Según los estudios realizados por médicos-pediatras y psicólogos, “el trastorno del espectro autista (TEA) es una afección que afecta el cerebro humano”. Como tal, el TEA afecta la forma en la que un niño percibe las cosas y se relaciona con sus pares.
Las investigaciones realizadas por la Escuela de Psicología de la Universidad de Harvard refieren que, “el TEA está acompañado por patrones de comportamiento e intereses restringidos y repetitivos, en los que se observan problemas en el lenguaje corporal y el contacto visual” (HARVARD, 2011).
Además se sabe que, los niños con TEA tienen dificultad en sus percepciones sensoriales, presentan un comportamiento rígido y sus intereses son intensos y poco habituales. En tal sentido, los padres con niños de 1 a 3 años observan en éstos, entre otros, los siguientes síntomas: (1) Retrasos en el habla; (2) el uso un solo o muy pocos gestos (saludar, dar palmas, señalar).
También, (3) el niño/a no responde cuando alguien los llama por su nombre y evita el contacto ocular; (4) no comparte la diversión ni los intereses con otros niños; (5) presenta formas inusuales de mover las manos, los dedos o el cuerpo entero; (6) siempre está muy centrado o unido a objetos inusuales.
Asimismo el niño presenta, (7) incapacidad para imitar o simular; y, (8) realiza rituales repetitivos, tales como alinear objetos sin presentar cansancio o apatía de ningún tipo mientras realiza este tipo de actividad (Sociedad de Pediatría de Reino Unido, 2001).
Según los estudios realizados por la Sociedad de Psiquiatría de Reino Unido, “no hay dos niños con TEA que tengan los mismos signos y los mismos síntomas”, ya que son muchas los factores que pueden influir, especialmente los retrasos en el lenguaje, los problemas de razonamiento lógico y el aprendizaje, así como los desafíos en su forma de comportarse.
Como tal, para diagnosticar el TEA los médicos-pediatras observan sistemáticamente los signos y los síntomas del niño en las consultas y, su vez, les hacen preguntas claves a sus padres sobre el comportamiento de sus hijos en la inter-acción con los demás niños. Además, los médicos-pediatras hacen pruebas de cribado a los niños en las visitas entre los 18 meses y los dos años de edad del niño, para poder dar un diagnóstico sobre el TEA.
Por su parte, en la mayoría de los países desarrollados, el médico-pediatra que está asistiendo a un niño con un potencial trastorno del espectro autística, se hace acompañar de un psicólogo clínico o un psicólogo social, “para evaluar las actitudes de sus padres antes de darles el diagnóstico sobre la real situación de salud del niño/a d(DSM-V, 2018).
Como se sabe, “si en el proceso de evaluación del niño se detectan rasgos que preocupan al médico-pediatra, éste les recomienda a sus padres realizar una evaluación médica más profunda, en la que participan un neurólogo, un cardiólogo, un nutricionista y un terapeuta del habla” (OMS, 2019).
En tal sentido, los profesionales de la medicina y de la psicología que evalúan al niño/a dedican especial atención a observar, cómo éste/a se comunica, su lenguaje, su forma de pensar, sus emociones, su desarrollo psico-afectivo, su salud física, sus habilidades sociales y su capacidad para ayudarse a sí mismo” (HARVARD, 2011).
Además, los profesionales que evalúan al niño/a les preguntarán a sus padres, “si su nacimiento fue por parto vaginal o por cesárea, los antecedentes médicos de la familia, así como cualquier otras preguntas que ellos consideren les podrían ayudar a entender las posibles causas del cuadro que presenta el niño/a que están evaluando” (OMS, 2002).
Según se sabe, todavía la ciencia médica no conoce a exactamente cuál es la causa del TEA. Lo más probable es que, se trate de una combinación de muchos factores diferentes que influyeron en el cerebro del niño/a antes de que este/a naciera. No obstante, se cree que los genes de los padres juegan un papel preponderante, así como los problemas que ocurren durante el embarazo o en el parto.
Como ustedes han podido apreciar en el cuerpo de este artículo, son variados los factores que podrían causar el trastorno del espectro autista (TEA) en un niño/a antes, durante o después del parto.
En tal sentido, mientras más temprano se inicie el tratamiento del TEA, mucho mejor será, ya que, el abordaje de dicho trastorno incluye terapia de conducta, terapia del habla (logopedia), terapia ocupacional, medicación y ayudas adicionales para el aprendizaje escolar, así como apoyo para que el niño desarrolle habilidades sociales, reduzca sus conductas agresivas y aprendan a cuidar su propio cuerpo.
Finalmente, el tratamiento del TEA busca “maximizar la capacidad del niño/a, para que este/a reduzca sus síntomas y pueda realizar sus actividades con cierta normalidad, consciente de que dicho trastorno se puede manejar humana y profesionalmente”.
“Una persona con autismo no necesita ser curada, sino aceptada” (Anónimo).