Primero

El asesinato de Homero Hernández Vargas se produjo en los tristemente célebres 12 años de Joaquín Balaguer. Este hecho ocurrió cuando Homero fue interceptado por la policía cerca del Estadio Quisqueya. Iba acompañado  de su esposa y sus dos hijos pequeños; no obstante esto, los asesinos los acribillaron a todos dentro del carro donde iban. Los niveles de sadismo y crueldad de este hecho son proverbiales.

Conocí a Homero en mi militancia en el Movimiento 14 de Junio. Un día llegué del Centro Oficial Obrero y me encontré que en la habitación que usaba Pedro Bonilla estaba Homero. Me dirigí a él  y le pregunté que cómo había salido de la cárcel, porque tenía entendido que estaba preso. Me contó que ciertamente él estaba en La Victoria y que en un día de visitas se había disfrazado de mujer y había escapado de la cárcel con su compañera. La dirección del 14 de Junio lo había enviado a esa casa, que era el Comando de Campaña del Movimiento. Homero entonces estaba armado de una pistola. Ocurrió entonces que yo había buscado un muchacho de Villa Duarte, pues eran épocas navideñas y teníamos para pintar algunas habitaciones de esa casa.

Un día, estando yo fuera, Homero manipuló la pistola y se le disparó. El joven escuchó el disparo y la ardua tarea fue convencerlo de que no había sido así sino un cohete que habían tirado en el callejón que entraba a la primera planta. Al otro día yo busqué a mi prima Margarita Vanderhorts, quién era estilista; ella peinó a Homero, lo vistió, lo transformó de tal manera que pudo salir por el aeropuerto sin problemas, hacia el exilio.

Esto nos muestra que en la lucha revolucionaria todos somos importantes.

Segundo

En medio de la Guerra de Abril de 1965  la dirección del Movimiento 14 de Junio decidió promover unas huelgas regionales. Para este fin, comisionaron al Buró Obrero del Movimiento. Es por esto que decidimos buscar cédulas de identidad nuevas, pues teníamos conocimiento que a las afueras de la ciudad, en los retenes, los guardias del  Centro de  Enseñanza de las Fuerzas Armadas, el abominable CEFA, las estaban pidiendo.

Estos guardias del CEFA sabían por la fecha que tenía la cédula, y el lugar de nacimiento, de dónde venía el portador de la misma, si estaba involucrado con Los Rebeldes Constitucionalistas. Nos dirigimos donde el encargado de Cédula en la Zona Constitucionalista, el señor Napoleón Núñez, y le planteamos la situación; él nos dijo que solo con autorización escrita del coronel Caamaño eso era posible. Entonces nos apersonamos al Comando Central Constitucionalista para solicitarle la autorización al coronel. Nos recibió Héctor Aristy y nos introdujo al lugar donde estaba el mayor Noriega y este nos llevó al  Despacho del coronel. Le planteamos la situación y que necesitábamos autorización para que nos dieran nuevas cédulas de identidad. El coronel Caamaño entendió células y nos dijo: ¡pero ese es un instrumento comunista!

Tuvimos que volver a aclarar: No, coronel, cédula de identidad. Entonces procedió con un  escribiente a hacer la autorización para Julio de Peña Valdez y quien suscribe. Julio de Peña Valdez salió para el Cibao y yo para el este. Al salir a la Avenida de las Américas había un retén; ahí me pararon y me pidieron la cédula, revisaron la maleta y el  bulto, y seguí para el este, específicamente a San Pedro de Macorís. Allí me apoyé en la estructura que había dejado José Padua, obrero de la caña asesinado en la Cordillera Oriental, en la Guerrilla de 1963. Luego seguí hacia La Romana y ahí hablé con Iván Rodríguez, un jovencito militante, para que preparara los trabajadores del Central  Romana. Regresé a la semana a la Zona  Constitucionalista, sin ningún inconveniente.

Tercero

Para la celebración del Pre-Congreso del Movimiento Revolucionario 14 de Junio se prepararon unos documentos que debían ser distribuidos en algunas regiones del país. Julio de Peña y quien suscribe preparamos una caja grande con los documentos, forramos la caja con papel de regalo con una moña muy bonita, tomamos un carro de línea Duarte, hasta Santiago. Cuando llegamos a la entrada de la ciudad nos pidieron la cédula y le dijeron al chofer que abriera el baúl, sacaron todo lo que había en este, y uno de los guardias dijo: ¿Y esta caja de quién es? Le respondimos que de nosotros, y que era un regalo, pues íbamos a una boda esa noche, y que esa caja contenía una vajilla muy fina, que se podía romper si se abría. Entonces el guardia se rió, y dijo: ¡Cómo le va a pasar a la novia esta noche! Y le dijo al chófer: Siga.Y los papeles del Pre-Congreso llegaron a su destino.

Y ahí no salvamos de esa, una vez más. Siempre andábamos al filo de la navaja.