Con Gaza en el corazón
Una de las capacidades cognitivas que nos permite mantener y tener autonomía interior, así como relacionarnos con el mundo exterior, es la toma de decisiones. La mayoría de los pacientes que presentan deterioro cognitivo va perdiendo esta capacidad. ¿Cómo podemos diagnosticarlo y cuáles son los mecanismos neuronales?
El mundo y sus complejidades hacen que muchos piensen que la memoria es la principal afectada en los procesos neurodegenerativos. Ciertamente lo es, pero muchas más capacidades se ven afectadas en estos, al igual que en las demencias y en las enfermedades neurológicas.
La complejidad del día a día, a la hora de tener un desempeño autónomo, incluye pequeños actos de toma de decisiones. En enfermedades como la demencia tipo Alzheimer esta capacidad se va diluyendo hasta prácticamente desaparecer y el enfermo va generando una codependencia porque sus actos pierden toda autonomía. La incapacidad para la toma de decisiones es tan incapacitante como la cascada de déficits que acompaña a la enfermedad.
Muchas veces esta sintomatología suele pasar desapercibida o ser muy subclínica. Cuando está instalada, el sujeto es incapaz y viene con el cortejo de incapacidades que la opacan. No le prestamos la atención y la importancia debidas a la toma de decisiones en nuestra vida cotidiana.
La complejidad de esta capacidad ha sido explicada muchas veces por la neurociencia. Ese engranaje formado por una red neuronal, donde cada neurona retoca los ecos de miles de otras neuronas y propaga su actividad a gran velocidad, origina esta capacidad tan fundamental para mantener nuestra autonomía interior. Entender y visualizar estos complejos equilibrios nos permite abordar de una forma más eficaz la enfermedad.
La neurociencia de las decisiones es tan interesante como la amnesia u otros déficits cognitivos, dado que interfiere en la íntima interacción del individuo y el mundo exterior. Es la base fundamental para la socialización y para mantenernos independientes.
Un ejemplo de toma de decisiones, y el más citado, es el juego del ajedrez, que exige una toma de decisiones constante. Cuando en 1996 Garri Kaspárov, el campeón del mundo, se enfrentó a Deep Blue, una supercomputadora creada y diseñada por ingenieros de IBM, esta tecnología podía evaluar doscientos millones de movimientos por segundo; mientras tanto, Kaspárov utilizaba la máquina más misteriosa, compuesta de cien mil millones de neuronas. Así pudo vencerla, ya que las opciones de Deep Blue eran gigantescas, pero finitas… y la capacidad cerebral es, sin embargo, infinita.