El derecho extremadamente injusto no es derecho
En su formulación, Gustav Radbruch (1878-1949), quien fuera profesor de Filosofía del Derecho y de Derecho Penal en las Universidades de Kiel y Heidelberg, ministro de justicia en la República de Weimar (1921–1923) y uno de los principales autores de su texto constitucional, consideraba que “por seguridad jurídica debe prevalecer la ley, pero cuando la ley es insoportable por injusta, ha de ceder ante la justicia porque el Derecho extremadamente injusto no es Derecho. Pero, además, para tener naturaleza jurídica, la ley ha de respetar el derecho de igualdad”.
Peligro de normas y prácticas injustas y salvadoras
Durante varios años, he señalado el peligro de normas que violan derechos fundamentales y tratar de legitimar prácticas injustas, aplaudidas por algunos sectores, que prefieren que los legisladores aprueben leyes, como el Código Penal, con evidentes violaciones a los derechos reproductivos de las mujeres y de minorías, cuyos derechos a la igualdad de trato y a la no discriminación son machacados y tirados a la basura legislativa.
De igual forma, he criticado las fórmulas salvadoras de la seguridad ciudadana, con los permisos sociales y estatales para las muertes de “delincuentes” en los intercambios de disparos. Asimismo, he manifestado mi oposición a emplear la norma penal como única solución a los problemas de la delincuencia, pues a ella se acude como último recurso. Esto incluye la veda constitucional de leyes con sanciones de prisión excesivas, desproporcionadas e irracionales, que en muchos casos buscan tapar el fracaso de las políticas de prevención del delito y de la promesa constitucional de reeducación y reinserción social de los privados de libertad. En igual orden, he sostenido que, más allá de constituir una herramienta de persuasión para no delinquir, la norma penal es, en democracia, un dique de contención a los excesos del Estado.
Ejemplo de injusticia
Son muchos los ejemplos de graves injusticias. Pongo como ejemplo el del profesor que, al llegar al aula, sin ton ni son, le pregunta a un alumno su nombre y luego de su respuesta le ordena salir del aula inmediatamente y que no regrese jamás. El alumno responde que no entiende. El profesor le indica que no le va a pedir esto una segunda vez. El estudiante no tiene otra opción que marcharse, sin saber siquiera el motivo de la actitud y la decisión del profesor. Entonces, ¿por qué hay leyes?, ¿para qué son las leyes?, ¿alguien sabe?, ¿para el orden social?, pregunta el profesor, quien a seguidas afirma: para proteger los derechos de las personas. Porque no se puede confiar en el gobierno, por justicia.
El profesor pide a los alumnos que le digan si ha sido injusto con su compañero de clases. Él mismo se responde: “¡por supuesto que lo fui!”. Entonces les pregunta, ¿por qué ninguno de ustedes protestó?, ¿por qué ninguno de ustedes trató de detenerme?, ¿por qué no intentaron evitar esta injusticia? E indica: ven, lo que acaban de aprender no lo podrían haber entendido ni en mil horas de conferencia, si no lo hubieran vivido. No dijeron nada porque no afectó al resto. Y esta actitud habla en contra de ustedes. Y en contra de la vida.
La idea del profesor es que los participantes en la conferencia creen que no les concierne y por eso actúan como si no fuera asunto de ellos. El problema es que los demás estudiantes no ayudan a que se haga justicia, entonces un día los demás podrían experimentar injusticias, y no habrá nadie que dé la cara por ellos. La verdad y la justicia viven a través de todos nosotros, y debemos luchar por ellas porque en la vida y en el trabajo, a menudo vivimos unos al lado de otros, pero no unos con otros.
Defender la justicia, labor de todos
Nos consolamos pensando que los problemas de los demás no tienen nada que ver con nosotros, no son asunto nuestro, y vamos a casa contentos de habernos librado. Se trata de defender a los demás, pues todos los días se produce una injusticia en los diversos escenarios y realidades en que nos desenvolvemos. Pero confiar en que otro se ocupe de ellos, no es suficiente.
Es nuestro deber estar ahí para los demás, hablar por los demás cuando ellos no pueden. El profesor del ejemplo le indica al resto de los participantes que él está ahí para enseñarles el poder de su voz, a aprender a pensar de forma crítica, para capacitarse, para defender lo que es correcto, aunque signifique ir en contra de lo que hacen los demás. Y esto no espera, debe comenzar ya.
“Quitada la justicia, ¿qué otra cosa son los reinos, sino inmensos latrocinios? Los Latrocinios ¿qué son sino unos reinos pequeños?” (San Agustín). La norma y la actuación injustas provenientes de la autoridad que sea, no son derecho y no da más lugar que a su expulsión del ordenamiento jurídico. Para esto tenemos el Tribunal Constitucional y los tribunales ordinarios para inaplicar las leyes injustas. A todos nos concierne, porque un día podremos sufrir las consecuencias de la injusticia.
Por más que el Congreso Nacional y el Estado en general quieran y decidan aprobar un Código Penal o leyes injustas, animados por grupos que solo les interesa “su justicia”, la de dogmas e ideologías que ahogan y matan los derechos de los demás, les recuerdo que la injusticia no es derecho, porque la razón de ser de las normas y del derecho es la justicia, fundada en la libertad, la igualdad y la razonabilidad.