La palabra Tolerancia proviene del latín tolerantia. Como se sabe, la tolerancia es una “cualidad” que les permite, a la mayoría de las personas, “respetar las ideas, los gustos, las prácticas y las creencias de los sujetos con los que éstas inter-actúan” (DMS-I, II y III).

Los especialistas en higiene y salud mental sabemos que, la tolerancia es un “valor moral” que se aprende en el seno familiar y se refuerza en los centros educativos. “Cuando los niños son educados en un ambiente de tolerancia, aprenden a ser empáticos con los demás y a respetar las diferentes formas de pensar y actuar de sus pares” (Sociedad de Psiquiatría de Reino Unido).

Como se conoce, las personas tolerantes aprenden a controlar sus impulsos y sus emociones; mientras que, las personas intolerantes son intransigentes, tercas, obstinadas, testarudas, violentas e irrespetan y menosprecian a las personas que no piensan como ellas (DMS-II y IV).

En tal sentido, la “intolerancia se manifiesta en actitudes de rechazo visceral, como consecuencia de los prejuicios y/o traumas que vivieron y/o experimentaron los niños, adolescentes y jóvenes en sus respectivos procesos de desarrollo y aprendizaje desde temprana edad”. (DMS-V).

Como se sabe, a raíz de la apertura de las actividades económicas, productivas, comerciales, educativas, sociales y culturales pos covid-19, los especialistas en higiene y salud mental hemos sido testigos del espiral de intolerancia y conductas violentas que se vive en nuestro país, lo que debería preocupar a los tomadores de decisiones políticas en materia de seguridad ciudadana (INFORMES OMS, OPS, UNICEF, FEBRERO, 2022).

Los psicólogos sociales, los sociólogos, los psiquiatras, los trabajadores sociales y los antropólogos sabemos que, prevenir la ocurrencia de conductas violentas requiere de Políticas Públicas, Estrategias y Programas Innovadores, dirigidos a atacar la raíz de los fenómenos socioeconómicos por los que atraviesan las familias de escasos recursos económicos que viven los barrios marginados y en las comunidades pobres que existen en todo lo ancho y largo de la República Dominicana.

Además, los especialistas en higiene y salud mental sabemos que, las conductas violentas son el resultado de la desintegración de las familias, la ausencia de valores, los falsos líderes, las letras de la música vulgar que escuchan nuestros hijos, la vacuidad de los contenidos de los programas de la radio y la TV, los videos juegos y las sandeces que se manejan y difunden a través redes sociales.

Desincentivar las conductas violentas en niños, pre-adolescentes, adolescentes y jóvenes, requiere de un trabajo titánico en el que deben participar las iglesias de todas las denominaciones, las juntas de vecinos y sus federaciones, los propietarios y programadores de radio y tv, los gerentes o administradores de los estudios de grabación, los cineastas, artísticas destacados, las escuelas y sus mejores maestros, los periodistas, locutores, los jóvenes líderes, los sindicatos y federaciones del transporte, los empresarios y sus gremios, entre otros.

Desde nuestro punto de vista, la Dirección de la Escuela de Formación Policial ubicada en la comunidad de Hatillo, San Cristóbal, debería estar en manos de un equipo de profesionales multidisciplinario, encabezado por un psiquiatra y acompañado por sociólogos, antropólogos, psicólogos sociales, trabajadores sociales y un Oficial de la Policía Nacional que esté dispuesto a, aprender a desaprender para aprender de nuevo.

En tal sentido, los sujetos que ingresen a la Escuela de Formación Policial deben recibir entrenamiento sobre: (1) Autoestima; (2) tolerancia; (3) prevención y resolución de conflicto; (4) manejo y control de los impulsos y las emociones; (5) disuasión de la ira y la rabia; (6) fomenta de una cultura de paz; (7) defensa personal; (8) consecuencias del uso de su arma de reglamento; (9) medidas preventivas antes del uso de la fuerza; (10) identificación de conducta violenta; (11) percepción de un peligro inminente, entre otras asignaturas que les agreguen valor a su rol policial.

Por su parte, el Ministerio de Educación de la RD debe incluir en su currículo escolar asignaturas que fomenten la tolerancia y una cultura de paz, cuyas metodologías y los contenidos, deben ser atractivos para los alumnos, sin importar la edad, el grado escolar y su condición socioeconómica y psicosocial.

Desde nuestro punto de vista, la prevención de las conductas violentas no se va a lograr con más policías, vehículos nuevos, armas y pertrechos, radios, drones y cámaras de videos, así como con los aparatosos patrullajes policiaco-militar que se están llevando a cabo en los barrios marginados del Gran Santo Domingo, entre otros barrios más.

Desde nuestro punto de vista, las Políticas Públicas y las Estrategias para prevenir y/o disuadir las conductas y los actos violentos las debe dirigir el presidente Luis Abinader, ya que la actual gestión del Ministerio de Interior y Policía y, el de la propia Policía Nacional, no convencen ni satisfacen las expectativas de los dominicanos.

“Sin tolerancia, muestro la Humanidad es un Infierno”. Friedrich Durrenmatt