-Bong, puede dar en un elíxir de melisa o en un curso, todas cuestiones que a diario hacen pasar sus patogramáticas operativas.

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—de Rom a León y naKh: Relacionadísimo a lo anterior, aquello que en la entrevista pasaba por un cansancio o hartazgo del yo como proceso y mecanismo de subjetivación, y que en ese punto, en esta poesía filosófica nuestra, cada cual hace gala y despliegue de aquelles filósofes, poetas y magues (¿magisters?) que lo han liberado hacia otras explanadas y que cabría mencionar aquí, pero lo que más me interesa es un posible ensayo personal de esa difuminación –o combustión directa– del yo: ¿cuál sería ese posible ensayo personal?

—naKh: a mí me pasa que el ensayo es la planicie de variación, insistiendo, antes que la especialidad, por más que (pre)exista: filósofo, poeta, perfórmata, artista visual, cineasta, maga, alquimista o aliado sin título alguno, si funcionan en sus mutuas prehensiones deponen la gravidez de una subjetivación saturada de sí para hacer pasar el ellor, un simbionte con diagonales de universo. Como si fuera un sintetizador de citas des-fichadas cuyo ensamble surge menos por autorías que por palabras de búsqueda (“problemas”, “enigmas”, “trayectos”) a veces logrando otras individuaciones que las del soy, procedentes de tal o cual hágase. No un borramiento de la historia (ahí está la letra o la imagen) sino de la regulación por el aturdimiento del yo + EL contexto. P.ej. me puede el hágase del pasear pensátil –si sucede–, me entusiasma probar cada vez sus ipsofactorías. Si se da además esa disolución parcial de los títulos, pero en la secreción sináptica (será la alquimia), tal vez se deponga junto a otras funciones del antropoceno que al paso puede soltar otras experiencias y escrituras, otros trazos y sonidos, cuyas firmas hacen un itinerario distinto respecto a aquel plomo del autor-al-lector –ahí estaría el ensayo–: pueden surgir fuerzas extrañas en el medio, puede pasar que ya no firme la misma entidad cada experimento, ni que sea una sola. Total, el sujeto de la biografía, en cuanto fiambre necesario, siempre va a estar listo para saltar al mínimo enter.

—León: Hace unos días-luz me voy quedando con la noción, incierta, del “ensayo sin estreno”, con ese garfio a las tablas, pero sin su teatralidad. Ensayo puro, fuera de foco y dirigido a y por el sujeto de escritura, que resulta no en aquel cuerpo sin órganos del libro en el Rizoma de los Deleuze-Guattari; más bien la instancia de una máquina pluricelular entre él, o eso (de un ella eso habló el poeta Martínez Rivas), y las otras escrituras pasadas por procesador mental y el torno lírico. El resultado tendría que ser un ladrillo-ensayo cuyo peso no equivalga a plomo ni su grosor a masa, sino más bien un bloque de construcción inconsistente, un brick de letras, un bric-à-brac que se abra en libro cuando sea elegido de cualquier tramo, tomado de cualquier estante. La palabra abracadabra. Para eso hay que aprender a percibir la estática de fondo base, toda frecuencia baja, porque el poeta existe por ser intérprete, instrumentista de música estática (por detenida entre las líneas-partituras del cuaderno).

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de naKh a León: voy reuniendo las dos preguntas que te hiciera en la charla… ¿Por qué Lorenzo García Vega se vuelve el interlocutor de tu poema [“residuo casi todo lo que hacemos”, prototipo del que después será Poema con fines de humo (Premio Nacional de Poesía 2021, primera edición: Editora Nacional; segunda edición: Eolas, España, 2023)], justamente un poema de sesgo confesional? (habida cuenta de que uno no elige cualquier interlocutor para “las confesiones” –memorable aquél texto fundacional de San Agustín–). ¿Y a la vez tu otro interlocutor impersonal, abierto sobre una época y región, que llamás el postneobarroco? Me pregunto por estas lecturas interlocutoras que rebotan con semejante polimorfía de la frase en tu poesía.

—León: Lorenzo, el otro de nadie, el fantasma de sí mismo, tuvo no obstante bastante cuerpo y carne para mí, para el imberbe de 30 años al que acogió, dedicó aforismos y poemas, entrevistó, recomendó para publicaciones e incluyó en sus diarios. Esa era la “persona” García Vega, la pessoa cuyas acciones incidían, movían a la acción, creaban interfases e hipervínculos. Porque estaba también el Lorenzo textual, el otro de todo el que lo leyera y asumiera sus enjambres de preguntas. Lorenzo prefiere cuestionar que hacer afirmaciones: “¿esto quiere decir algo?”, “¿el vacío tiene el color del agua?” “¿no se sustentaba en una desintegración?”. Es por eso que yo también le hago preguntas en mi poema, con la idea de que, al cuadrado, preguntando al preguntón, alumbremos un amago de respuesta.

El otro hilo de tapiz del que tirar es como sigue: alguna vez noté cómo en apenas 6 décadas cierta franja de la poesía latinoamericana se había mudado del barroco vivo (Lezama Lima) al barrio neobarroco (Haroldo y Sarduy, Espina y Kozer) y/o neobarroso (Perlongher, Echavarren, Carrera, Cerro), a un postbarroco en plena fragua que amenaza diluirlo o fusionarlo en un barro genésico y, por tanto, primordial, elemental, de fundamento. Aunque suene a asimilación, no suena mal: sería música de flujo natural, un bit, un beat, apercibido sin molestia. ¿Qué se arriesga? Lo de siempre: pasar a ser lo combatible por común. Pero, mientras, insiste en ser lo raro, como cuando Tamara Kamenszain hacía referencia a un posible “neoborroso” atribuible a los reflujos de la ola original; o cuando Maurizio Medo postula, sugiere un probable post-barroco del momento o la charada patafísica de los neoberracos neoyorquinos.

naKh ab Ra (y otros apelativos: ná Kar Elliff-ce, naKh ab Ra, naKhlah Khan, Khatarnak & Khabandar, naKh BaBnaKim, Elina Khar, Señoras del Arcoiris, etc.), es escritor, performer, hermetista, docente, nacido en Buenos Aires en 1968.

Rom Freschi (anteriormente Romina) es poeta, editora, docente, fundadora de los proyectos Zapatos Rojos, Cabaret Voltaire, Living de la Poesía, Arte Plegable y pájarosló editora, y directora de la revista Plebella. Nació en Buenos Aires en 1974.

León Félix Batista es poeta, ensayista, traductor literario y editor, maestro en gestión de proyectos culturales, ex director de la Editora Nacional y del Festival Internacional de Poesía de Santo Domingo, ciudad donde nació en 1964.