Para Churchill, la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás. Sin embargo, es esta sistema de gobierno que nos permite elegir las autoridades, no votar por ellas y hacerlo por otras. Igualmente, la democracia no solo nos permite ejercer el derecho al voto; sino que ella constituye un sistema derechos inalienables, fundamentales, constitucionales y legales, que tienen su fuente en nosotros, pueblo soberano, y en quienes este delega su representación.
Aquellos que reciben el mandato electivo de ser nuestros apoderados en el gobierno nacional, legislativo y local lo ostentan por un tiempo limitado y están obligados a rendirnos cuenta y, por el principio de responsabilidad, de no comportarse conforme a sus obligaciones y potestades constitucionales y legales, pueden ser sometidos y sancionados administrativa, civil y penalmente.
Es de la esencia de la democracia el que los funcionarios públicos actúen con la debida transparencia en cada una de sus funciones, pues deben ser fiscalizados y se les debe otorgar descargos por sus actuaciones al frente de la cosa pública. Ese control es dual. Por un lado, existen los mecanismos institucionales para evaluar el desempeño, tanto presupuestario como financiero y administrativo y, por el otro, el control político de la gestión, el que finalmente está supeditado a la aprobación legislativa y popular.
En virtud del artículo 128,2 f) el presidente de la República, como jefe de gobierno, debe depositar ante el Congreso Nacional, al iniciarse la primera legislatura el 27 de Febrero de cada año las memorias de los ministerios y rendir cuenta de su administración del año anterior.
Se dice que el papel lo aguanta todo; pero lo cierto es que existen formas de control ciudadano de la gestión, de la sinceridad de lo entregado al congreso como de lo dicho por el presidente durante su mensaje a la nación. Un sistema autoritario no permite medir la veracidad de lo dicho por el dictador y lo peor no permite equilibrar los derechos colectivos con las libertades individuales. La democracia sí. Le toca al Congreso Nacional y a la ciudadanía ejercer ese control y verificar la correspondencia entre lo escrito y lo dicho con lo realmente ejecutado.
De hecho, el rechazo ciudadano de la democracia viene dado muchas veces, efectivamente, por la falta de transparencia en la gestión gubernamental y por la corrupción e impunidad, con la consecuente desilusión ciudadana que erosiona la fe en dicho sistema.
El reto de la actual gestión, como de las venideras, es hacer su propia tarea de gobierno y que ella convenza a la población de su administración apegada a los principios democráticos, de trabajo por el bienestar común y en favor de las garantías de los derechos de cada uno de nosotros.
Nos toca todos, senadores y diputados incluidos, ejercer nuestros derechos de control y fiscalización, para darles los descargos correspondientes al presidente y a sus funcionarios y aplaudir, sin condicionamientos, la gestión gubernamental, premiarla con el voto, si lo merece, o votar por el otro u otra que creemos lo puede hacer bien o mejor.