Estudié psicología en Francia en la década de los noventa. Años antes había hecho lo mismo en Estados Unidos y todavía antes en República Dominicana.  Aunque la disciplina era la misma, las teorías eran disímiles y eso que había coincidencia en algunos autores, admirados por todos. Esto sucede con más fuerza que en otras disciplinas, pero no es un fenómeno exclusivo de la psicología. Antes de empezar a escuchar o a responder, uno tenía que asegurarse de que estuviésemos coincidiendo hasta en la utilización de términos sencillos.

Lo que me había preparado para anticipar esta cacofonía había sido la cultura caribeña, capaz de sumar cualquier cosa en un sancocho, en un libro, en una residencia y, por supuesto, en todos los seres humanos que pueblan las Antillas y las zonas costeras del este mexicano, América Central, el noreste de Colombia, Venezuela, las Guayanas y algo de Brasil.  Todos estos habitantes de la región somos gentes capaces de recibir y adaptar influencias provenientes de diferentes fuentes, en ocasiones reflejando un resultado armonioso y en otras, ininteligible.

Para recibir y procesar diversidad de informaciones en psicología, conté con la ayuda del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec) donde se impartía una materia denominada “Sistemas psicológicos contemporáneos”, dictada en esa época por Julio Sánchez Maríñez, actual rector del Intec.  Ahí uno se familiarizaba con las diferentes escuelas de pensamiento, organizadas por criterios de coherencia ideológica y en orden cronológico de aparición.

Armada con ese esquema, en Estados Unidos estudié psicología más que nada conductista y más que nada racional-emotiva. Allí la frustración era vista como algo que podía incidir negativamente en el desempeño, desmotivando la iniciativa e incapacitando para la acción.  Estas ideas se han sido actualizando y popularizando en los últimos años, sobre todo a partir de libros de divulgación tan bien documentados como “Nudge” subtitulado en español con la frase “Un pequeño empujón” y que lleva más de millón y medio de copias vendidas.

En Francia, sin embargo, a pesar de la familiarización con los sistemas de pensamiento de los Estados Unidos y a pesar de la interacción cultural que hace populares películas, cantantes y hasta ciertas palabras como “parking”, “sweater” o “weekend”, la frustración, en lugar de verse como un impedimento, es a menudo concebida como algo positivo. Así, una prueba psicométrica que fue muy popular en ambos países a mitad del siglo XX presentaba a un niño con su violín a quien se le nota que le queda mucho aprender, similar a la que estoy usando para ilustrar esta pieza.  En EEUU a esta imagen no se le prestaba gran atención, mientras que en Francia le concedía un rol central, considerándola como la puerta de entrada para una relación cordial y fructífera. Cuestión de enfoque.  El dibujo era el mismo, la interpretación del dibujo mismo y de la calidad e importancia de la respuesta variaba de un lado u otro del océano Atlántico.

A veces queremos traducir las palabras. Esto es insuficiente. Más que reflejar directamente lo que quiere decir el otro, es importante tratar de ver cuál es el sistema subyacente desde donde se concibe cada idea, cada acción, cada comportamiento.