Me acaban de enviar un libro bastante interesante. Trata un tema que he manejado en otras ocasiones. El libro es una novela de buceo, vaya tema para iniciar el año. Sobre este mismo tema, tengo otro ejemplar que también es interesante y viene a tono con la gran cantidad de libros que compra la gente cuando se inicia cada año. Es como que la gente quiere cargar sus energías vitales, y por qué no, ampliar unos conocimientos que no le ofrecen en otros lugares.

Con la influencia de Fleming o de Cussler, la excelente novela está escrita con una intención clara: introducir al lector en el mundo oceánico de ciertas partes del Asia. Pensé en gente cercana que practica el deporte y también recuerdo muchos años atrás, cuando en la costa norte de la isla, mi temor era que una embarcación de buceo en la que iba, se inundara de agua, temor que le expresé medio en broma a los que estaban embarcados conmigo.

En la costa cercana, en Saint Tropez, Boca Chica, hay una escuela de buceo –valga la cuña– y es de entender varias cosas: a veces uno hace malabares en la orilla con una escafandra. Se intenta ver corales y lo que aparezca: una pequeña roca que coleccionas como un tesoro. La novela toma tonos de Sri Lanka, y mantiene a uno a la expectativa de la existencia de un personaje especialista en estos menesteres del mar, en un paisaje exótico que nos asombra por su belleza, un old school thriller.

A tono con las nuevas lecturas del año, hace una semana me prestaron el libro de Hillary Clinton, Historia Viva, y quiero ser sincero: solo he leído la primera parte, cuando ella está pequeña aún, nada de entrar en la política. En una de sus bien escritas páginas, ella cuenta un acontecimiento que podría parecer “sensible” viniendo de la ex primera dama, pero que tiene una interpretación adecuada: ella ha sido sincera como yo. Con una prosa traducida de manera efectiva, el trabajo lo hizo Claudia Casanova, nos dice que cuando era niña tomó un poco de un pote de trementina que había por ahí en la casa. Fue llevada a un hospital, de manera que salvó su vida. No deja de ser común que los niños caigan en este tipo de drama, aunque confieso que nunca tomé de una botella del gas que se usaba para mantener las lámparas en funcionamiento.

Por otro lado, en otro tema que siempre será pertinente para nosotros, los isleños, estuve meditando en la temporada ciclónica tan temprano como enero: algo que es demasiado temprano, dirá usted, amable lector, pero lo había mencionado en otro momento. Llegó a mí la imagen de una ciudad repleta de lluvia, y ahora con el frío polar, uno se pregunta si no es que el clima está trastocado con aquello que nos hablan del cambio climático.

Porque no la he buscado en la web, no he oído nada de Greta Thunberg en los últimos meses, y solo será necesario el señor Google para adivinar por dónde anda la chica ecológica que, como sabemos, no pierde tiempo en denunciar entuertos, aunque conozco gente que no es muy “amiga de ella” ni del calentamiento global.

De vuelta al tema, las escuelas de buceo del país son muchas y están reguladas: no caería mal irse por Boca Chica o por Sosúa o la Romana –donde creo que hay otra–, para usar la escafandra y mirar más allá en las profundidades, algo que mucha gente teme porque no sabe nadar, primera noción clara para los que intentan sumergirse con todo el dominio en las profundidades del océano, como es el personaje de la novela de la que hablaba más arriba.

Como otros de esta misma estirpe –norteamericanos, políticos–, el libro de Hillary tiene claro lo que dice: se trata de una larga historia que recorre toda su vida y, como en el caso de algunos libros de otros políticos norteamericanos, –en otros polos políticos, tómese el caso de Bush o del mismo Trump–, intenta darnos una visión completa sobre una carrera que asombrará a muchos. Pienso que alguno diría que recomendar leer a Hillary es un asunto demócrata, pero para valorar el texto y su esfuerzo narrativo, se trata de su autobiografía, no hay que estar enrolado en su partido. ¡En fin! ¡Pasen una buena semana!