Como en otras ocasiones ya he dicho que suelo generar debates en mi red social de Facebook respecto a temas que estén en la palestra. En estos debates suelen participar profesionales de diferentes áreas que me ayudan a analizar los fenómenos de forma holística.
El tema de la semana pasada fue el lanzamiento de la primera bola por parte de la exponente urbana Tokischa en el estadio de los Mets de Nueva York. Dicha acción generó muchas críticas y pregunté en mi Facebook ¿está mal la artista, está mal la sociedad dominicana o está mal el mundo? Como siempre el sociólogo Leopoldo Artiles suele tener posiciones que me parecen sumamente interesantes, por eso transcribo textual su reflexión.
A partir de ahora todo lo que leerán es la posición del doctor en sociología Leopoldo Artiles.
Creo que mientras el concepto de “valor” que utilicemos siempre sea el correspondiente a la moral, nunca comprenderemos fenómenos como el de Tokischa y otros temas, al margen de lo que consideramos de mal gusto o como ofensivo a nuestra moral.
Pero si consideramos el valor como un “satisfactor”, como lo son el poder, la riqueza, la fama, el reconocimiento, que son “satisfactores” porque muchas y muchos los desean, la perspectiva desde la cual puedes observar fenómenos como éste cambia, sin que ello signifique que lo aprobemos.
Siendo moralmente para muchos de nosotros cuestionable, el fenómeno aludido no es visto así por mucha gente que, por el contrario, “valoran” muy bien ese tipo de performance o mensaje, y por ellos lo desean y hasta pagan por acceder al mismo.
Para empezar, no toda la sociedad dominicana rechaza estas manifestaciones, si Tokischa es lo que es, se debe a que es aceptada y valorada por segmentos sociales de número apreciable, que no necesariamente siempre son de la llamada “clase baja”, nooo, mucha “clase media” y “alta” participa de ese gusto.
Y no debemos decir por ello que la sociedad dominicana está “mal”, digamos más bien que es una sociedad “diversa”, con diversidad religiosa, diversidad política, diversidad ideológica, diversidad de gustos, diversidad de orientaciones sexuales, diversidad cultural, diversidad étnica, etc. Es lo más normal que ocurra en el marco de las sociedades modernas de la actualidad, y la dominicana, aún cuando tenga todavía un sello muy “conservador”, transita cada vez más hacia esa modernidad.
No todos los aspectos de la misma me gustan, claro que no, y no soy uno de los que admiran a la susodicha, pero cuando me sitúo como sociólogo y la observo sin hacer juicios de valor solo puedo ver en ella un signo y síntoma de una diversidad de gustos y expresiones emergentes que son propias de esta sociedad, muchas de las cuales están en conflicto con mis valores morales, y habrá que ver cómo dialogo desde esos valores con esa parte de la realidad social nativa, pero indiscutiblemente tienen su raíz en una realidad diversa y compleja que, desde una perspectiva más “militante” podría conducirme a cuestionar más esas raíces sociales del fenómeno, que cuestionar el fenómeno mismo.
¿Por qué no cuestionar a fondo nuestro sistema educativo? ¿Por qué no cuestionar a fondo la desigualdad social imperante? ¿Por qué no cuestionar a fondo la frivolidad y pobreza de información en los aparatos culturales y comunicaciones de nuestra sociedad? ¿Por qué no cuestionar más a fondo la distribución del poder? ¿Por qué no cuestionar más a fondo la mercantilización del cuerpo, del sexo y del erotismo?
Creo que las preguntas finales son sumamente desafiantes y nos ofrecen la oportunidad de seguir reflexionando, pero en nuestras mentes.