El otro día me sucedió un caso único en mi ya un poco extensa vida y que a muchos les podrá parecer una simpleza, lo que realmente es, pero de simplezas está amasado el mundo y no todo van a ser teorías sesudas como la de la relatividad de Albert Einstein o la teoría del todo del físico Stephen Hawking. Es más normal que alguien llegue diez minutos tarde al trabajo y lo abronquen y lo despidan por esa nimiedad, que se descubra una nueva galaxia y que van a pasar cientos o miles de años hasta poder llegar a ella para ver qué allí no se producen plátanos power ni pollos criollos que tanto necesitamos y nos gusta consumir.

El caso es que en menos de una semana me encontré por las calles donde suelo pasear a diario TRES PESOS dominicanos. Sí, tres pesos en tres días diferentes que juntos no dan ni para comprar una simple menta verde de las llamadas de guardia. Pero no se trata de ese mínimo valor sino de lo que este hecho analizado a conciencia y hasta con visos sociológicos y económicos podría implicar

¿Se trata de una pura y simple casualidad capaz de escribirse en los tratados de la estadística moderna o de incluirla en los algoritmos para solucionar de manera ordenada problemas, tema que estamos oyendo a cada rato por muchos señores que son o se hacen los entendidos?

¿Es un síntoma más de la decadencia de nuestras sociedades llamadas del bienestar hacia el dinero de baja denominación menospreciándolo y hasta asqueándolo? ¿Es una manifestación palpable del crecimiento económico que este gobierno nos dice lograr a cada momento y que tal vez quiera demostrarlo tirando monedas de a peso por las vías y aceras?

El asunto es que los pesos eran nuevos y relucían al sol como si fueran de oro y aun sabiendo su bajo poder adquisitivo me agaché para recogerlos. Y lo hice por lo que llamo el ¨comportamiento higiénico¨ y que para mí consiste en apagar la luz cuando no hace falta, o gastar menos agua al ducharse o lavarse las manos, utilizar menos fundas plásticas de las que tan generosamente dan los supermercados, o ser menos derrochador al usar las servilletas de papel al comer pizzas, hamburguesas, hot dogs y otras chatarras alimenticias. Si todos hiciéramos cosas así, simples en la individualidad pero colectivamente importantes, el planeta seguro que estuviera menos enfermo de lo que ya le están diagnosticando.

El dinero es un bien escaso, líquido y sobre todo voluble que no debe despreciarse en ninguna de sus denominaciones por mínimas que sean. Aquí tres tristes tigres pesos no sirven de nada, pero en países donde las hambrunas aprietan a cada rato todavía dan para un pedazo de pan. De algún modo y aunque sea simbólicamente seamos solidarios con lo que menos tienen y más necesitan que son demasiados en este tan a menudo injusto mundo.

Al contarle esto ¨hallazgos¨ callejeros a un amigo me dijo que él no se agacharía por un peso, pero que tiene un truco para sí hacerlo y es este: Cuando ves el peso en el suelo sacas una moneda de veinticinco o mejor un billete de cien, lo tiras al lado y ya tienes un buen motivo para agacharte a recoger veintiséis o ciento uno y así no te ves como un miserable o un limosnero doblándote el lomo por un raquítico peso. Interesante método que lo tendré muy en cuenta para próxima vez si es que sucede y si llevo los veinticinco o cien pesos encima.

Bueno, ya tengo tres pesos más en mis bolsillos y me faltan tres menos para el millón. Por cierto, lo de la posibilidad de que el gobierno, como es tan demostrativo de sus éxitos, tire dinero por las calles para exhibir su pujanza no es broma y puede ser una excelente idea para cosechar votos. Se la ¨vendo¨ a cambio de que en lugar de simples pesos sean billetes de a dos mil y me diga por los lugares donde comenzará a hacerlo ¡Este gen de catalán que me sale algunas veces…!