No sé si la culpa es de una nueva pastilla que me han recetado, pero la verdad es que con más frecuencia he tenido unos sueños bien raros. Anoche, por ejemplo, tuve tres sueños y luego lo que resultó, por suerte, ser solo un amago de pesadilla.
Tres años después de haber ordenado el envío de los infantes de marina a Santo Domingo en 1965, Lyndon B. Johnson buscaba la reelección, pero, súbitamente, y sin previo aviso, anunció que dejaría de buscarla y se concentraría en tratar de terminar la horrible guerra de Vietnam. Y era que por las calles a LBJ (“elbiyei” como se pronuncia en inglés) le gritaban: “Hey, hey elbiyei, how many children have you killed today?” (LBJ ¿cuántos niños mataste hoy?) aludiendo a los horrores de Vietnam.
En mi sueño recordaba eso y vi cómo Joe Biden, enfrentando dos guerras en Europa, también había dejado de buscar la reelección, pues, además, las encuestas indicaban que le iría muy mal. Su partido eligió a un candidato con más posibilidades de ganarle a un Donald Trump ultra derechista y enemigo de las democracias, quien, de ganar el año que viene, podría hasta perjudicar las exportaciones dominicanas, sobre todo las de zonas francas. Pero en mi sueño un juez encontró culpable a Trump por un asunto comercial, lo que lo inhabilitó a seguir siendo candidato. La ausencia de Biden y Trump garantizaba unas elecciones en Estados Unidos muy normales y que podían ganar los demócratas.
Mi segundo sueño fue que el congreso israelí había forzado la renuncia de Netanyahu, también un ultra derechista y quien no quiere concederles territorios a los palestinos para así estos poder coexistir con los judíos. Su renuncia garantizaría una solución a la guerra, en base a la existencia de dos Estados.
En mi tercer sueño a Vladimir Putin simplemente le dio un “patatús” lo que pronto estimuló la paz entre Rusia y Ucrania, reduciendo el peligro de mayores precios a las importaciones dominicanas de petróleo y trigo.
Mi cuarto sueño tenía que ver con las próximas elecciones dominicanas y aunque las perspectivas de una renuncia, un sometimiento, o una enfermedad de uno de nuestros candidatos a seis meses de las elecciones indicaban que mi noche terminaría con una pesadilla, no recuerdo si fue nuestro Constitucional o nuestro Congreso que declararon ilegal que el gobierno siguiera financiando a partidos políticos con los recursos que aportan los contribuyentes.
Por eso el sueño terminó con una remembranza de mi niñez sobre las muy claras “sopas de letras” Campbell donde, en vez de fideos, lo que contenían eran todas las letras del alfabeto y los números del 0 al 9, pues era una forma de hacer que nosotros los niños nos familiarizáramos con ese asunto. De pronto vi cómo un enorme caldero de “sopa de letras” con todas las siglas de nuestros más de cincuenta partidos políticos (que apenas representan un 3% del voto popular), se vertía como un vórtice en mi lavamanos y cómo casi todas esas siglas desaparecían por el agujero del mismo. Al final, apenas quedaban las siglas de nuestros cinco principales partidos, los cuales, según percibí en el sueño, tenían y ya era eso lo que se discutía, bien definidas ideologías, algunas de izquierda y otras de derecha, respetaban la independencia del sistema judicial, planteaban los límites a la cantidad de empresas estatales y hasta coincidían con relación al tema haitiano. Ya no se hablaba de pactos y existían mucho menos vallas.
Me desperté con una sonrisa parecida a la del gato en el cuento de Alicia en el País de las Maravillas. Fui a limpiarme los dientes en el lavamanos donde habían desaparecido todas las siglas. Me vi en el espejo y la gran sonrisa se mantenía.
Pero, como dijo el vate “los sueños, sueños son”.